jueves, 23 de julio de 2015

A ESE FINAO, VEHÍCULO DE LA MISERIA ARTIFICIAL, TAN ESTIMADO POR LOS SALVADORES


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Acaba de morir hace un rato,
pero como era nihilista ni se enteró
que antes también había muerto
entonces se percató,
nunca haber pedido este trato
ese en donde no vale el nacimiento
sino vivir como nonato.

Macho, aprendió a tragar sapo,
era menos mal que el sopapo,
que había si enojabas al capo
y entonces, decía, lo tapo,
porque molesta el contratiempo
para no hacer de la elegancia un guiñapo.

Pensaba que lindo los que viajan en volanta,
será la suerte que conmigo se espanta,
y ni envidia me da que sea tan irredenta,
si no se si es poco o tanta,
que abriga como una manta;
como sea, puta o santa.

Desistió de pensar el mundo,
mejor dejarse llevar por la bragueta,
como hace cualquier matungo,
con el olor a cajeta.

Y los hijos le dijeron padre,
pero no lo sintieron como a la madre,
encamarse con la comadre,
era casi rascarse las liendres,
ni lo tapaba con el odre,
del asco que los pibes por ese hojaldre.

Tuvo nietos, se sabía,
pero eran tantos que en su mente no cabía,
la lejana explosión de algarabía,
prefirió la lenta letanía,
de mascar la rabia y la agonía,
de no saber si bajaba o subía.



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