En todos lados. Ahí está el poder. Paranoico, al decir de Symns, no es quien cree que lo siguen, sino quien, efectivamente, lo sabe. El panóptico occidental regula y normaliza cada una de nuestras andanzas, esas que con imaginaria condescendencia suponemos resultado de nuestra indómita rebeldía. Es que el poder nos constituye, como señalan los reduccionismos de academia. La aporía foucaultiana sobre un sujeto producido por el poder que, no obstante, tiene la capacidad reflexiva de desnudar sus dispositivos –cuestionándolos de una u otra manera-, es el resultado necesario de una estrategia intelectual que se propone pensar en términos relacionales: como el capital, el poder también es una relación. Mejor aún, es “la” relación social. Se cuece en los avatares de toda asimetría, carece en absoluto de estabilidad, goza de amplios márgenes de eficacia, constituye un precario equilibrio siempre susceptible de desestabilización. No hay lugares prioritarios. Palacios de invierno, Bastillas sediciosas o Cuarteles de Moncada. El poder está en todos lados produciendo los órdenes de lo qué puede o no decirse. De lo que puede o no verse. Lo imaginario y lo simbólico son resultado de su ejercicio. El poder señala el orden de lo real. Y viceversa. Lo real señala el orden del poder. Por eso, el sencillo acto de nominar –es decir, el ejercicio de atribuirle una cosa a una palabra, un significado a un significante- supone ejercerlo. Es, claro, una dimensión consustancial a toda escritura. Aún a estas desinteresadas líneas que se proponen ilustrar a Foucault con los enunciados de una de sus más ilustres divulgadores. La selección ricotera que ofreció el Indio hace algunas semanas fue perfecta. Faltó, quizás y sólo para evitar el elogio indisimulado y unánime de que se ha hecho acreedor Solari, Vencedores Vencidos. Previsible en una escenografía que, esta vez, adquirió matices políticos redundantes. Cuando los ecos de la genial creatividad gibsoniana de Skay sonaron con el riff introductorio de “El arte del buen comer”, toda la politicidad de que todavía es capaz el Indio se condensó en algunas frases. La letra, precisamente, señala esa microfísica del poder de la que se vanagloria el idiota contemporáneo: Las grandanesas que se salen de la blusa como horizonte de deseo y la sal de melodrama por si las cosas se ponen, valga la redundancia, “duras”. Nos burlamos de ese idiota, de sus zanahorias atadas a la espalda, de sus risas de Banron B cantando, todos juntos y a coro, versos como estos que siguen:
Tuvo un golpe de audacia y se dio
de timbero fogoso y feroz,
de los que nunca muestran todo el mazo.
de timbero fogoso y feroz,
de los que nunca muestran todo el mazo.
3 comentarios:
este lo entendì. El de la matematica, demasiado para mi.Ud. es de paladar negro.
Ta bueno.
Nilda, el vorticial es como la semántica general de las matemáticas.
Soy bastante nabo con los números y me costó entenderlo, pero cuando le enganché la vuelta lo entendí al toque.
Dani, por lo general tiran buenas lecturas la gente de esta revista.
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