martes, 10 de abril de 2018

SIONISMO CRIMINAL


En este mundo hipócrita hay casos que aún destacan entre el cinismo habitual. Aún en el asco permanente que produce seguir el curso de la política internacional, hay temas que sublevan el ánimo de cualquier persona con un mínimo de sentido de la justicia. Impelido por el hedor del discurso dominante impuesto por la gran superpotencia, vamos a dar un rápido repaso a la situación del conflicto israelopalestino, para enunciar algunas de esas verdades de Pero Grullo que, de puro obvias, se acaban olvidando.
La creación del Estado Israelí se produce en 1947, cuando la Asamblea General de la ONU excreta la resolución 181, concediéndole al futuro estado judío la mitad de los territorios de Palestina. Es notable que ninguno de los representantes de los países que, secundando la propuesta usamericana, votaron a favor de semejante desatino legal, cayera en la cuenta que estaban regalando algo que no les pertenecía. Avergonzados por la epidemia de antijudaísmo (alentado durante siglos por el cristianismo, con la acusación de deicidas) que acabó en la Shoah, en un curioso ejercicio de generosidad, las naciones occidentales decidieron ofrecer a los supervivientes del Holocausto nazi (sólo a los judíos, el paso de los gitanos, de los comunistas, homosexuales, francmasones, testículos de Jehová… por los campos de exterminio permanece en el limbo de los hechos históricos que no llegaron al gran público) un lugar donde formar un estado. Pero esa generosidad de ofrecer lo que no es tuyo tiene un problema: que para entregarle el óbolo al receptor necesitado, antes tienes que despojarle de ese bien a su antiguo dueño. En términos populares, ese proceso se conoce como desvestir a un santo para vestir a otro.
Es tan estúpida la idea, despojar a un pueblo de su tierra para cedérsela a un tercero, que es increíble que al primero que la tuvo no lo corriesen a gorrazos por los pasillos de la sede de la ONU en el East River. Es una de esas imbecilidades que se deben ver bien desde los despachos de una capital europea, pero que son el germen de sangrientos conflictos futuros (como diseñar fronteras en base a paralelos y meridianos, separando etnias en estados distintos y reuniendo en ellos a ancestrales enemigos, hutus y tutsis, suníes y chiíes, leoneses y castellanos…).
Este es el nivel de la alta política internacional ¿Se te ha roto tu coche? No te preocupes, yo te presto el de mi vecino. Tan intelectualmente grotesco que no llega ni a chiste, no pasa de chascarrillo.
Pero es que aún peor es la justificación de que tenga que ser precisamente ese territorio: porque su dios nacional así se lo concedió. Quien enarbola esa suprema mentecatez como si fuera un razonamiento en pleno siglo XXI es un completo disminuido mental. Cada pueblo que en la historia ha sido ha tenido su dios o dioses nacionales. Y en la cosmovisión que emana de su religión es común en muchos de ellos el relato del dios o dioses que crean el mundo y se lo entregan a ese pueblo (los verdaderos hombres) para su cuidado. Los conceptos de Pueblo Elegido y Tierra Prometida son comunes en pueblos desde la América precolombina a la Melanesia. Claro está, quizá es que se ha demostrado recientemente la existencia del dios hebreo, y no me he enterado por estar de viaje.
Que buena parte del libro sagrado del cristianismo sea la copia textual del libro sagrado de la religión nacional judía, además de una muestra del absurdo de las religiones (¿no sería más lógico que los europeos incluyesen en su libro sagrado la Guerra de las Galias, en vez del relato épico-mítico de un pueblo seminómada de tercera división que pululaba por el desierto Asirio?), no da mayor viso de credibilidad a su contenido. Si pretendemos que la epopeya mítica fundacional de un grupo de follacabras piojosos tenga algún valor en el derecho internacional del s.XXI, con mucha más razón podemos desempolvar la Ilíada para justificar una hipotética invasión de la Lidia (costa Occidental de la actual Turquía) por parte de tropas griegas.
En cuanto a la justificación de que sus ancestros provienen de tal lugar, antes buena parte de los israelíes podían haber pedido su pedacito de tierra en España (Sefarad), pues de su expulsión sólo hace cinco siglos. O ya puestos, la población gitana del mundo entero podría pedir, con más razón que la judía, el retorno al Punjab del cual salieron hace seis siglos. Perseguidos y exterminados a lo largo de la historia como probablemente ningún otro pueblo, merecerían de seguir la doctrina aplicada con Israel que la amable comunidad internacional convenciese a India (si acaso, con el uso de la fuerza) para que despejase a la población que actualmente reside en esa región para asentar ahí a las poblaciones gitanas provenientes de Europa, Oriente Medio y demás partes del mundo.
Si la propuesta te parece demencial, es porque seguramente lo es. Pero es exactamente el mismo razonamiento que llevó a la creación del estado hebreo.
Si ya la legitimidad del Estado de Israel de acuerdo a las fronteras de 1947 es cuanto menos dudosa ¿qué se puede decir de todo el proceso de ocupación de nuevas tierras, empujando a los indios nativos a reservas cada vez más exiguas? El proceso de conquista y usurpación de territorios a los pueblos nativos por parte de los estados europeos en el Nuevo Mundo, durante los siglos XVI a XIX, es remedado por el Estado de Israel a partir de la segunda mitad del XX.
Pero hay cosas que tras la Segunda Guerra Mundial, los horrores del nazismo, el fin del Apartheid y el advenimiento del nuevo siglo, ya no son permisibles. Y no es admisible todo el proceso de ocupación de tierras y limpieza étnica subsiguiente a la Nakba. Proceso que, por otra parte, ha tenido la colaboración estelar de los países árabes circundantes, especializados en iniciar guerras (la del 48, la Guerra de Suez, de los Seis Días, del Yom Kippur, las intifadas…) que, invariablemente, acaban con un estado hebreo cada vez más lato y poderoso. De cualquier forma, el papanatismo tradicional árabe no justifica la anexión de territorios y el desplazamiento de su población para crear un lebensraum judío y, así, buscar acomodo a poblaciones de las cuatro esquinas del mundo que emigran a Israel esperando recibir su trocito de tierra robada a la población autóctona.
La justificación de los territorios anexionados por el Estado de Israel en la Guerra de los Seis Días es pura y llanamente el derecho de conquista. El mismo derecho por el que el Tercer Reich se anexionó los Sudetes, y con mucha mayor legitimidad pues efectivamente, en esa región la población era mayoritariamente germánica, mientras que en el territorio invadido por Israel no había prácticamente nadie de religión judía. De ahí que, tras la invasión, se desarrollase la operación de limpieza étnica, con matanzas como las de Sabra y Chatila y deportaciones en masa, al más puro estilo nazi.
Y a nadie debería sorprender la asociación, plenamente justificada. Israel está reproduciendo la política alemana hasta 1939 (la Kristallnacht la ha sobrepasado con creces), y sólo les distancia (y, sin duda, no es poco) la Solución Final, los campos de exterminio y los crematorios. Pero la base ideológica de superioridad racial (en el caso judío, superioridad étnica) lleva en sus libros de oraciones (y, ridículamente, en los del mundo cristiano) desde treinta siglos antes del nacimiento de Hitler.
Sírvante pueblos,y naciones se inclinen ante ti.
Génesis 27:29
Ya que Yahveh te habrá bendecido, como te ha dicho, prestarás entonces a muchas naciones, mas tú no tomarás prestado; tendrás dominio sobre muchas naciones, pero sobre ti no tendrán dominio. 
Deuteronomio 15:6
Todo el mundo que se acerca a este conflicto hace muchísimo énfasis en que la religión no tiene nada que ver en este conflicto (ya que la religión es por definición algo noble y elevado que nos hace ser mejores, o eso nos han enseñado en la catequesis). Pues bien, yo sostengo que lejos de no tener nada que ver, está en el centro del problema, y lo lleva estando desde su origen hace miles de años.
Tras la rebelión de Bar Kojba, Roma estaba tan hasta las pelotas de los judíos (era la tercera guerra en menos de un siglo) que los distribuyó por las cuatro esquinas del Imperio, cometiendo el error fatal de dispersar la semilla del fanatismo religioso. Pero obviamente no se vació toda Judea, sino que fueron trasladados los judíos ultraortodoxos. El resto de la población, judíos helenizados y posteriormente romanizados, gente civilizada que iba aceptando los cambios políticos con mayor o menor resignación, y adoptando las formas e ideas según el signo de los tiempos, siguió habitando la región. Al igual que el resto de pueblos del mundo. Con la conquista omeya fueron islamizados, cuando recientemente ya estaban cambiando al cristianismo, religión del imperio. Luego pasaron a ser controlados por la Sublime Puerta y el colonialismo de unos tipos paliduchos y desgarbados. Esos son los palestinos de hoy, los filisteos (Φιλιστινοί, philistinoí) de los que habla el Tanaj (Antiguo Testamento), que ya estaban en la región cuando llegaron las tribus de Israel hace tres milenios, a disputarles el control del territorio.
Y la diáspora judía son los herederos de los fanáticos follacabras que fueron impermeables a toda cultura que no fuera la suya, contra la que reaccionaban con virulencia. En mil novecientos años hubo un núcleo fundamentalista que demostró ser inmiscible con las sociedades de acogida, aunque es de suponer que muchos de sus miembros acabaron diluyéndose en sus sociedades. Creo que es un caso único en la historia, que si bien desde un punto de vista etnográfico es una maravilla (conservar la religión y la lengua, aunque sólo sea con carácter litúrgico, durante diecinueve siglos en pequeñas comunidades aisladas), desde el social es la crónica de un fracaso de integración. Cuando señalo al islam como el principal obstáculo a la integración de la inmigración de Próximo y Medio Oriente, insistiendo a sus miembros en que son diferentes y deben mantener esa diferencia a toda costa (el orgullo paleto), podemos imaginarnos la misma cerrazón mental en las juderías de la Europa medieval y el Magreb. Por supuesto que el sectarismo religioso de aquellas poblaciones era su reflejo especular, retroalimentando la segregación, la desconfianza y, finalmente, la animadversión entre al fin y al cabo conciudadanos.
Os pongo un ejemplo. No sé si sabéis la historia de la embajada de Hasekura Tsunenaga. Fue una misión diplomática que en el s.XVII un poderoso daimyohizo llegar a España para entablar relaciones con el que era entonces el rey más poderoso del Orbe, Felipe III. La cuestión es que parte de esa embajada no regresó a Japón, sino que se asentó en el lugar de arribada de la nave, en Coria del Río (Sevilla). Hoy, tan sólo 300 años más tarde, no podemos encontrar en Coria nadie que hable japonés, coma con palillos o se siente en cuclillas. Tampoco encontramos trazas de los colonos germánicos con los que el emperador Carlos III repobló Sierra Morena, más allá de una cierta prevalencia de cabellos claros y ojos azules en la zona.
Pero no debiéramos sorprendernos, es lo normal. En un lugar de tanta emigración como Galicia, estamos cansados de verlo. El emigrante que marcha, por ejemplo a Alemania, por ejemplo mi tío. Sin duda toda su vida siguió manteniendo fuertes raíces aquí; aún hablando alemán perfectamente, en cuanto llegaba al pueblo cambiaba naturalmente al gallego. Y cuando se jubiló, se hizo una casita y se vino aquí (aparte de que en la aldea cunde muchísimo más una pensión teutona). Sus hijos, mis primos, venían de vacaciones todos los años, también para que sus padres pudieran ver a los nietos. A pesar de ser alemanes guardaban aún una explicable referencia cultural gallega. Una vez fallecidos mís tíos, por aquí ya no han vuelto más que en contadas ocasiones, empezando porque a sus parejas alemanas no les hace ni maldita gracia venir a palurdolandia, donde para empezar ni siquiera entienden lo que dice la gente (eso que salen ganando, por otra parte). Y ya la tercera generación, los hijos de mis primos, han roto cualquier lazo con esta tierra y forman parte plenamente, como es natural, de la sociedad alemana. Todo ello en el curso de tres generaciones, poco más de medio siglo.
¿Comprendéis ahora la anormalidad de vivir durante diecinueve siglos en una sociedad y seguir considerándote ajeno a ella, un elemento especial, esencialmente distinto? Nada de esto sería posible sin el veneno de la religión hebrea, que desparramó su ponzoña por el mundo de la mano de sus dos hijastras, las cuales heredaron sus rasgos irracionales y sus impulsos más criminales, intolerantes y liberticidas.
Estas tres aberraciones de la razón, que son una sola a modo de desgraciada trinidad, están detrás del conflicto israelopalestino y de buena parte de las barbaridades y desgracias que han aquejado a la Humanidad estos últimos treinta siglos (los diez primeros, el mal estuvo acotado al tratarse de una religión nacional); generando diferencias artificiales y dinamitando la convivencia entre los pueblos, y dentro de los mismos (desgraciadamente me sobran los ejemplos, incluso actuales, Siria, Turquía, Yemen…).
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Impresionante la entereza de esta cría.
Ha dejado a todo un Estado a la altura del betún (posición a la que, por cierto, en España vamos cogiendo práctica, con las pulsiones fascistas que desata en buena parte de la población todo lo que tenga que ver con Catalunya), con un tribunal absolutamente ilegítimo condenándola por propinar un guantazo a un soldado completamente armado, tribunal que es incapaz de apreciar la injusticia de precisamente la misma presencia de ese soldado armado en territorio extranjero. Y es incapaz de apreciarla porque está en la misma esencia del Estado que le confiere autoridad (que no legitimidad).
Nos reiteramos: la única legitimidad que tenían esos dos mierdas en estar delante del domicilio de la familia Tamimi es el derecho de conquista. ¿Sabemos a qué mundo volveríamos de dar por bueno ese derecho? Imaginad dedicar buena parte de los recursos de nuestro Estado a fortificar los Pirineos con casamatas para defendernos de una hipotética invasión del poderoso vecino del Norte, de nuevo convertido en enemigo y potencial amenaza. También tendríamos que cavar trincheras en torno a Olivença, no fuera que a los portugueses les diera por recuperar ese territorio ganado durante la Guerra de las Naranjas. U orlar las playas y acantilados de baterías costeras para prevenir una invasión de la pérfida Albión o de piratas berberiscos. En suma, un mundo en el que se dé por bueno el derecho de conquista, el que hace valer Israel en Cisjordania, es una porquería de mundo, es volver a la barbarie de la fuerza elevada a la categoría de razón de Estado, a dedicar vidas y bienes a defenderse del resto de naciones o a atacarlas si se tiene la oportunidad. Es retroceder el calendario a Annual, al Somme, a Nanking, a los episodios más desgraciados de nuestra especie.
Es especialmente miserable la exigencia internacional, de la misma comunidad internacional culpable de la Nakba, a que las protestas palestinas sean pacíficas. Sin embargo, no existe una ocupación pacífica. Si mañana unos hombres fuertemente armados asaltan tu casa y expulsan a tu familia, no se puede decir que haya sido una acción pacífica aunque no haya habido ni un disparo, acaso ni siquiera un empujón ante la enorme disparidad de fuerzas. La ocupación es un acto violento continuo en el tiempo (igual que un secuestro), cuyo fin último es precisamente valerse del tiempo como legitimador del statu quo. Esta es la clave de bóveda del proceder israelí en el conflicto, lo sabe hasta un niño, sin embargo no lo encontraréis en las crónicas periodísticas de los monigotes que de la realidad no pasan del envoltorio. Con el curso del tiempo, mayor es el arraigo de los colonos y mayor el desarraigo de los exiliados, que acaban reconstruyendo su vida en otras partes del mundo. El engaño de las conversaciones de paz, tan cacareadas por la escoria periodística, son a todas luces un juego de trileros para ganar tiempo y afianzar las conquistas, parte de una estrategia de hechos consumados. Israel sabe que tiene la sartén por el mango, y que no tiene más que mover el balón y dejar que corran los minutos para ganar el partido.
Quien exige una respuesta pacífica a la ocupación está legitimando la agresión, negando el derecho de defensa. Porque la respuesta a una agresión debe ser proporcional, un intento de violación no justifica coser al agresor a tiros, si hay otra forma de repeler la agresión causando un daño no letal. Esa inmoralidad de justificar liarse a tiros contra cualquiera que, por ejemplo, penetre en tu domicilio puede valer en EEUU, pero no en un país civilizado. Ahora bien, que la defensa ante esos ejemplos de una violación o un robo tenga que ser proporcional a la amenaza, no implica que no pueda uno defenderse. Si se puede solventar con buenas palabras y mejores razones, mejor que emplear la violencia. Y la agresión que se puede repeler con un tiro al aire, con un golpe o con un disparo a partes no vitales, no justifica asesinar a alguien. Ahora bien, honestamente ¿alguien cree que con buenas razones se puede forzar a Israel a que se retire de los territorios ocupados? ¿Se les va a amedrentar disparando al aire, o de alguna otra forma no letal? La respuesta debe ser proporcional a la amenaza, y empleando la menor capacidad ofensiva posible. Pero es que repeler la agresión de un ejército con el armamento más sofisticado implica, no nos engañemos, emplear un poder militar igual o superior. Se ha intentado, por activa y por pasiva, sin violencia, con violencia de baja intensidad (piedras en las intifadas). Ya sólo queda el recurso a la violencia sistematizada. No es sólo el derecho del pueblo palestino, es su obligación.
Puesto en otros términos, si la cría de pelo turbulento, en vez de un hostión, hubiera volado la cabeza de ese par de niñatos con una recortada, estaría en su legítimo derecho. La acción sería más o menos inteligente (seguramente, mucho menos eficaz que el guantazo), pero perfectamente legítima, porque está repeliendo la agresión de unos individuos armados en la misión de ejercer un control efectivo sobre territorio extranjero. Igual que Boudica, Zenobia, Juana de Arco, Agustina de Aragón o María Pita, por citar el nombre de algunas conocidas heroínas. Por supuesto que también esos soldados tienen derechos. Tienen derecho a dar media vuelta y volver a su territorio, tras la frontera de 1947, que es en todo caso la legalmente establecida (y ya, como decimos, pueden darse por bien servidos pues es mucho más de lo que en buena lógica les corresponde). No hay, ni puede haber, reconocimiento del derecho de conquista. Entonces sí, tendrán legitimidad para defender su vida y su territorio. En invadiendo el de otros, es de elemental lógica que pueden ser sometidos al tratamiento al que todo ladrón se expone, y no pueden reclamar justicia (más que ante un cónclave de ladrones) ya que, en primer lugar, no deberían estar allí.
Es terrible reconocer que está justificado matar a alguien pues la violencia debe ser la última opción. Pero es que Israel no ha dejado otra opción, y someterse a su invasión y la limpieza étnica subsiguiente no puede ser una opción para nadie con dignidad.
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Nota: Hay un canal de YouTube muy interesante, en el que un fulano (canadiense, étnicamente judío y religiosamente ateo) intenta ilustrar el conflicto proponiendo preguntas sugeridas por los lectores a ambos bandos.
Para sorpresa de forofos de uno y otro bando: no hay seres de luz, a un lado ni otro del ominoso muro. Unos tiran de cinismo para eludir el dilema moral de fundar su prosperidad sobre el producto de un saqueo, con la altanería que da saberse con la sartén por el mango y el viento a favor (por ahora, pero a largo plazo la estrategia de granjearse el odio de todos tus vecinos es suicida). Los otros, una banda de garrulos alienados por el islamofascismo, el cual opera en las sociedades que infecta a modo de una lobotomia colectiva. Lo cierto es que el sumatorio de unos y otros podría ser una buena representación del paisanaje de cualquier rincón de España, paletos y granujas.
Por supuesto, como en cualquier rincón del mundo, también te puedes encontrar con personas inteligentes e íntegras, pero… son siempre una minoría que bastante tiene con sobrevivir entre lobos, incapaz de influir en el devenir de su nación.
No es cuestión de simpatías por unos u otros; sin duda los israelíes nos resultan más próximos por su nivel cultural equivalente (o superior) al europeo y su menor exposición al fanatismo religioso (aquí una muestra de tolerancia islámica entre la población palestina). Luego están las cucarachas ultraortodoxas, a los que hay que dar de comer aparte. Podrán ser más abiertos, liberales, cosmopolitas e incluso muchos de ellos paliduchos: pero nada de eso justifica la invasión de un territorio y la deportación de sus habitantes.
Amicus Plato sed magis amica veritas
Por cierto, y ya que declaro mi amistad, quiero creer que valiente y sincera. En los vídeos es continuo el lloriqueo de la parte palestina por la ocupación, causa primera y última de todos sus males. En realidad, de no haber existido nunca esa malhadada resolución 181 de la ONU, es más que seguro que hoy tendrían la misma mierda de vida que cualquier otro ciudadano de país árabe o arabófono ¿Por qué habría de ser diferente, si mucho antes del 47 ya Palestina era el actor más débil y despreciado dentro del mundo árabe? De hecho, y sin infravalorar las políticas segregacionistas (especialmente en vivienda) llevadas a cabo contra los árabes israelíes, hay que reconocer que bajo el yugo del ocupante judío disfrutan de una seguridad jurídica, de un abanico de derechos y libertades mucho más amplios que los que puede soñar cualquier ciudadano bajo un gobierno árabe. De hecho, el Estado de Israel ofrece más oportunidades (de educación y desarrollo personal) a sus indeseados ciudadanos árabes que las que disfruta cualquier joven jordano, sirio o egipcio, por poner un ejemplo. Y es como para hacérselo mirar. Porque cada pueblo tiene lo que se merece.

2 comentarios:

Frodo dijo...

Ese mapa denota un cambio grosero. Y en el texto hay numerosos buenos ejemplos. Mañana cuando esté más descansado lo voy a leer con mayor detenimiento.

Me voy para volver. Dos cosas:

¡Justo en mis páginas voy por el Deuteronomio!
https://frodorock.blogspot.com.ar/2018/03/el-evangelio-segun-frodo-deuteronomio-i.html

¿conocés esta canción de Ska-p?
https://www.youtube.com/watch?v=AyvXrGdn0jE

Abrazo!

Moscón dijo...

Muy buen tema, nunca lo había escuchado.
Los libritos "bíblicos"se fueron reformando ad hoc y llenando de aderezos épicos al punto de ponerle dulce de leche a los chorizos, así con el paladar intelectual confundido cualquier cita o el libro entero se usa como comodín capcioso tipo Zapata, si no la gana la empata.

Abrazo