domingo, 29 de mayo de 2016

NO NOS PREPARAN PARA LO IMPREVISTO

Resultado de imagen para alumnos

Constantino subió al trono del Imperio Romano en el año 306 d.C.
En ese momento el cristianismo era tan solo una secta oriental con escasa implantación que se caracterizaba por lo molesto que resultaba el fanatismo de sus miembros, que se negaban a aceptar muchos aspectos de la autoridad imperial que desde Roma se exigían.
El Imperio Romano pre-cristiano fue un imperio esclavista y sanguinario al que se pueden achacar muchos pecados, pero nunca se caracterizó por la intolerancia religiosa; es más, aceptaba de buen grado que sus súbditos rezasen al Dios que les viniese en gana, lo que no podía permitir es que se negase la autoridad del Emperador, que es lo que hacían en algunos aspectos los fanáticos seguidores de Cristo, y lo que provocó las persecuciones de Nerón, Domiciano, y en menor medida Trajano. A Domiciano le importaba bastante poco en qué Dios creían sus súbditos, mientras pagasen impuestos, pero quería que se le llamase “Divino”, y los cristianos preferían morir antes que hacerlo. Con todo, se estima que en las cuatro persecuciones generales del Imperio Romano contra los cristianos, que tuvieron lugar a lo largo de 300 años, murió menos gente por motivos religiosos que, por poner un ejemplo, durante la Matanza del Día de San Bartolomé, cuando el 23 de agosto de 1527 los católicos franceses masacraron a más de 10.000 protestantes en menos de 24 horas.
Si alguien hubiese levantado la voz en el momento de la entronización de Constantino y hubiese predicho que esa secta fanática aún perseguida estaba a punto de convertirse en la religión oficial del Imperio más grande del mundo todavía estarían resonando las carcajadas de los que le rodeasen: sería algo parecido a insinuar ahora que la religión Yedi será el credo oficial de Arabia Saudí en 2025 y, por cierto, una locura similar a la que habría supuesto decir en el año 600 d.C que la religión que rige ahora los destinos y condiciona los pensamientos de los saudíes, nacida de la visión de un comerciante de edad madura de la Meca, saldría del desierto y en menos de un siglo barrería dos imperios y conquistaría medio mundo.
Asimismo, también habrían tratado como locos a los que hubieran dicho que Lenin, ese pequeño hombrecillo de aspecto enfurruñado que volvía a Rusia desde Suiza al final de la Primera Guerra Mundial, sería en unos años dueño de Rusia.
Pero  la única certeza que se tiene de la Historia, así, con mayúsculas, es que carece de rumbo.
Ahora cualquier historiador puede justificar de mil maneras diferentes, basándose en parámetros económicos, demográficos y sociológicos -en eso la historia se parece a la economía: predice muy bien el pasado-  que el Imperio Romano acabaría siendo cristiano, que surgiría el Islam o que Lenin tomaría el poder en Rusia, pero lo cierto es que en tiempos de Constantino parecía mucho más probable que el Maniqueísmo (del que no queda ni rastro) fuese elegido para ser el credo del Imperio, que nada podía hacer prever en el año 600 que lo que quedaba del Imperio de Bizancio no sería capaz de rechazar la primera Yihad musulmana, y por supuesto nadie habría apostado un rublo en 1913 a que los bolcheviques impondrían su credo a sangre y fuego en medio mundo en unos pocos años.
Este razonamiento es si cabe más cierto si nos referimos al ámbito de la ciencia y la tecnología, donde las cosas son absolutamente imprevisibles: las películas de la saga Regreso al Futuro, en los años 80, imaginaron un mundo lleno de coches voladores, algo que está en el subconsciente colectivo y sin embargo estos aún no existen, pero casi nadie podía imaginar hace tan solo unos años la existencia de Internet…
Y si la historia no es previsible, la economía no es previsible, los saltos tecnológicos no son previsibles; ni siquiera la forma en la que evolucionan los esquemas mentales bajo los que contemplamos el mundo sigue unos parámetros previsibles, ¿por qué tenemos un sistema educativo que no prepara para el cambio?
El objetivo declarado y no discutido por ningún partido político, ni por el conjunto de la Sociedad, del sistema educativo es preparar individuos para enfrentarse al mundo laboral. Todo el sistema educativo, desde primaria hasta los doctorandos, se basa en una dualidad: preparar al individuo para ser útil a la sociedad tratando de darle al tiempo las herramientas que necesita para sobrevivir en ella.
Y sin embargo, no nos prepara para reaccionar ante lo nuevo: el sistema de calificaciones, da igual en qué punto de la escalera educativa te encuentres, está basado en la asimilación de conceptos, muchas veces obsoletos, y el aprendizaje de datos, muchas veces inútiles.
No se enseña al estudiante a pensar, a razonar, a reaccionar ante situaciones de incertidumbre, e incluso los centros y universidades que se vanaglorian de hacerlo, lo que hacen en realidad es transmitir “recetas” ante problemas.
Y lo cierto es que muchas veces con las “recetas”, con saber hacer las cosas como suelen hacerse, es suficiente. Pero cuando las cosas cambian, cuando se desata la tormenta, de nada sirven “recetas” y puede darse el caso de que en los próximos años poco de lo que se enseña en colegios y Universidades sirva para algo y solo los que aprendieron a pensar, a asimilar nuevos conocimientos y nuevos esquemas mentales -a razonar y a imaginar al fin y al cabo- tengan alguna posibilidad de salvarse del naufragio.
Fuente:

Raúl Pérez Ponce el 29 mayo, 2016 

viernes, 27 de mayo de 2016

QUE CONSIDERAN QUE SOMOS LOS QUE HOY NOS GOBIERNAN

GONZÁLEZ FRAGA HINDUISTA HIJO DE PUTA

HIJO DE PUTA!!!!
Economía viernes 27 de mayo 2016
 
El economista defendió el proyecto económico de Mauricio Macri en contraposición con "la burbuja de crecimiento populista" que a su entender impulsó el kirchnerismo

"Venimos de 12 años en donde las cosas se hicieron mal. Se alentó el sobreconsumo, se atrasaron las tarifas y el tipo de cambio... Donde le hiciste creer a un empleado medio que su sueldo servía para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior", aseguró en diálogo con Luis Novaresio en radio La Red.

El hinduista González Fraga separa a las personas por castas. Así, como en la india, están aquellos que están condenados a ser mendigos según lo indica su religión y su padre le quiebra un hueso para que el producto de su mendicidad aumente y están también los condenados al éxito, simplemente por su sangre, su cuna, su color, o sea la casta a la que pertenecen. Parece que el hinduismo llegó a la Argentina. ¡Cómo un simple empleado va a pretender pasar una semana de vacaciones en Brasil, o tener un celular nuevo, si pertenece a la casta de los esclavos!  Hay una corrección que hacerle a la frase de este hijo de puta: No le hicieroN creer a un empleado "medio" que podía irse de vacaciones a Brasil o comprar un plasma. El empleado medio PUDO conocer Brasil, PUDO comprar un celular, PUDO comprar un autito. PUDO. 

Sistema de castas de la India
De Metapedia

El sistema de castas de la Inda se refiere a una forma de estratificación social establecida, en forma tradicional y prescriptiva, por el hinduismo (brahmanismo) en laIndia, la cual clasifica a las personas dentro de la sociedad en cuatro grandes castas. En forma general, 'casta' se refiere a cualquier forma de estratificación que pone énfasis en factores heredados o de nacimiento del individuo para clasificarlo socialmente.
El asunto racial en India es, en gran medida, social, como herencia de la invasión indo-aria, en la que los invasores, de procedencia europea y autodenominados arya, impusieron una segregación racial mediante rígidas leyes religiosas para evitar elmestizaje con la población aborigen que los superaba en número, cosa que lograron en gran medida durante 900 años, que es el tiempo que duró la civilización védica. Así, las castas bajas tienden a ser de un tono bastante oscuro, mientras que las castas altas, portadoras de más sangre aria, son de piel más clara y abundan más en rasgoseuropoides.
El término hindú para castavarna, significa "color", y se distinguía entre el Aryavarna(literalmente, "color noble") claro y asociado a la nobleza, de los invasores blancos y rubicundos, y el oscuro Dasavarna (literalmente "color enemigo") de los aborígenesdravídicos pre-indoeuropeos, llamados los dasyu o dasas ("enemigos"). Las castas eran totalmente impermeables y sólo procreaban entre ellas. Las familias más nobles constituían las castas altas, mientras que las familias "plebeyas" y los descendientes de los indígenas sometidos, constituían las castas bajas.
Estos aborígenes eran pueblos australoides extremadamente primitivos que eran considerados subhumanos, espiritualmente impuros y animalizados por los arios, y que se hallaban sobre todo en las selvas del sur de India.
El sistema de castas fue desafiado por el budismo, la principal disidencia del hinduismo, y flexibilizado (reciéntemente en el siglo XX) por los movimientos de derechos sociales. La prédica del Mahatma Gandhi contribuyó a una sociedad no dependiente de los preceptos religiosos.
¿Novaresio, cómo no fuiste capaz de putearlo?

domingo, 15 de mayo de 2016

miércoles, 11 de mayo de 2016

POR MÉRITOS PROPIOS

Resultado de imagen para trabajador



A veces lo que puede parecer una ventaja se convierte en un terrible inconveniente.
Desde el siglo XVI y durante más de 200 años los conquistadores europeos importaron millones de esclavos africanos para que trabajasen en las plantaciones y minas americanas. Los esclavistas del Nuevo Continente se aprovisionaban en África, y no en Asia (por ejemplo) por tres motivos fundamentalmente: el primero, porque ya existía un comercio de esclavos bien desarrollado entre las plazas esclavistas africanas y Oriente Medio, y es mucho más fácil utilizar un mercado que ya existe que crear una infraestructura de la nada; el segundo, de proximidad geográfica: Senegal está mucho más cerca de América que Indonesia, lo que hacía que fuera mucho más barato importar esclavos desde África, ya que al ser el viaje más corto había más posibilidades de que los desdichados cautivos sobreviviesen a la penosa travesía en las entrañas de los barcos negreros, y el tercero, el más importante: el genético.
Las plantaciones americanas en lugares como Alabama, Haití o Brasil estaban infestadas de mosquitos transmisores de enfermedades como la malaria o la fiebre amarilla, que eran enfermedades originarias de África. Los africanos se habían visto expuestos a estas afecciones durante siglos y habían adquirido cierta inmunidad, lo que les hacía mucho menos vulnerables que otras razas a unas enfermedades ante las que los europeos estaban totalmente indefensos. Por eso era mucho más sensato para el dueño de una plantación, si quería proteger su inversión, gastar su dinero en un esclavo africano en lugar de hacerlo en uno europeo o asiático, ya que estos últimos posiblemente caerían mortalmente enfermos en su nuevo destino a las primeras de cambio.
Pero el dinero no lo mueve todo -al menos no nos gusta creer que es así- y los dueños de plantaciones americanas se negaban a aceptar que los señores que se deslomaban para ellos de sol a sol, los que labraban sus tierras y perforaban sus minas, eran esos y no otros solo por motivos económicos. Los colonos europeos, en el fondo, no solo querían ser vistos como exitosos empresarios, sino como gente justa y piadosos de Dios: había que encontrar una justificación para su superioridad respecto a aquellos a los que esclavizaban y se acudió a la Teología, que explicaba que los negros descendían de Cam, uno de los hijos de Noe, que portaba la maldición divina de que su descendencia sería esclava; o a la Ciencia, con médicos y biólogos cuyos estudios sesgados demostraban una y otra vez que los negros eran menos inteligentes, más promiscuos y con una moral menos consistente que la de sus amos blancos, lo que les hacía merecedores de su destino.
Y esas teorías seudocientíficas, nacidas para aliviar los sentimientos de culpa que pudieran albergar los que portaban el látigo, encontraron fértil acogida en suelo norteamericano, donde todavía hoy un porcentaje muy alto de la población funciona con esquemas mentales que se adecuan a esos principios, hasta el punto que en una fecha tan cercana como 1958 un estudiante negro que solicitó matricularse en la Universidad de Mississippi fue ingresado en un psiquiátrico, al considerar el juez que un negro que se creyese capaz de entrar en la Universidad tenía que estar loco por la fuerza.
Es curioso, pero la superioridad genética original (en términos de resistencia a la enfermedad) se tradujo con el paso de los siglos en términos de inferioridad social, en un círculo vicioso que llega hasta nuestros días: da igual que en la Casa Blanca se siente ahora un negro, que el deportista mejor pagado del mundo sea un negro (el boxeador Mayweather) o la presentadora de televisión más influyente y con mayor sueldo sea negra (Oprah Winfrey), si eres negro en Estados Unidos tienes muchas más posibilidades de ser pobre, no poder acceder a una buena educación o morir bajo los disparos de la policía que si eres blanco.
Círculos viciosos como este, que nacen de acontecimientos históricos puntuales o de circunstancias accidentales, se perpetúan en el tiempo en todas las facetas de nuestra sociedad, ya que la discriminación injusta suele empeorar con el tiempo: el dinero llama al dinero, la pobreza a la pobreza, la cultura llama a la cultura y la ignorancia a la ignorancia.
Si acudimos a la lista de las mayores fortunas del mundo vemos que  la mayoría de los milmillonarios son herederos, y que incluso entre las fortunas de nuevo cuño, las forjadas a partir de cero, la mayoría de los millonarios ya pertenecían a la élite de la sociedad (las familias de gente como Bill Gates o Carlos Slim estaban perfectamente relacionadas y sus hijos tuvieron acceso a la mejor educación y a los mejores contactos). Es cierto que existen casos de millonarios o dirigentes políticos salidos de guetos, pero lo normal es que las élites se perpetúen y los guetos también.
Así, los buenos empleos suelen ir a parar a gentes de clases altas, mientras que  la gente de clases medias y bajas, salvo en casos excepcionales, han de conformarse con empleos peor remunerados y de menor poder, aunque solo sea por una cuestión de contactos: la gente que va a buenas universidades conoce a gente cuyas familias ya tienen una red formada y el círculo se cierra.
Además, en el mundo laboral muchas veces se confunde causa y efecto cuando, en los procesos de selección, se da por supuesto que haber estudiado en una universidad de élite o haber trabajado como becario en ciertas firmas especialmente valoradas es una muestra de la valía del candidato, cuando como demuestra el caso de la lista filtrada con los “enchufados” en cierta prestigiosa compañía, suele ser más bien al contrario: tus contactos te garantizan una buena entrada en el mundo laboral que posteriormente se traduce en una carrera más exitosa (en general) que la de aquellos que no salieron desde la primera línea de salida.
Y supongo que será un sesgo cognitivo, pero casi todos los que en nuestra sociedad consiguen un cierto status tienden a creer que ha sido por méritos propios, “porque yo lo valgo”, gracias a su dedicación, esfuerzo y talento, sin darse cuenta de que generalmente han tenido el camino bastante más despejado que la gente igualmente válida que trabaja para ellos.
Y en esa actitud de neoliberalismo mal entendido tendemos a creer que aquellos que no gozan de nuestra situación no es porque no hayan tenido nuestros privilegios, sino por algún fallo de su carácter. No digo que aquellos que han ido a una buena universidad o han tenido acceso a ciertas entrevistas no sean válidos, o que no merezcan su posición, solo digo que deberían ser más conscientes de que parte del secreto de su éxito puede encontrarse más allá de ellos, algo que sistemáticamente se niegan a aceptar.
Lo de que los seres humanos somos iguales es una mentira piadosa que ni siquiera es cierta metafóricamente, un mito que ha inventado nuestra sociedad, un mito como otro cualquiera en el que, a un nivel profundo, nadie cree.
Pero yo sí creo en otra verdad: que todas las personas deberían tener las mismas oportunidades para desarrollar sus potenciales, y la sociedad actual, aunque posiblemente sea la más igualitaria de la historia, una sociedad que se define a si misma como meritocrática, está muy lejos de serlo.

martes, 10 de mayo de 2016

LA MIRADA DEL MENDIGO


10 mayo 2016

Steven Weinberg

Filed under: religión — Mendigo @ 18:39 
La religión es un insulto a la dignidad humana. Con o sin religión, siempre habría personas buenas haciendo el bien y gente malvada haciendo daño. Pero para que las personas buenas hagan el mal, hace falta la religión.
Steven Weinberg, Premio Nobel de Física en 1979 por desarrollar una teoría unificadora del electromagnetismo y la fuerza nuclear débil.
+
Sólo debo añadir una precisión: la Patria como sucedáneo de la religión, nuevo Dios entronizado en el s.XIX cuando los Dioses convencionales empezaban a provocar más burla que adoración en la irreverente y cáustica Europa.
+
En las arenas del creciente fértil, la superstición aún consigue movilizar ejércitos.
Por cierto, hablando de los follacabras. Han sacado recientemente una serie de vídeos amenazando a Israel. No creo que esta gente haya tenido apoyo directo del estado sionista, pero desde luego es el principal beneficiado de su existencia: hoy Siria ha dejado de ser su principal amenaza a ser un montón de escombros. Pero esto no quita que esta panda de descerebrados intente algún ataque efectista desde la zona fronteriza entre el Líbano, Siria y Jordania, donde tiene hoy presencia, o desde el Sinaí, contra posiciones israelíes.
Por supuesto, la posibilidad de que estos piojosos representen una amenaza relevante para el Tzáhal es nula. Con cuatro carros soviéticos de la guerra fría no se pone en jaque a la mayor potencia militar del Mediterráneo Oriental. Ahora bien, una serie de golpes de mano bien pensados, incluso una incursión momentánea en territorio controlado por Israel, serían inmediatamente transmitidos por las televisiones de todo el mundo, y supondría una descomunal operación de propaganda y legitimación del Estado Islámico en el mundo musulmán. Presentarse como defensor de la Umma, y del increíblemente manipulado pueblo palestino, representaría un triunfo comunicativo que reportaría enormes réditos en el plano militar (aflujo de nuevos descerebrados, de Marruecos a Filipinas, pasando por Berlín y Uzbekistán). Es tan buena la idea, que me pregunto cómo es que aún no lo han llevado a cabo.