miércoles, 6 de septiembre de 2017

OTRO PAÍS FUE POSIBLE

Resultado de imagen para manuel nicolas savio


"Entendemos que la industrialización del país es imprescindible e impostergable como factor de equilibrio económico social (…) Entendemos también que la industria comúnmente llamada 'pesada' es primordial para desarrollar la de carácter manufacturero (…) y que, por lo tanto, si el país renuncia a contar con ella perderá la oportunidad de ocupar en el concierto universal el nivel que le corresponde por su potencial moral y material, pues dependerá en forma excesiva de la buena voluntad extraña a sus propios y vitales intereses."
 Manuel Savio
Más allá del revoleo de expedientes judiciales y de precisamente, la creciente judicialización de la política, las diferencias entre los anteriores gobernantes y los actuales están claras a la hora de pensar el rol que debe cumplir el Estado y de establecer de qué manera éste debe actuar para tender hacia la distribución de la riqueza. Pero pocos matices se advierten a la hora de discutir de qué manera se construye esa riqueza, es decir, el PBI.
Para que se comprenda que puede haber alternativas, nos permitimos traer a colación sentencias y actuaciones del general Manuel Savio, cuyo fallecimiento se produjo en 1948. “Necesitamos barcos, ferrocarriles, puertos y máquinas de trabajo, y no nos podemos detener a la espera de milagros... Ello es ya un imperativo en nuestro progreso, porque es un mandato de la argentinidad, porque lo requiere nuestra soberanía dentro de un programa que no persigue ninguna autarquía deformada por exacerbado nacionalismo, sino porque aspira a contar con un mínimo de independencia”, pensaba, por ejemplo.
Que diría hoy si entrara a cualquier ferreterías, para constatar que hasta los destornilladores son hechos en China o inclusive Indonesia. Sepan las nuevas generaciones que no siempre fue así, que cuando mejor se vivió en la Argentina, funcionaba aquí una industria poderosa donde se desempeñaban millones de obreros. Por entonces, el Estado no aspiraba a que los grandes sojeros exportaran y exportaran para que entraran divisas... Ocupaba un lugar importante en la economía, a tal punto que el propio Savio concibió un Plan Siderúrgico Nacional.
Manuel Savio fue un hombre de acción, que consagró su actividad a transformar la economía agro-pastoril exportadora para instalar otro modelo que tuviera la industria nacional como motor de crecimiento. Decía que “la industria del acero es la primera de las industrias y constituye el puntal de nuestra industrialización. Sin ella seremos vasallos”. Tenía razón. Por eso, la administración que en los 90 destruyó todo lo que pudo, desactivó con particular celo el complejo que conformaban SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina), HIPASAM (Hierros Patagónicos, es decir, Sierra Grande) y Altos Hornos Zapla. No por nada, en la abrumadora mayoría de los hogares argentinos hoy los cubiertos son de origen brasileño.
Savio impulsó la exploración minera pero la que piensa en términos nacionales, no como la actual. “Es un error el haber estructurado a priori nuestra economía, posponiendo arbitrariamente a los metales con respecto a los cereales”, decía. Imagínese el tenor de las repercusiones que tenían estas declaraciones y es más, sus acciones, entre los voceros de la rancia oligarquía. Por esos días, cierto matutino que todavía está “firme junto al campo”, editorializaba que “no tenemos hierro ni carbón de piedra, elementos indispensables de la gran industria”, entonces, “no nos debemos quejar de la heredad que nos ha tocado en suerte y no hemos de ser mineros mientras nos convenga y nos guste ser labradores y criadores de ganado”.
Con su práctica, el general Savio desmintió a los bucólicos “labradores” y “criadores de ganado”. En octubre de 1945, se produjo la primera colada de hierro fundido, hecha en base a materias primas nacionales. Poco después, entregó su Plan Siderúrgico Nacional (Ley 12.987 o Ley Savio), que se sancionó en 1947, ya durante la primera presidencia de Perón. Ahí se originó SOMISA, cuyos altos hornos se emplazaron en terrenos que eligió el impulsor en los márgenes del arroyo Ramallo. Como presidente de su directorio, renunció a sus honorarios.
A Savio se lo recuerda poco y nada, porque su función fue ponerle fin al saqueo que se perpetúa. En un discurso que pronunció en el salón de la Unión Industrial Argentina (UIA) en junio de 1942, pareció describir la actualidad. “Puede decirse que hasta ahora hemos desechado sistemáticamente todos nuestros yacimientos de minerales. De tal manera, hemos visto tomar rumbo al extranjero a grandes cantidades de minerales en el mismo grado de concentración compatible con las tarifas de transporte. Hemos anotado en nuestras estadísticas un valor que acrecentaba los ingresos ponderados en oro, pero sin dejar el efecto saludable que hubiese podido proporcionar el trabajo de su industrialización. Como saldo del balance, sólo debemos consignar un egreso de riqueza, una disminución del potencial... Muy poco pues, es lo que ha quedado como beneficio fuera de miserables jornales de extracción”. Cualquier similitud con la Argentina contemporánea no es mera coincidencia. El ejemplo del militar demuestra, con las pertinentes adecuaciones a la época que nos toca vivir, que otro país es posible. Triste será el destino de los argentinos, si nos contentamos una vez más con proveer de materias primas a los poderosos del mundo.