183.210.720 $ pagó el estado en noviembre de 2015 a los laboratorios Gador y Richmond por una mezcla de pichín de gato, tierrita y jugo de ceniceros, todo bien batido y destilado con los pomposos nombres de sofosbuvir y declastavir para someter a la tortura de la esperanza a mas o menos mil pacientes con cirrosis o ya directamente deseando que alguien se muera y sea compatible para meterse el hígado del cadáver.
Además, claro, a seguir tomando ribabirina, que hace tan bien que casi no tiene efectos colaterales salvo algún intento de suicidio o pavadas por el estilo.
Y esto recién empieza, se espera a futuro compras como para venderle a 800.000 clientes, perdón, pacientes que no saben que tienen hepatitis c hasta que el médico se la invente.
Aquí el relato cuasi filantrópico.
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