(a propósito de las hepatitis).
«Viniere el malo con su trono al hombro; y viniere el bueno a ayudar al malo a andar». Mario Benedetti.
Cuando se necesitaba alguna planta, alguna abuela sabia salía a la montaña y volvía con un buen puñado de ellas, justo las que necesitaban para cada caso. Pero eso sólo ocurría de tarde en tarde, en los raros casos en que alguien se ponía enfermo, por lo común viejos a los que ya se iba aproximando su hora de partir de este mundo. Así es que había muchos ciudadanos saludables y había pocos médicos, científicos y farmacéuticos en esa ciudad: había en realidad sólo tres; porque, en realidad... no se necesitaban más.
Pero un día triste de un año maléfico llegó a la ciudad un hombre malo, y se quedó en el mejor hotel, maquinando cómo hacerse rico con tan confiados e ingenuos ciudadanos. Se llamaba Manson y era en realidad un timador y un gánster desaprensivo que había tenido que huir de otro reino por una gran estafa que él hizo. Aunque, como suele ocurrir con todos los gansters, vestía con mucho empaque y parecía una persona muy honorable y digna de crédito. Todos le cedían el paso cuando él entraba en los lugares importantes de la ciudad.
Manson tenía el corazón negro y se rodeó, por la ley de la semejanza, de un pequeño círculo de hombres con el corazón asimismo negro, y empezó a maquinar cómo timar a gran escala, sin que esta vez tuviera que huir ni le quisieran llevar ante la justicia.
Pronto urdió un timo perfecto que, como sería a gran escala, sería muy poco detectable. Decidió vender a los ciudadanos de ese reino simultáneamente venenos y contravenenos para de esta forma hacerse muy rico.
Así es que, ayudado de su íntimo círculo de secuaces, pasaron a la primera fase del proyecto. Pusieron a la venta un veneno en bajas dosis para aguas y alimentos, veneno al que sin embargo llamaron «Aditivo Colorante Conservante» pues daba color y sabor atractivo a los manjares e impedía que aguas y alimentos se llenasen de algas y microbios (incluso a temperatura ambiente) o, como ellos dijeron en su publicidad, impedía que las aguas se «pudriesen». Como los efectos de esos venenos eran a largo plazo, sólo los previnieron algunos biólogos expertos, que fueron convenientemente sobornados (y en algún caso eliminados).
En vista de que nadie señalaba inconvenientes importantes y en vista de las indudables ventajas, muchos hombres buenos acogieron y financiaron a ese hombre de corazón malo, que fundó una gran empresa que llamó «Aditivos Co.» que creció un 500% durante muchos años, e hizo muy rico a Manson y a los Bancos que le ayudaron.
Pero la naturaleza no entendía de mentidas y sobornos. Así es que las células de los hígados de los habitantes de esa ciudad y de ese reino se desvitalizaban y morían... a la misma velocidad que las algas que antes enverdecían las aguas de los estanques y que las bacterias que antes fermentaban los alimentos; y los colorantes y saborizantes que tanto realzaban (y hacían vender) los manjares... envenenaban en igual proporción poco a poco los hígados y riñones de la mayor parte de los habitantes del reino.
Los sistemas inmunitarios de los habitantes de la ciudad se deprimían lentamente y los hepatocitos morían uno tras otro, vertiéndose sus contenidos necróticos en los conductos intra y extrahepáticos y en la sangre, los cuales se llenaban de extrañas proteínas, trozos de ADN y ARN dañados. No es de extrañar que, tras algunas semanas, proliferara entre toda esa materia muerta algún que otro microbio «oportunista» o «basurero», microbio que era rápidamente fotografiado e identificado por los biólogos a sueldo de Manson.
Para encubrir su oculta pero detectable mala acción, Manson y sus desaprensivos hacían decir a los «expertos» a su servicio que las extrañas proteínas y trozos de ADN y ARN dañados que aparecían en la sangre y biopsias de los afectados pertenecían en realidad a los microbios que aparecían en la mayoría de los hígados afectados. Y, presentando diapositivas de los microbios y del material genético hallado, decían con gran solemnidad que habían por fin descubierto a los verdaderos responsables de los daños hepáticos encontrados.
Y como esa mentira se decía con palabras muy serias y complicadas en revistas muy serias y complicadas... pues resulta que todos los letrados y «científicos» del reino dijeron que así era, en efecto, pues temían confesar que no habían visto nada de todo eso, y que en realidad ignoraban la base que estaba detrás de toda aquella fraseología. Y como ellos dijeron que era así, los mejores periodistas y dibujantes hicieron amplios esquemas que publicaron en las revistas más «serias» y expléndidos documentales que emitieron en la Gran Cadena Televisiva del reino. Y, como eso hicieron los periodistas, todos creyeron esa gran mentira que, paradójicamente, recibió el premio Pulitzer de ese año. Es más, hartos de ver crecer el número de enfermos y muertos que cada semana se registraban en el desolado reino, el clamor de las gentes forzaron a que la Seguridad social del envenenado reino financiase la lucha contra esos perversos microbios.
Manson fundó un gran holding diversificado de empresas que ascendió rápidamente en Bolsa. Además de «Aditivos Co.», Manson y sus desaprensivos fundaron también «Inhibitoria Farmacéutica Co.», que desarrolló potentes antimicrobianos e inhibidores de los procesos de expresión y catabolismo celular. De esta forma lograban frenar durante algunos meses (e incluso años) los alarmantes resultados que en los organismos envenenados los «test detección» iban mostrando. Cierto es que ese frenado se producía a costa de importantes efectos secundarios. Unos y otros eran puestos en el mercado... tras patentarlos, por supuesto.
Pero la pieza clave del Holding la constituía «Multimedia Co.» empresa de «publicidad y publicaciones científicas» que hizo periódicas y «muy serias» campañas «de sensibilización» en este sentido, poniendo siempre «a disposición de la prestigiosa clase médica» las «valiosas ayudas descubiertas».
Los envenenamientos de «Aditivos Co.» continuaron, y los subsiguientes daños hepaticorenales también. Convenientemente publicitados, el uso de los productos de «Inhibitoria Farmacéutica Co.» fue creciendo, y pronto pudieron hacerse estadísticas de resultados.
Como consecuencia, las revistas «científicas» se fueron llenando de sesudos trabajos (estadísticos y aleatorizados, por supuesto) que ilustraban de mil formas distintas la «alta asociación» que existía entre los microbios sospechosos y el daño hepático de los pacientes; y manifestaban bien claramente la dependencia que se producía entre el uso de los fármacos bioinhibidores y la eficaz inhibición de los molestos signos y síntomas que se producían por la destrucción de los hepatocitos y la aparición de microbios.
La mayor parte de los (ya enriquecidos y afamados) «expertos», y la cohorte de periodistas y cameramans que les seguían, no dudaron de la versión que impulsó Manson, pues había «consenso general» entre todos los «expertos» y, además, las «correlaciones» eran «muy altas y pausibles».
Como suele ocurrir en la mayor parte de los buenos timos, los timados participaron con ganas y ahínco en dejarse timar: los que participaron en la creación y mantenimiento de los aditivos, test y farmacoinhibidores, obtuvieron dos beneficios: El primer beneficio era el oropel que adquiría la pléyade de médicos y farmacéuticos en financiados «Congresos Científicos» donde la autovanidad que necesitaban alcanzaba dimensiones verdaderamente coreográficas; El segundo beneficio era los inesperados y buenos beneficios que el uso de los test y fármacos les dejaba a cada uno de ellos. Para lavar su consciencia «Multimedia Co.» les decía que además de ejercer una loable y sacrificada labor de «prevención» al usar los test de «diagnóstico precoz» en la asustada población... sólo ellos «estaban autorizados» y sabían emplear esos tests.
En todas las generaciones, desde entonces, ese «terapeuta disidente» hacía lo mismo: curaba a sus enfermos envenenados con hierbas y pócimas simples de las antiguas abuelas, y contraindicaba el uso de los productos de «Aditivos Co.» en las aguas y alimentos, desaconsejando también los potentes fármacos de «Inhibitoria Farmacéutica Co.», millonariamente patrocinados por Manson por los forajidos que le continuaron. A pesar del uso universal de «Aditivos Co.», los enfermos que atendía el terapeuta disidente dejaban pronto de empeorar y solían mejorar sorprendentemente pronto y bien, sin apenas secuelas.
Con estos terapeutas contestatarios, Manson y sus descendientes sabían muy bien lo que hacer, y siempre hacían lo mismo: el terapeuta disidente era rápidamente tildado de charlatán, desacreditado y destituido por quienes tenían mucho que perder. Debido a ello, los periodistas y colegas que antes de ser destituido lo acusaban de ser un «buscador de notoriedad», pasaban a decir en un segundo tiempo que actuaba por «resentimiento» cada vez que, con menos fuerza y más desolado en cada ocasión, seguía el disidente advirtiendo a todos del «gigantesco error»; y lo encerraban en un psiquiátrico (o lo dopaban con psicofármacos, que era más fino).
Esta es la historia de esa distante ciudad de ese remoto reino que, como veis, tan poco parecido tiene al nuestro. Ciudad y reino que perduran hasta nuestros días, y en los que durante muchos más años han continuado envenenándose mucho más hígados. Y han continuado muriendo muchos más sufridos ciudadanos. Y han continuado haciéndose ricos y famosos muchos más científicos, médicos y farmacéuticos.
Y, sobre todo, han continuado haciéndose mucho, más multimillonarios y respetados los desaprensivos gansters timadores. Cada uno de los que enfermaban y cada uno de los que morían estuvieron siempre muy agradecidos por todo los que, en su triste situación, aquellos timadores «hacían por ellos». Les dieron premios y títulos y bendijeron el día en que providencialmente llegaron a la ciudad, poco antes de que la epidemia de «microbios rompehígados» comenzase. Y en el Parlamento decidieron erigir una gran estatua de bronce en el centro de la Plaza Mayor, en memoria de Sir Manson, al que llamaron «El Gran Benefactor»; pero que, como tú ya sabes muy bien, querido lector, fue en realidad el primero y más astuto de todos los timadores, el creador de la nueva saga de los biogánsters vendedores de venenos y contravenenos.
Esta es una de las historias que la Ignorancia (¡el peor Veneno que existe!) hace a veces con algunos reinos.
Y colorín colorado, este «cuento»... aún no se ha acabado.
- El Padre César nos ha enviado este cuento de su amigo el Doctor Francisco Javier Martínez Ruiz (Microbiólogo).
Los médicos hospitalarios dirán a un paciente diagnosticado de HEPATITIS C que tiene un 20% de posibilidades de desarrollar una cirrosis y posteriormente un cáncer de hígado. Pero algún médico va más allá. Uno afirmó a uno de nuestros pacientes que desarrollaría una cirrosis y un cáncer. Este paciente nos confesó: «Si no fuera porque soy creyente me hubiera suicidado ante ese veredicto».
Nosotros que tratamos con gente no solo del Estado español sino de América, África, Europa, todos nos dicen lo mismo: «Me han diagnosticado una HEPATITIS C y el médico me dijo que podía degenerar en cirrosis y cáncer. Me hicieron una biopsia y me dieron «interferon»». Que todos los médicos del mundo reciten la cartilla uniformemente ante un caso de HEPATITIS C no es casualidad. Responde a una estrategia lanzada desde Estados Unidos para vender el «interferón» y pronto otro antivírico asociado*. Cada paciente que acepte el tratamiento ingresará en las arcas de los «tan necesitados» Estados Unidos aproximadamente un millón de pesetas al año.
¡Pero si realmente el «interferón» curara!, hace más de 10 años que se está utilizando y su eficacia en la HEPATITIS C está todavía por demostrar. Por lo menos a los cientos de pacientes que nos visitan no solo no les ha ayudado sino que muchos sufren de sus efectos secundarios. Todos nos preguntamos: ¿Cómo es posible que un producto tan caro e inútil se mantenga en el mercado durante tanto tiempo?. La respuesta es fácil de encontrar. ¿Sabéis que los beneficios a los tratamientos de la HEPATITIS C superan ya 20 veces a los del sida?.
De seguir así, dentro de unos años media humanidad será declarada seropositiva respecto al virus de la HEPATITIS C. Ya no interesará el SIDA como fuente de ingresos y por tanto podrá ir desapareciendo. Los débiles estados manipulados por las multinacionales tendrán que dedicar cada vez más fondos a sanidad... hasta que se produzca un «crack» o se descubra el fraude.
Padre Cesar Fenández de la Pradilla
*Ribavirina,6 ó 7 comprimidos diarios de 200 mg. durante 6 meses.La ribavirina Vibuzol delaboratorios Sandoz x 50 comp.cuesta U$ 110.
Peginterferon de laboratorios Roche 1 aplicación semanal x 6 meses a 1 año.Costo de cada aplicación,U$ 490.
Test a granel de detección de HVC comprados anuálmente por el estado Argentino a los laboratorios multinacionales para todos los bancos de sangre,U$ 30.000.000.
6 comentarios:
Mientras mas conozco a la gente, mas quiero a mis animales.
Filo:
Con respecto a los animales,estos crápulas ya están armando movidas similares.
Calculo que quiero salir a pegar palos a un par de médicos. Más de un par bah.
Descubro además que puedo cada vez detestar más éste sistema económico en donde todo se transforma en mercancía.
El médico que me "trató"cada 2 meses se iba a conferenciar en congresos europeos y yanquis,y yo pensaba la puta que el chabón la sabe lunga.¡Tocuén,verso!se lo pagaban los laboratorios.Esto lo pude confirmar.Y se iba con la flía y todo¿que tul?
Sobre a salud, mejor ni hablar, o yo ya prefiero no hablar. Tengo un familiar con un sindrome raro (enfermedad huérfana, las llaman) y si hubiera seguido a los chantunes que me prometían mejoras, lo hubiera matado.
Es altamente indignante.
Saludos, Moscón
Almita:
Todo lo contrario,dejémoslos en evidencia,hay médicos con un profundo respeto por el ser humano y la ciencia.
Separemos la paja del trigo.
Nos comentamos.
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