miércoles, 28 de diciembre de 2016

Repudio de manera mas enérgica a los autores del atentado al prizidinti, esa falta de puntería debe ser castigada con todo el peso de la ley.

viernes, 16 de diciembre de 2016

NO ESPERES


No esperes que un hombre muera
para saber que todo corre peligro,
ni a que te cuenten los libros
lo que están tramando ahí fuera.

No esperes a que te den los planos
para satisfacer tu curiosidad,
ni a que el aire también sea de pago
para gozar el placer de respirar.

No esperes golpes de suerte,
seguirás a su merced
mientras haya gente que
trafique con la muerte.

No esperes de ningún modo
que se dignen consentir
tu acceso al porvenir
los que hoy arrasan con todo.

No esperes a que se acaben
para desear las cosas más que nunca
ni a responder las preguntas
cuando los otros se callen.

No esperes el consentimiento
ni a que te proporcionen un manual,
ni a que el horóscopo te sea propicio,
ni a que el cielo te mande una señal.

No esperes golpes de suerte,
seguirás a su merced
mientras haya gente que
trafique con la muerte.
No esperes de ningún modo
que se dignen consentir
tu acceso al porvenir
los que hoy arrasan con todo.

jueves, 1 de diciembre de 2016

LA AUTOESTIMA DEL ESPERMATOZOIDE

Reniego del concepto "violencia de género" por la carga en un solo sentido y en una especie de partición del fenómeno de la violencia, así como la carga abstracta dada a la "violencia en el fútbol"; es una sutileza para tapar la escencia de la violencia. No obstante después de leer un post español sobre el tema, me parece buena idea compartirlo, pues el abordaje va en busca de la raíz del tema. Aquí el post (los comentarios no tienen desperdicio):

Hace bien poco que una compañera, un tanto escandalizada, nos contaba a unos pocos profesionales las conclusiones de unos ejercicios que realizó en un conjunto de Institutos de Secundaria, a lo largo del territorio nacional. Enmarcados en una intervención sobre el tema de la identidad de género, una de sus partes consistía en que las chicas adjetivaran lo que pensaban de ellas mismas y a su vez sobre los chicos, y estos procedieran de la misma manera. El resultado fue uniforme en todos los centros con los que trabajó, en los que pulsó la opinión de una muestra de unos dos mil alumnos, en edades comprendidas entre los 14 y los 15 años.
Sus conclusiones indicaban una tendencia marcada hacia opiniones en que las chicas tenían un alto concepto de si mismas –autoconcepto– y un bajo concepto de los chicos. Y sorprendía aún más como los chicos corroboraban esa misma idea cuando eran ellos quienes opinaban, expresando y reproduciendo las mismas opiniones que aquellas. La resultante era muy clara, reflejando virtudes en las chicas y defectos en los chicos.
En el nivel actual de evolución de la ciudadanía, la adjetivación se convierte con facilidad en sustantivación, considerando que los comportamientos y las cualidades son en realidad condiciones intrínsecas, fijas e inmutables, que identifican definitivamente a los sujetos a los que refieren. Es decir, los chicos son torpes, brutos, egoístas, insensibles e impulsivos; y las chicas, empáticas, reflexivas, colaboradoras y generosas. Igualmente nos indicaba la compañera, que en los alumnos había un cierto aire de vergüenza en el reconocimiento de los atributos designados, al tiempo que en las alumnas lo había de autoafirmación, e incluso de cierta exaltación. En la dirección cruzada, ellos expresaban admiración e impotencia hacia el otro género, y en ellas acusación y cierta rabia hacia ellos.
Quizá sea conveniente destacar, que es en la adolescencia cuando un individuo es capaz de contemplar y contemplarse en su dimensión completa por primera vez, pudiendo acercarse a la globalidad de lo que un ser humano es, aunque quede aún muy lejos la totalidad de su desarrollo, si es que llega a haberlo en algún momento, por lo que sus opiniones son el poso de las ideas en las que han sido educados y el germen de las posteriores que regirán en sus propias vidas. Sobre todo por lo primero, son un buen termómetro de las características de los flujos de ideas que con respecto al género están presentes en nuestra sociedad, y de ellas se pueden hacer interesantes deducciones.
Lo más obvio que se puede rescatar de lo vertido es la buena consideración -autoimagen- que en la actualidad se tiene sobre las mujeres en general, al unísono con la imagen negativa que hay sobre los hombres a grandes rasgos. No sería lógico que una mujer no se apoye en esa buena consideración, que la rescata del ninguneo con el que una sociedad patriarcal las trata. Aunque no está tan claro que se haga en el sentido contrario respecto a los hombres, cargándolos de atributos que reflejan su peor parte.
Cuando una imagen sobre uno mismo, ya sea propia o ajena, se hace en términos de balanza; es decir, que necesariamente debe haber una superioridad equiparable a la inferioridad del otro, denota la pobreza de la contemplación simplista y maniquea de las bienintencionadas y equívocas formas en las que se trata el tema de género, considerando que la alabanza de un atributo debe significar por sistema la crítica a su opuesto, y no su complementariedad, su complementación o un acercamiento a la completa totalidad.
Como sucede en términos individuales, en los que siempre hay claro-oscuros, virtudes y defectos, bondades y maldades, atributos bien o mal manejados, cuando se habla de categorías de género habrá aspectos positivos y negativos sobre los comportamientos que realiza cada parte, no siendo aceptable que los positivos se atribuyan a una de esas partes y viceversa. Si en algo se sustenta la repugnancia ideológica que supone el pensamiento machista –en el caso de que un machista piense– es en sesgar la visión siempre en una misma dirección, de forma que lo que piensa, siente y hace el hombre es lo correcto, y en el prejuicio que lo que hace la mujer solo lo es cuando da la razón a este.
Otra conclusión de lo expuesto es como, en pleno proceso de vivencia de la sexuación, ambas partes hacen una marcada diferenciación entre unas y otros, negando tácitamente la indiferenciación que suponen las igualaciones. La facilidad con la que verbalizan el discurso de las chicas y los chicos, indica lo próximo que les resulta esta terminología y la marcada sensibilidad que demuestran hacia esas realidades. Convendría revisar los discursos sobre el sexismo, pues si anulan la diferenciación que conlleva, pretendiendo eliminar la desgraciada discriminación, puede que ese camino solo conduzca a un pobre autoconocimiento, y al desprecio en el reconocimiento del otro. Algo así puede estar sucediendo cuando los chicos indican una mala imagen de si mismos, y las chicas lo corroboran.
Un aspecto de lo referido son las dificultades para establecer opiniones críticas y autocríticas entre los adolescentes respecto de ellos mismos, pues suelen verter sus opiniones en términos defensivos o acusativos, pero pocas veces reflexivos en torno a cuestiones de género. Vuelve a ser un reflejo del carácter eminentemente emocional de las relaciones que establecen, y de las importantes dificultades para manejarse adecuadamente en ese ámbito, en el que tan fácilmente caben las acusaciones, las recriminaciones, los rechazos, las autoafirmaciones y las ofensas, paso previo a las afrentas, los conflictos y la crispación que domina ese ámbito.
Algunos estudios ya han puesto el acento en la relación entre conductas no extremas de la violencia de género y los problemas en el desarrollo emocional en los escenarios en los que las relaciones de género se producen, donde se pone en evidencia la pobreza de recursos personales de carácter emocional que denotan los agresores. Cierto es que lo que inicialmente no es sino una importante carencia de desarrollo individual, luego se convierte en el eje vertebrador de las relaciones, entre las que destacan el fanatismo gregario en las relaciones grupales y de iguales, y el carácter discriminador entre los géneros. Al respecto, hay un serio debate entre los profesionales sobre los diferentes tipos de agresividad que se dan entre ellos.
Y además, cabe preguntarse sobre el machismo si ¿No será que ante una manifiesta inferioridad emocional, en una sociedad que cada vez demanda más capacidad de desarrollo personal y autocontrol, algunos hombres piensan que nada mejor que aprovecharse de la tendencia hacia la afectividad de algunas, para hacerse pasar por lo que no son?
Puestos a relacionar estas evidencias, se puede permitir la licencia de generalizar la baja percepción que los chicos tienen de si mismos a un buen porcentaje de la totalidad del género masculino, e igualmente relacionarlo con la manifiesta pobreza que se detecta en los análisis de la calidad espermática de los varones, donde esos seres unicelulares parecen no saber dónde ir, ni tienen fuerzas para lograrlo, ni son capaces de ponerse de acuerdo para impulsarse unos a otros.
Está muy bien que se combata de manera firme y contundente la violencia que los hombres ejercen sobre las mujeres, y que se destinen todos los recursos públicos necesarios para paliarla cuando se da, y para prevenirla en el futuro, y convendría plantearse si la manera en que nos pensamos, sentimos y nos relacionamos los géneros debe asentarse sobre la base de estar “en pie de guerra”.