Se trata de la mayor filtración de documentos secretos de la historia, revelada por el diario alemán Süddeutsche Zeitung y el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) y que afecta al cuarto proveedor mundial de paraísos fiscales, el despacho de abogados panameño Mossack Fonseca. Incluye más de 11,5 millones de informaciones internas que desvelan que miles de personas ocultan su patrimonio en sociedades situadas en paraísos fiscales. La información que ahora sale a la luz muestra la actividad de la firma desde 1977 al diciembre de 2015.
Lo que ningún medio relata, sin embargo, es la naturaleza de ICIJ, una organización nacida como proyecto del Centro por la Integridad Pública financiado por las fundaciones Ford, Rockefeller y la Open Society de George Soros -promotor del golpe de estado en Ucrania-, así como la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) conocida ya por todos, como fachada de la CIA que es, por financiar y apoyar todo tipo de movimientos desestabilizadores allá donde los gobiernos no son del gusto de la política imperialista de EE.UU.
Dirigido por Peter Bale, exvicepresidente y gerente de tecnología digital de CNN, este “consorcio” no ha sido capaz de publicar, casualmente por supuesto, ni un solo nombre de estadounidenses entre los millones de documentos filtrados, quizá por el acuerdo para el fomento del comercio al que llegaron Panamá y EE.UU. en 2010. Tampoco ha destapado el desfalco de la nación argentina por parte de JP Morgan o los negocios de Wall Street con el Estado Islámico.
Aliados del imperio estadounidense como el primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson, el presidente ucraniano Petró Poroschenko, el mexicano Enrique Peña Nieto o el argentino Mauricio Macri sufren actualmente un desgaste tal que se han convertido en peones fáciles de sacrificar, sobre todo si con esta jugada mediática son capaces de parar o revertir el vuelco de influencia a favor del imperio ruso y sus aliados que se está dando hoy, que se ha constatado recientemente con la toma de Palmira en Siria gracias a la aviación rusa y que ha dejado en una posición muy incómoda a Washington.
El rey de Arabia Saudí, Salmán bin Abdulaziz, figura clave en el actual acuerdo petrolero destinado a disminuir los precios del crudo; el presidente de Sudáfrica, Jacob Zuma, quien recientemente ha denunciado un intento de golpe por parte de Washington; y el presidente de Pakistán, Nawaz Sharif, quien acaba de profundizar un proceso de acercamiento a Irán y la firma de acuerdos estratégicos con China -también Xi Jinping y el ex primer ministro, Li Pengm, aparecen “salpicados” en los papeles- son otros damnificados por estas filtraciones, pero estos precisamente por lo contrario, por no seguir la línea fijada por EE.UU.
Ha quedado bien claro que la corrupción del sistema es inherente al mismo y que, si se destapan estos casos, no es por la lucha contra aquella sino por las disputas entre partidos políticos o, como en este caso, entre imperios. Esta jugada mediática es un mensaje muy claro del imperio estadounidense al mundo: “O conmigo y con mi política, o contra mí, ya no caben medias tintas”. En la situación actual, de debilidad y derrotas del bando antes hegemónico, éste ataca con todas sus fuerzas a los rivales para recuperar el terreno perdido y las consecuencias de ello podrían ser nefastas para el conjunto de los trabajadores, que nos vemos abocados, paso a paso, a una guerra entre bandos imperialistas claramente diferenciados y de consecuencias previsiblemente catastróficas.
Y algo mas:
4 comentarios:
Sí, lo "increíble" es que no hayan aparecido cuentas de estadounidenses e israelíes... auch!
¡Ah! Ellos tienen lavaderos VIP, esto es clase turista.
Y bueno, para acceder a datos tan reservados, era previsible que estuviese metido alguien de la CIA. Pero esto no hace que lo difundido sea menos creíble. NADIE, DE TODOS LOS INVOLUCRADOS, desmintió nada. Para completar esto, está lo que se conoció como Wikileaks que, si bien los datos no igualan a Panamá papers en cantidad, hay yankees implicados y aun ofuscados que andan tras la cabeza de Assange.
Una cosa más: Borón no es periodista. Es sociólogo y politólogo, además de político con filiación comunista.
Bueno, me meto en el orto el axioma"una verdad a medias es una mentira completa".
Ahora decime que Dios castiga y no se le ve el látigo, y ahí si,¡Bingo!
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