Que difícil se hace vivir en la hibridez de una clase política hijadeputa y estúpida, y su claqué variopinta.
La Moral tiene su base en cómo las sociedades obtienen su energía
Escribía Marx, ahí donde lo dice, que hasta entonces los filósofos habían estudiado el mundo, ahora los comunistas iban a cambiarlo.
Es evidente que los comunistas no han cambiado mucho el mundo, así que los Filósofos Naturales (o sea los científicos) tienen que explicar las cosas, tras estudiarlas a la luz del Método Científico.
☼ La primera sorpresa que encuentra el estudioso del Comportamiento es que la Moral, es decir, lo que es justo, lo que se debe aplicar a todos igualmente, es una característica pre-humana.
Numerosos experimentos hechos con monos demuestran que si son tratados diferente, por ejemplo si como el premio a la misma acción a unos se les da una verdura sin sabor, y a otros una banana u otra fruta sabrosa, los que han sido injustamente tratados y ven que al otro grupo se le ha favorecido, entran en ataques de furia, le tiran la papa al científico o se niegan a comer.
Extendiendo estos estudios a chimpancés y a niños de corta edad los resultados demuestran que el sentido de lo justo y lo injusto es innato y completamente extendido.
Esto tiene que tener un valor adaptativo de reproducción, o no sería así, el problema es que las sociedades no tienen los mismos valores y no consideran bueno o malo, justo o injusto lo mismo, y no en el mismo grado.
“Unos mucho y otros nada
Y eso no es casualidad.
[ Si la cosa es despareja,
alguna razón habrá (bis) ].
Que venga el trigo, que venga el máis que venga el choclo pa’deschalái”.
☼ Desde la Era Glacial
Durante 100.000 años y más los seres humanos y sus antepasados pre-humanos vivían de la colecta y de la caza y la pesca. Era un modo de vida que en Inglés se llama foraging, en Español, recolectores, y si bien se considera ha sido el modo de vida con más éxito y duración: un millón de años, si Uds quieren. Todavía existen sociedades recolectoras y eso en todos los continentes, hasta en Europa.
Hace unos 20.000 años al fundirse los hielos del Polo Norte, aparecieron condiciones aptas para el cultivo. Esto no ocurrió de golpe ni en todas partes, y es asombroso que primero aparecieron los templos, cuando las sociedades eran todavía recolectoras, esos cazadores levantaron templos, y luego surgió la agricultura, y no la agricultura primero y luego las ciudades y los templos, como nos enseñaron en las clases de Historia; hoy se sabe que primero fueron los templos, luego el cultivo de los campos y las ciudades.
☼ 1º Las sociedades recolectoras. Fueron las únicas durante decenas de miles de años, y aún existen, en algunos rincones del mundo donde han sido apartadas por la siguiente ola, la de los agricultores y pastores. Estudiando los antropólogos las realmente existentes en muy diferentes partes del mundo, y la arqueología coincide con sus resultados o sea que coincidencia en el tiempo y en el espacio, estas sociedades son claramente igualitarias.
Las cosas generalmente las poseen en común, o casi todas, y los territorios en que habitan, los ríos donde pescan y beben, los árboles de los que viven, las manadas de bisontes, nadie puede alzarse como cacique porque lo quitan, y si es muy insistente lo matan –no son sociedades muy amables, y los famosos !kung que tanto le gustan a Mujica se matan entre ellos más que en las calles de Montevideo, una ciudad muy homicida.
Estas sociedades recolectoras consumen unas 6.000 kcal/persona/ día como alimento y algo como combustible, queman leña y bosta seca. El crecimiento de la población en ellas es muy lento, ahora, y fue muy lento en el pasado. Los escasos recursos energéticos acumulables y la crudeza del medio natural hostil, sobre todo las hambrunas que ocurrían a veces pero que acababan con gran parte de los habitantes de estas pequeñas comunidades [entre 10 y 30 personas] no favorecían el crecimiento de la población, que era de unos 5 millones de cazadores recolectores en todo el mundo, unos 10.000 años antes de Cristo. Cinco millones de personas, eso eran todos los seres humanos que había, probablemente el planeta no puede sustentar mucho más de 5 millones con ese modo de vida: caza, pesca, recolección de frutos, semillas y tubérculos y caracoles e insectos comestibles grandes.
A cambio, el índice Gini de estas sociedades muy igualitarias es como 0,25 -índice 1 indica total desigualdad [hay Uno que lo posee todo y los demás, nada], índice cero, total igualdad, ya veremos cómo este útil índice nos permite entender cambios sociales.
La moral del recolector. Apropiada a su entorno y bajo consumo de energía, comparten alimentos y tareas, incluso pueden compartir sus mujeres, y todos vigilan y chismorrean para que nadie sea más que nadie. Si hay conflictos con otros grupos parecidos se trata de guerras poco cruentas y enfrentamientos muy formalizados, no hay guerras de conquista propiamente dicho, porque no hay mucho que conquistar ni permanecen mucho tiempo en el mismo lugar.
Una cosa que cuentan los observadores, que a menudo ambas tribus “en guerra”, los hombres jóvenes se alinean pero lejos unos de otros, fuera del alcance de sus venablos, cantan, bailan y se insultan, y muchas veces entre los dos bandos corren una cantidad de viejas que insultan, estimulan e incordian a los guerreros, que como son jóvenes, ágiles y de buena vista no les aciertan los venablos, pero las incordiantes viejas cegatas suelen ser alcanzadas por los proyectiles por lentas y mala casualidad.
Tras unas pocas bajas, cansados y sin ya espíritu hostil, se van cantando y bailando para sus casas, y lo recomenzarán, cuando ocurra y les parezca o alguna excusa se presente.
☼ Las sociedades de Agricultores y Ganaderos. Hace unos 10.000 años se inventó la Agricultura en La Media Luna de las Tierras Fértiles (donde hoy Irán e Irak son más bien un desierto). Existían especies cereales apropiadas para el cultivo, que ya habían sido recolectadas desde siglos, se dieron cuenta que si las plantaban podían contar con una cosecha, en su momento.
La riqueza en especies animales y vegetales y la variedad de pueblos, lenguajes y culturas ya existente con anterioridad hizo de esta región, y ese tiempo, la Cuna de la Civilización -aunque es posible que en China y en América Central se desarrollaron civilizaciones aisladas de esta influencia, y las plantas que cultivaron son otras.
El asentamiento de las poblaciones, primero en pueblos como Jericó, [habitada desde hace 11.000 años] luego en ciudades como Babilonia, en Egipto, en las capitales de la China tuvo grandes consecuencias.
Una de ellas es El Modo Asiático de Producción ◄ [enlace en francés, siendo el enlace en Wikipedia en inglés una diatriba contra el marxismo, y el enlace en Wikipedia en español, mucha gracias jesuitas y Opus, directamente no existe ] basado en la posesión por el estado de toda la tierra y su producción, y en obras hidráulicas, y en feroz tiranía desde la cúspide de la pirámide social: poca duda puede caber de que era así, hasta los griegos de cuando Herodoto lo denunciaron.
Otra de ellas importante son las Guerras de Conquista, crueles Reyes guerreros que masacran poblaciones y arrasan ciudades, es la norma en el Cercano Oriente, en Egipto, Israel, Babilonia y está aprobado y bendecido por los libros sagrados, por la Biblia de los hebreos por ejemplo, por la Ilíada también.
Ya no eran batallas meramente aparentes, o para robar algunas mujeres, sino guerras tremendas de conquista, y los nombres de tiranos como el Asirio Tiglath-Pileser, Ciro el Grande, conquistador del mayor imperio hasta entonces conocido, tiranos que al arrasar una ciudad hacían una pirámide con las cabezas, o los brazos de los derrotados, y esclavizaban a todos los supervivientes, o para mayor horror, pues estos eran de sociedades de agricultores, los bárbaros pastores de las estepas del Asia central, aún más crueles, como Gengis Khan, Kublai Khan o el máximo destructor de todos, Tamerlán.
La Moral de los Granjeros. Aunque la calidad del alimento quizás fue peor que era con los Recolectores, estos agricultores y ganaderos contaban con alimento en bastante abundancia, si bien monótono -farinetas, leche, tortas de avena, pan, luego cerveza…- su salud empeoró (los esqueletos muestran mala mineralización, [ 1↓ ] más corta vida, enfermedades infecciosas transmitidas por sus animales domésticos) pero en cambio la población se disparó, pues la energía de estos alimentos se dirigió al aumento de la población.
El índice Gini se disparó, las desigualdades aumentaron, las personas que advirtieron que les convenía apoyar a las jerarquías prosperaron.
Todos estos grupos de Agricultores, Granjeros y Pastores consideraban que ser desigual era bueno, que una sociedad justa no era aquella en que todos eran tratados más o menos igual, sino una en que algunos individuos propietarios, más fuertes y sabios (o que lo habían sido sus antepasados) merecían poseer mucho más que otros y las religiones santificaban esa diferencia; que era justo tener esclavos, que era justo que las mujeres estuvieran sojuzgadas a los hombres y eran su propiedad -incluso hoy en algunas de estas sociedades por ejemplo en la India y en Arabia, si una mujer es violada, no por culpa de ella, se tiene que suicidar lo mismo por haber manchado el honor de su familia y dueño- Porque los hombres terratenientes, libres, ricos y aristócratas eran mejores que los demás, eran como dioses: en el caso de Faraón, de los reyes de Babilonia, de los reyes aztecas e incas, incluso de los emperadores de Roma, eran efectivamente dioses, o por tal se los tenía.
La humanidad, que habían sido unos 5 millones de Recolectores 10.000 años antes, ahora eran 250 millones de Campesinos en el año 1 de la era cristiana, que consumían unas 30.000 kilocalorías por día, trasladadas al incremento del número de personas. Y la humanidad siguió aumentando en número.
Esas 30.000 kCal/día incluye el alimento, el calor quemando leña, y la energía empleada en la incipiente industria y manufactura, cerámica, vidrio, metales, barcos de guerra y armas.
Esta sociedad triunfó y se extendió por todo el mundo, hacia el año 1500 casi toda la humanidad era incluida, pero hacia el año 1800 un gran cambio en el modo de producción y consumo de energía va a extenderse.
En la Francia antes de la Revolución, que era una sociedad de Aristócratas terratenientes, el índice Gini asombrosamente alcanzó el 0,6: el Uno lo poseía casi todo y unos pocos aristócratas poseían todo: muchos franceses comían piñas de pino hervidas, no tenían pan mucho menos “manger de la brioche” -comer tortas dulces, como dicen que dijo Marie Antoinette.
Hacia el año 1800 en que ocurre otra Revolución Social y Energética, la población humana de los Pueblos Agricultores ya era de Mil Millones de personas –1 billion como dicen los anglosajones. Mil millones que vivían de la tierra y su cultivo, con poca importancia de otras entradas.
La moral aristocrática de los Pueblos Agricultores la conocemos por numerosos documentos, aunque el problema puede pensarse que es, que los que escribían eran todos hombres y ricos, normal que esos pensaran que eso era lo justo y moral, pero que los pobres y las mujeres no pensarían igual -total error, eso. Los pobres, esclavos y siervos, mujeres de la plebe, soldados y artesanos, labriegos, curas y marineros, todos pensaban igual que sus clases dominantes e intelectuales, todos compartían esos valores aristocráticos. A lo sumo cuando las élites eran evidentemente rapaces en exceso, crueles al máximo y el hambre y la pobreza, la peste y la guerra asolaba a la gente del común, el populacho podía culpar a Ministros, Nobles y Curas pero raramente a los Reyes y al Papa.
Resistir violentamente al mal gobierno local ocurría, y con frecuencia, pero derribar la autoridad divina del Rey eso no lo concebían, y aún si derribaban al Rey, ponían a otro rey -por ejemplo, Oliver Cromwell, que mató al Rey Charles I de Inglaterra, y se puso él de dictador Lord Protector, aún mas autócrata que el Rey.
Un ejemplo bien claro ocurrió con Henry VIII de Inglaterra, cuando el pueblo muy harto de su tiranía se levantó en una verdadera revolución popular, the Pilgrimage of Grace, [peregrinación de gracia, una revolución católica ] contra el Rey y su feroz ministro Thomas Cromwell y tomaron la ciudad de York, decenas de miles que superaban a las tropas 10 a 1 y pudieron haber tomado Londres y hacer caer al monarca . Pero unas cuantas promesas del Rey los calmaron, y en cuanto se disolvieron y tuvo una excusa ejecutó a sus líderes.
Esto era así en toda Europa, en China también, hasta en Rusia del Zar, que los esclavos se levantaban contra los boyardos no contra el Zar de Rusia, la Tercera Roma.
Este cambio de mentalidad de la sociedad recolectora matriarcal a la sociedad agricultora de reyes dioses y patriarcas, tiene un ejemplo clásico griego muy interesante en Orestes. Es como si fuéramos testigos del momento de ese cambio de mentalidad social y religiosa. Orestes, hijo del Rey Agamenon que al volver triunfador de la Guerra de Troya con la princesa Cassandra como su barragana, su esposa Clytemnestra reina con su amante Aegisthus, mata al Gran Rey Agamenon.
Orestes luego mata a su madre para vengar la muerte de su padre el Rey, y en la Odisea es puesto Orestes como ejemplo heroico a Telémaco [hijo de Ulises / Odiseo y Penelope], pero en la estricta tradición Orestes al matar a su madre es culpable y debe morir. Las Furias Eumenides [ Erinyes ] que representan el Matriarcado anterior lo persiguen y lo vuelven loco, pero Esquilo en su obra de teatroEumenides, lo lleva a un juicio por jurado en Atenas, donde es declarado inocente -y ese juicio tiene su cosa, pues el jurado empata en su decisión, léanlo y saquen consecuencias.
Adele Änggård en su libro A Humanitarian Past: Antiquity’s Impact on Present Social Conditions [ que tengo delante mio, edición e-book] dice que los documentos griegos y su arqueología demuestran que sabían de las condiciones más igualitarias anteriores, antes que hombres de hierro como Orestes impusieran su ley de la fuerza y violencia sobre la mujeres y los débiles.
☼ 3ª. La Nueva Revolución Moral Industrial
La moral de los Agricultores y Ganaderos, aristócratas y esclavistas, en que las poblaciones obedecían a autócratas cuyo poder emanaba de los dioses va a cambiar con la Revolución Industrial, cuando la humanidad accede a nuevas formas de energía, energía fósil acumulada durante millones de años y que ahora esa energía térmica aprende el hombre a transformarla en movimiento, y en trabajo.
Ese momento se quiere plasmar en el 1800, eso es por el peso prepotente de los historiadores ingleses -una verdadera industria, y los historiadores americanos hechos a su imagen y semejanza- que dicen que la Revolución Industrial tuvo su cuna en Inglaterra, en el siglo 19 o a finales del siglo 18, ocultando los valores de otras naciones europeas por la rivalidad y envidia nacionalista que tienen.
No fue así, y tengo demostrado, y es cosa sabida en Europa pero ocultada en Gran Bretaña y EEUU, que el origen de la Revolución Industrial es en Holanda, en el siglo 17, no en el siglo 19 en Inglaterra.
► Bancos, Bolsa y Turba: cómo los Países Bajos derrotaron a la España Imperial
Holanda derrotó a la España Imperial, ¡y a Inglaterra y Francia! Ese ridículo pantano que son los Países Bajos poseía turba, y abundaba en ríos y arroyos por los que era fácil trasladar el combustible hacia las ciudades holandesas. Ese combustible, bien pobre en calorías por cierto, alimentaba su industria y hasta esa pobreza fue suficiente para superar a los países que no lo tenían, o que como Inglaterra e Irlanda no podían transportarlo barato largas distancias, o que carecían de turba como España y Francia.
La prepotencia de los crueles holandeses arrasó con esos países -su inteligencia y dominio de las artes financieras también cuenta, pero eso fue posible porque tenían una base industrial y comercial- hasta que la turba se les agotó, y su dominio en Norteamérica, en Asia, incluso en África pasó a manos de los ingleses, que tenían EL COMBUSTIBLE, el carbón.
La Revolución Industrial en Holanda quedó en un precursor, porque no inventaron la máquina de vapor, que al transformar la energía calórica en movimiento y en trabajo permite acoplarla a máquinas de producción, y de transporte como el tren.
► Cómo el Carbón hizo Grande a Inglaterra y construyó el Mundo Moderno
La captura de energía fósil cambia bruscamente, mientras que en el 1700 el europeo promedio consumía 32.000 kilocalorías por día con el consumo de carbón para el 1900 salta al triple, 90.000 calorías por día
(eso incluye también el consumo de antracita en EEUU, una forma de carbón que tuvo su dificultad en ser utilizada, no arde con facilidad, pero al dominar la técnica, los enormes depósitos de antracita en Norteamérica le dan la primacía sobre la Gran Bretaña)
Con el descubrimiento y uso del petróleo en los EEUU ocurre un nuevo salto cualitativo de la humanidad, y por ejemplo en los EEUU el americano promedio consume 230.000 kilocalorías por día.
A entender bien esta cifra, no es que se las coma (aunque comen demasiado) eso incluye el consumo de sus coches, de los aviones de transporte y de guerra, los portaaviones, los vehículos espaciales, la iluminación de las ciudades, los fertilizantes, la agricultura, un larguísimo etc, o sea, todo lo que es la vida de una sociedad industrial.
Como muestra esa gráfica el mundo funciona a Carbón, Petróleo y Gas Metano
Los países que como Sinapia carecen de esos tres combustibles están condenados al Colapso, y además rápido y ya, es para Sinapia el final anunciado de la Sociedad Industrial
La Nueva Moral Industrial.
Con el Salto Cualitativo en la producción y consumo de energía, la sociedad nueva cuestiona y termina con el autoritarismo aristocrático y religioso, al menos en Europa Occidental y los EEUU, en Latinoamérica, más tarde en Asia.
También se acaba la concentración del consumo y de la propiedad en unas pocas personas, el índice Gini que alcanzó con Louis 14 un valor pavoroso que hemos nombrado (0,6) ahora, hoy, en los países de la OCDE es de 0,26, lo que nos aproxima -y es sorprendente- a la situación de las Sociedades Recolectoras.
La tiranías se terminan, a veces violentamente, y este proceso no es pacífico ahí están las dos guerras mundiales que acaban con el Imperio del Mal: el Imperio Británico.
La tiranía de la Iglesia se cuestiona y desaparece, y excepto en países tan primitivos como España su poder es anulado –incluso en Italia, en el siglo 19, se acaba con el poder territorial de la Iglesia, recluida ahora a unas pocas cuadras de terreno en el Vaticano, mientras que en la salvaje España del siglo 19 tres guerras de religión -las Guerras Carlistas [1ª Guerra Carlista. 2ª Guerra Carlista. 3ª Guerra Carlista ] – aniquilan al país: y la Guerra Civil tiene mucho de continuación de las Guerras Carlistas, en todo caso aniquila al país que apenas había levantado un poco la cabeza en los años 1920 y 1930.
Se podía pensar que en el mundo y en Europa con el tremendo aumento de energía consumido ocurriera un proceso de acumulación de poder político y de posesión en unas pocas personas aún mayor, pero ocurre al revés, el índice Gini lo demuestra, y además, hoy 2015, casi toda la humanidad en la Sociedad Industrial vive en al menos una Democracia Formal, donde hay elecciones, las mujeres votan y tienen derechos, la Seguridad Social y el Welfare State existen en casi todos los países, no hay esclavitud y se respetan los derechos de opinión y de culto -o el derecho de no ser religioso, que ese es otro derecho a respetar y eso no siempre se entiende.
Esto no tiene porqué permanecer así de lindo, en realidad el índice Gini ha subido algo tras la Gran Depresión 2 que empezó en 2008, y por ejemplo ahora mismo hay candidatos Republicans en los EEUU, hispanos trepadores por cierto, que ven modo de medrar apoyando a los ricos Anglos propietarios poderosos (una cosa similar a como ocurrió en las primeras sociedades agrarias) y exigen que los ricos no paguen impuestos, ellos a medrar apoyando a los Propietarios, y los pobres que se busquen la vida, si se mueren mejor así no ocupan sitio.
El Aumento de Población en la Sociedad Industrial.
Como vimos que ocurría en las otras Revoluciones Energéticas, también los humanos en la Revolución Industrial usan esa energía en aumentar su número, y si eran Mil Millones cuando en 1800 se impone con fuerza la Revolución Industrial, hoy son Siete Mil Millones, cifra asombrosa -e insostenible…- que además creció exponencialmente al extenderse el consumo de Petróleo desde 1950.
Como es visible a los ojos en esa gráfica, después de 1950, acabada la Segunda Guerra Mundial y extendido el consumo de petróleo (y fácil y barato el consumo de otros combustibles fósiles) ocurre una brusca inflexión, la población humana aumenta de forma exponencial –y no es tanto porque aumenten los nacimientos, más bien es porque aumenta la esperanza de vida, la gente no se muere tan joven, la medicina y los buenos alimentos les permiten vivir en un alto standard de vida industrial.
REFLEXIONES Y COMENTARIOS
Como vemos el acceso a fuentes de energía fósil cambia la moral dominante de las sociedades.
Las sociedades igualitarias de los pueblos Recolectores se ven desplazadas por la violencia de las sociedades patriarcales de campesinos y ganaderos que tienen acceso a fuentes de alimento predecibles y acumuladas. Al mismo tiempo la moral igualitaria se ve desplazada por los Tiranos Reyes y Dioses que acumulan las propiedades y la riqueza.
Con el acceso a los combustibles fósiles y la Revolución Industrial y la acumulación de Capital, Ciencia y extensión de la cultura y el conocimiento a las clases obreras, las nuevas sociedades se hacen más libres e igualitarias, aparecen y se imponen los Parlamentos elegidos (antes una mera curiosidad tolerada o desdeñada por los Reyes y la Iglesia: por ejemplo en la famosa Magna Carta con la que tanto se llenan la boca los ingleses en este momento, el Parlamento Inglés, que ya existía, no lo menciona para nada en absoluto: eso era cosa para villanos y mercaderes), esto no sin terribles traumas, como lo demuestran las dos Guerras Mundiales, guerras industriales y maquinistas que aniquilaron a millones de personas.
Pero alcanzado ya, como ha ocurrido, el límite de explotación de los recursos naturales, y en especial de los energéticos se puede esperar un rápido deterioro de las condiciones de la Sociedad Industrial.
Este deterioro es más acusado en Sinapia, aunque es notable en todos los PIIGS -Portugal, Italia, Irlanda, Grecia, y Sinapia- precisamente porque son muy carentes en recursos energéticos –hago excepción de Grecia, que en parte los posee, de los cinco chanchos es el que tiene más carbón, petróleo y gas por lo que pienso que Grecia, si se espabilan, se recuperarán.
Pero en Sinapia la cosa pinta muy mal, y como los desgraciados sinapios carecen totalmente de conocimiento de su historia, ni pasada ni reciente, voy a poner acá fragmentos de un documento interesantísimo.
Es cosa dada por entendida entre los sinapios algo enterados del problema del agotamiento de los recursos, que de volver a la tierra -hablando rápido y mal- se puede vivir igual de bien, incluso mejor en algunos aspectos.
Me parece cosa evidente por sí misma, estudiando lo expuesto arriba, que de regresar a condiciones digamos de la sociedad Agrícola, imperantes en España desde el tiempo de los romanos y antes, hasta la segunda mitad del siglo 20, o sea, hasta hace nada, todo el bienestar social y político que conocieron desaparecerá, y regresará Sinapia a las condiciones de tiranía, del siglo 19 por no ir más lejos.
☼ Opino que para el año 2018 – 2020 hay un 20% de posibilidades de regresar a condiciones de, 1900, o sea las que digo de tiranía de los amos.
☼ Y un 70% de probabilidades de regresar en 2018 – 2020 a las condiciones que se conocieron cuando moría El Caudillo, digamos en 1974 – 1975.
Pero ahora leamos el documento que expongo para su información.
Es título bastante conocido, es decir que en Sinapia país de analfabetos no lo conoce prácticamente nadie, nadie lo ha leído, nadie lo recuerda, nadie saca de este importante documento la necesaria iluminación. Lo imprimen lujosamente y lo compran es cierto, lo ponen de vista bella en la biblioteca del salón, y no lo leen.
Se trata del libro de Josep Pla, Viaje en Autobús
Lo escribió en 1942, en pleno franquismo, en plena guerra europea. En ese año cientos de españoles eran fusilados por el franquismo, perecían los soldados republicanos en los campos de concentración de Alemania, y los nazis invadían Rusia y los ingleses sometían a España y a toda Europa al bloqueo naval.
Pla fue delator y espía de Franco, y especialmente su mujer Adi Enberg cuando estaban en Francia, luego regresaron, y entraron en Barcelona con las tropas triunfadoras de Franco, a Pla lo nombraron subdirector en La Vanguardia.
Como ejemplo de las condiciones en España, y las agudas reflexiones de un culto observador me parece destacable. Si puede cómprelo Ud, e incluso no es difícil obtenerlo en formato digital.
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Viaje en Autobús
(por Cataluña, en 1942)
* Ha venido, pues, la catástrofe y en el momento en que se nos aseguraba que los corazones iban a latir al unísono. Ya veremos si podremos continuar yendo volando a Mataró, como decían nuestros abuelos. Y ahora la elucubración es de sentido contrario. Ahora hay que encerrarse en sí mismo, bastarse a sí mismo, partir de la idea de que todo lo que había sido tenido como bueno hasta ahora es dañino y al contrario: que todo lo que hasta entonces fue mal visto es excelente.
* Antiguamente, el viajar, era un privilegio de los grandes. Solía ser la coronación normal de los estudios de un hombre. En nuestra época, se generalizó y abarató de tal manera que un hombre como yo ha podido vivir durante veinte años en casi todos los países de Europa, por cuatro cuartos. Pero esto, también se ha terminado. Por el momento, no viajan más que los propagandistas y los diplomáticos.
* En fin, ya que no se puede viajar como antes, hay que viajar de todos modos. Aquí esta el fruto de mis recientes, insignificantes vagabundajes. Viajando en autobús, el vuelo es gallináceo.
* UNO PUES, de tarde en tarde, viaja por el país. Provisto del correspondiente billete y del indispensable salvoconducto
AGL. En la España franquista, yo conocí el salvoconducto. Era un documento exigido por las autoridades para poder desplazarse, lo entregaba la policía de la dictadura a las personas sin antecedentes políticos, y viajar sin él, era ir a la cárcel.
* Todo el material (del autobús) Todo el material, por otra parte, esta un poco ajado. Veo dos cristales rotos: otro se ha encasquillado y no sube ni baja. Las Revoluciones ajan las cosas. En España, hoy, hasta les arboles parecen sobados y manoseados.
* Sube un grupo de muchachos. Van, al parecer, a bailar al pueblo de al lado. Cuando el autobús llega a este pueblo bajan los muchachos y suben otros que a su vez van a bailar al pueblo inmediato. En este pueblo observo el mismo fenómeno: descienden los del segundo grupo, entre risotadas y empujones y sube otro grupo que se dirige también a bailar al pueblo de la próxima parada.
* Antes, en la época de mi juventud, existía un contraste muy acusado entre el viajero y el hombre sedentario. El viajero iba de acá para allá, de pueblo en pueblo y de casino en casino; pasaba de un lugar a otro, si no como pluma al viento, al menos con bastante comodidad. El hombre sedentario consideraba que el viajero era un tipo feliz. El viajero se evadía, se esfumaba, aparecía, volvía a desaparecer y todos esos movimientos hacían el efecto de liquidaciones agradables de los asuntos que el azar iba tejiéndole en el curso de la vida. El viajero tuvo siempre prestigio literario —los italianos crearon la figura del passeggiero—, y en los países dominados por la envidia —que sospecho son casi todos—, el sedentario envidió al viajero.
* Pero ahora las cosas parecen haber cambiado bastante. Hoy, los viajeros son, más que nada, compadecidos. Se viaja puramente por necesidad. La sola idea de tener que desplazarse produce desasosiego. Los únicos seres que se entusiasman cuando ven pasar algo en movimiento son los chiquillos de corta edad, a partir de los niños de teta. Cuando ven pasar un auto se quedan mirando, pasmados, el cacharro, y levantan los brazos con un entusiasmo incontenible. Cuando oyen silbar una lejana locomotora, vuelven la cabeza y paran la oreja. Si les suben a un vehículo cualquiera, sobre todo si tiene motor, se muestran contentos y satisfechos.
* Excepto unos cuantos magnates que viajan en el avión, el resto de la humanidad se desplaza en nuestros días con mucha más lentitud que treinta o treinta y cinco años atrás. Cada día se baten los llamados records de velocidad en sus diversos aspectos, pero ir en tren de Barcelona a Gerona o de Barcelona a Madrid, se ha convertido en un fenomenal problema. Lograr ser admitido en uno de esos convoyes tiene muchos pelendengues. Hay pocos trenes y, en general, son muy lentos. Las clases de asentamiento a que uno puede aspirar son, en general, mugrientas.
[AGL. en 1942 Josep Pla notaba que había empeorado con respecto a 1910, y los niños ¡en Cataluña que era la región que se vivía mejor de España! se asombraban de ver un coche, como si ese país fuera el Congo ]
* Y luego están las carreteras. En su estado reina la más completa de las diversidades. Las de primer orden están bien, sin duda, para dar la oportunidad a las personas de primer orden a viajar cómodamente por ellas. Las de segundo orden están en el estado que su nombre indica, así como las de tercero. Uno transita por ellas en un coche cualquiera —de suspensión generosa o de suspensión avara— y uno va saltando en el asiento como botella vacía en el oleaje del mar, con el riesgo constante de dar con el cuero cabelludo en la techumbre del vehículo. Luego están los neumáticos —quiero decir la falta de ellos—, lo que hace que si a uno se le ocurre tomar un autobús, viaje con el alma en un hilo, esperando el reventón de cada día, indefectible.
—¡Bueno, ya está, ya hemos reventado otra vez! —oigo decir al chófer del carro voluminoso.
—¿Podremos enlazar con el tren? —preguntan los viajeros, más muertos que vivos.
—¿Podremos enlazar con el tren? —preguntan los viajeros, más muertos que vivos.
¡Enlazar! He aquí una palabra que se va vaciando cada día de sentido. ¡Enlazar! —menudo problema
* Otra palabreja que no tiene sentido alguno en nuestra época es la palabra urgente. Las restricciones eléctricas han acabado por deshinchar el neuma de la urgencia.
—Tengo que verte urgentemente… —oigo que dice un señor a otro señor.
—Venga a verme al despacho dentro de tres o cuatro días, cuando el ascensor funcione. Entonces el asunto será un poco más urgente.
—Venga a verme al despacho dentro de tres o cuatro días, cuando el ascensor funcione. Entonces el asunto será un poco más urgente.
Tiempo lento
UNOS KILÓMETROS antes de llegar a X el autobús se para, de pronto, en la carretera. El chófer —viejo conocido mío— se me acerca con sigilo y me dice con un aire de disgusto:
—¿Tiene usted mucha prisa? Llevamos un retraso considerable…
—¿Es que pasa algo? —le pregunto.
—Hace diez minutos que estoy esperando que me traigan el bidón de leche que hemos de cargar en esta masía. En el momento de ordenar las vacas, los payeses se habrán retrasado. Los payeses son incorregibles…
—A mí, realmente, me es igual —le digo—. Yo comprendo que usted se preocupe del horario. Pero los demás, apañados estaríamos si nos inquietáramos, en esta época, por estas nimiedades! Desgraciado, amigo, el que en estos tiempos que vivimos tenga prisa…
—Bueno, bueno…—dice el chófer un poco más tranquilo.
UNOS KILÓMETROS antes de llegar a X el autobús se para, de pronto, en la carretera. El chófer —viejo conocido mío— se me acerca con sigilo y me dice con un aire de disgusto:
—¿Tiene usted mucha prisa? Llevamos un retraso considerable…
—¿Es que pasa algo? —le pregunto.
—Hace diez minutos que estoy esperando que me traigan el bidón de leche que hemos de cargar en esta masía. En el momento de ordenar las vacas, los payeses se habrán retrasado. Los payeses son incorregibles…
—A mí, realmente, me es igual —le digo—. Yo comprendo que usted se preocupe del horario. Pero los demás, apañados estaríamos si nos inquietáramos, en esta época, por estas nimiedades! Desgraciado, amigo, el que en estos tiempos que vivimos tenga prisa…
—Bueno, bueno…—dice el chófer un poco más tranquilo.
* Ahora, una serie de circunstancias a cual más trágica, nos ha engolfado en un tiempo lento. En el mundo en que vivimos, la prisa, la rapidez, el ganar tiempo, son problemas absolutamente implanteables, inexistentes. La Providencia, en forma y modos administrativos, vela todas nuestras actividades espirituales y temporales. Hoy es imposible tener prisa. Intentarlo es un anacronismo e incluso puede costar algún disgustillo. La gente tiene tiempo para todo. Esta es la característica de la época.
* [ Pla se pone a incordiar a una joven maestra que se sentó por casualidad a su lado, y lleva un paquete ¡de libros, qué horror! Le hace una pregunta ¡y el coso este escribió antes que él quería ser europeo!]
—Ha de prometerme usted dos cosas: primero, contestarme con toda sinceridad; luego, hacer lo posible para que no le de un vahído. ¿Aceptado?
—Aceptado.
—Bien. Qué preferiría usted en este momento, señorita? Contésteme usted francamente. Qué preferiría usted: las letras, las ciencias o un filete con patatas?
Más rápida que una centella y con un aire de convencimiento absoluto, la .señorita se acerca discretamente a mi oído y me dice con un sigilo que apenas cubre su agitación interior:
—¡Un filete con patatas, Dios mío!
[ Es lo que tiene Sinapia y no digamos Cataluña, siempre espiritual ]
—Aceptado.
—Bien. Qué preferiría usted en este momento, señorita? Contésteme usted francamente. Qué preferiría usted: las letras, las ciencias o un filete con patatas?
Más rápida que una centella y con un aire de convencimiento absoluto, la .señorita se acerca discretamente a mi oído y me dice con un sigilo que apenas cubre su agitación interior:
—¡Un filete con patatas, Dios mío!
[ Es lo que tiene Sinapia y no digamos Cataluña, siempre espiritual ]
[ Pla va al casino de un pueblo y quiere leer en la biblioteca del casino ]
* Espero. El conserje me sirve un café que naturalmente es malta, como su nombre indica. La llave tarda. Pasan cinco, seis, siete minutos. Inconscientemente asocio la noción de cacahuete a la sensación de lejanía. Me acerco a la baluerna. Enciendo una cerilla y leo, a través de los cristales, los títulos de algunos libros. Un mirón se apiada de mí y pide al conserje gritando por el ojo de la escalera, que traiga una vela. Se trata de fuertes y grandes libros de una voluminosidad decisiva.
Con la candela que me da el conserje doy un vistazo a la librería.
Con la candela que me da el conserje doy un vistazo a la librería.
… La estufa se va enfriando. La candela me ha dejado las manos llenas de grasienta y pegajosa cera. El café de la malta —o quizás la malta del café— me ha dejado en el estómago, una barra horizontal, insoluble y tenaz.
[ Pla contempla el amor del catalán por los paisajes rentalicios]
—¡Qué paisaje más bello! —le dije un día a un señor que viajaba a mi lado—. No le parece?
—Pse… —me contestó el caballero con un dejo ligeramente sardónico—. Qué quiere usted que le diga?
—Sin embargo —repliqué— no puede negarse que este paisaje…
—Este es para mi un paisaje sin ton ni son —me atajó, rápido, el caballero—. A mí, no me interesan más que los paisajes míos.
—Entiende usted por míos —pregunté— los paisajes que responden adecuadamente a su criterio estético o los que figuran inscritos a su nombre en el Registro de la propiedad?
—Me refiero a estos últimos, naturalmente.
—Es un criterio.
Esta es una de las innumerables anécdotas reveladoras del aumento que durante los últimos años se ha observado en el amor de los hombres y de las mujeres por la naturaleza. ¡Cómo se ha enriquecido el acerbo de la sensibilidad en nuestra época! ¡Qué densidad de sentimientos! ¡Qué amplitud y anchura de matices! Y no pongo ahora, en mi pluma, ni una gota de ironía.
—Pse… —me contestó el caballero con un dejo ligeramente sardónico—. Qué quiere usted que le diga?
—Sin embargo —repliqué— no puede negarse que este paisaje…
—Este es para mi un paisaje sin ton ni son —me atajó, rápido, el caballero—. A mí, no me interesan más que los paisajes míos.
—Entiende usted por míos —pregunté— los paisajes que responden adecuadamente a su criterio estético o los que figuran inscritos a su nombre en el Registro de la propiedad?
—Me refiero a estos últimos, naturalmente.
—Es un criterio.
Esta es una de las innumerables anécdotas reveladoras del aumento que durante los últimos años se ha observado en el amor de los hombres y de las mujeres por la naturaleza. ¡Cómo se ha enriquecido el acerbo de la sensibilidad en nuestra época! ¡Qué densidad de sentimientos! ¡Qué amplitud y anchura de matices! Y no pongo ahora, en mi pluma, ni una gota de ironía.
* —Mire usted estos campos de primer término, estos campos de patatas… ¡Qué riqueza de verdes profundos y mojados! ¡Qué poesía!
Al oír la palabra patatas, se ha producido, entre los viajeros del autobús un movimiento de curiosidad vivísima. Oigo decir por todos lados a los viajeros: ¡patatas!, ¡patatas! La gente se levanta de los asientos. Hay un desplazamiento general sobre las ventanillas. Los enamorados de los bancos delanteros liquidan raudos sus inocentes juegos amorosos y después de una mirada profundamente significativa que dan, como arrobados ante la naturaleza. Ante la mirada de ternura que un hombre o una mujer vierten sobre la naturaleza, ¡cómo no inducir un aumento notorio, seguro, importante, de la sensibilidad de las gentes? i Patatas! ¡Patatas!
Al oír la palabra patatas, se ha producido, entre los viajeros del autobús un movimiento de curiosidad vivísima. Oigo decir por todos lados a los viajeros: ¡patatas!, ¡patatas! La gente se levanta de los asientos. Hay un desplazamiento general sobre las ventanillas. Los enamorados de los bancos delanteros liquidan raudos sus inocentes juegos amorosos y después de una mirada profundamente significativa que dan, como arrobados ante la naturaleza. Ante la mirada de ternura que un hombre o una mujer vierten sobre la naturaleza, ¡cómo no inducir un aumento notorio, seguro, importante, de la sensibilidad de las gentes? i Patatas! ¡Patatas!
* [ suben unas señoritas que han ido al cine ]
Hemos visto una película muy bonita, estupenda.
—¿Dice usted una película muy bonita?
—Sí, señor. Hemos visto «Besos de fuego».
—¡Válgame Dios! Dice usted que han visto…
—Hemos visto «Besos de fuego»…
—¿Y qué clase de película es esa, señorita? ¿Es obra musical, cómica, dramática? Por el título se colige que debe ser obra apasionada e intensa.
—Hay un poco de todo… ¡Si hubiera usted visto! Salen unos salones, unas alfombras, unas lámparas, unas escaleras, unos espejos preciosos y unos cuartos con unas camas…
—¿Salen también camas?
—Sale la cama de la señora de la casa, que resulta ser la madre del protagonista.
—¡Ya comprendo! Y claro, los personajes deben aparentar ser gente muy rica…
—¡Imagínese! Hasta sale un cabaret y unos automóviles que parecen niquelados, que hacen un ruido como de seda. Y un cuarto de baño precioso.
—¿Sale también un baño? ¿Y qué sucede en el cuarto de baño?
—Se ve que alguien quiere tomar un baño, ¿comprende? Primero se ve el cuarto; luego se abre una puerta y aparece una criada monísima con un delantal blanco almidonado. La criada abre una espita, sale un chorro de agua caliente y coloca unas pastillas de jabón por estrenar en el lavabo…
[AGL. cosas todas ellas exóticas y de ilusión, totalmente desconocidas en la mugrienta España de 1942. ¡Unas pastillas nuevas de jabón !! ]
—¿Dice usted una película muy bonita?
—Sí, señor. Hemos visto «Besos de fuego».
—¡Válgame Dios! Dice usted que han visto…
—Hemos visto «Besos de fuego»…
—¿Y qué clase de película es esa, señorita? ¿Es obra musical, cómica, dramática? Por el título se colige que debe ser obra apasionada e intensa.
—Hay un poco de todo… ¡Si hubiera usted visto! Salen unos salones, unas alfombras, unas lámparas, unas escaleras, unos espejos preciosos y unos cuartos con unas camas…
—¿Salen también camas?
—Sale la cama de la señora de la casa, que resulta ser la madre del protagonista.
—¡Ya comprendo! Y claro, los personajes deben aparentar ser gente muy rica…
—¡Imagínese! Hasta sale un cabaret y unos automóviles que parecen niquelados, que hacen un ruido como de seda. Y un cuarto de baño precioso.
—¿Sale también un baño? ¿Y qué sucede en el cuarto de baño?
—Se ve que alguien quiere tomar un baño, ¿comprende? Primero se ve el cuarto; luego se abre una puerta y aparece una criada monísima con un delantal blanco almidonado. La criada abre una espita, sale un chorro de agua caliente y coloca unas pastillas de jabón por estrenar en el lavabo…
[AGL. cosas todas ellas exóticas y de ilusión, totalmente desconocidas en la mugrienta España de 1942. ¡Unas pastillas nuevas de jabón !! ]
* [Luego las chicas recuerdan que vuelven a su casa]
—Ya sabe usted lo que son esas casas: tienen muchos inconvenientes. No hay electricidad. Es muy vieja, es una ruina. Hemos de lavar en el torrente…
* Yo creo que el frío, explica muchas cosas de este país. ¡Cuánto tiempo hace perder! ¡Cuántas horas, semanas, meses, años, lustros, siglos, ha hecho perder el frío a este país! i Cuánto mal humor, molestia, malestar, desilusión, capricho, desgana, tristeza, agresión, no ha producido! La idea de que Cataluña es un país de verano, un país cálido, es una de las más grandes idioteces que se han podido formular. Cataluña tiene dos meses y medio de verano y nueve meses y medio en que las habitaciones sin lumbre o fuego, son inhabitables. A pesar de ser este un fenómeno constatado desde los últimos tres o cuatro milenios, cada año sucede lo mismo: en octubre, cuando comienza el malestar, la gente —y sobre todo los barceloneses— ponen una notable cara de extrañeza, como si la Providencia o la Naturaleza les hubiera hecho objeto de un desaire odioso. La comicidad de la escena es inenarrable. Este fenómeno crea un tipo curioso: el del señor que pasa el invierno medio aterido y que no está totalmente convencido de que lo esté. A Barcelona, como un todo, le sucede lo mismo: es una ciudad, si queréis, de clima tropical en la que hace un frío de alambique, de usurero. ¡EI mosaico! ¡Las puertas que no cierran! ¡Las ventanas semiabiertas! ¡La humedad! ¡Las manchas de sol —engaño puro— en las calles y plazas!
*[ Al autobús suben unos estraperlistas ]
—Pues mire usted —me dice el compañero— aquella muchacha que ve usted allí tiene cuatro kilos, al menos, de harina en las nalgas y aquella mujer gorda de más allá presenta una gran cantidad de salchichas en los vacíos de su cuerpo…
—Sin embargo, le diré que estos pobres seres cubiertos de substancias alimenticias me hacen pensar —perdone— en Turgot y los fisiócratas. Los fisiócratas decían: los elementos que se dedican a acercar las cosas del productor al consumidor merecen nuestro aplauso y hay que darles una medalla. Los fisiócratas daban medallas con el diploma correspondiente. Y les daban una medalla. Luego, los liberales manchesterianos dijeron: laissez faire, laissez passer… Es decir: ¡que pasen!
—Ahora, es todo al revés. Dentro de muy poco, sin duda, aparecerá un control. La consigna del momento es: ¡no pasarán…!
—¡Que frágiles, mi querido señor —digo— son las teorías! En pocos decenios todo ha dado la vuelta. Pero en fin, por lo que voy viendo viajamos en un autobús bastante fisiocrático. Sin duda es este uno de los últimos vehículos fisiocráticos que circulan por el ámbito europeo…
—Sin embargo, le diré que estos pobres seres cubiertos de substancias alimenticias me hacen pensar —perdone— en Turgot y los fisiócratas. Los fisiócratas decían: los elementos que se dedican a acercar las cosas del productor al consumidor merecen nuestro aplauso y hay que darles una medalla. Los fisiócratas daban medallas con el diploma correspondiente. Y les daban una medalla. Luego, los liberales manchesterianos dijeron: laissez faire, laissez passer… Es decir: ¡que pasen!
—Ahora, es todo al revés. Dentro de muy poco, sin duda, aparecerá un control. La consigna del momento es: ¡no pasarán…!
—¡Que frágiles, mi querido señor —digo— son las teorías! En pocos decenios todo ha dado la vuelta. Pero en fin, por lo que voy viendo viajamos en un autobús bastante fisiocrático. Sin duda es este uno de los últimos vehículos fisiocráticos que circulan por el ámbito europeo…
[no había tabaco...]
* —¡Sois diabólicos! Ya sabes que yo soy fumador de negro, y, excepto en los días que se sirve el racionamiento, no se ve en las estanterías de los estancos más que el vacío. Tú te habrás también dado cuenta. Hay papel, hay cerillas, es decir, hay todo lo que se necesita para liar un cigarrillo y producir humo… pero el tabaco, los demás días, se puede encontrar a veces en las peluquerías, otras veces en una carpintería. En los estancos, yo al menos, no lo encuentro. Te concedo que este concesionario de la Subalterna haya podido ganar algún dinero con el tabaco rubio, o con el de Canarias, que es dulzón, o el de La Habana, que ahora se fuma a pesar de sus altos precios. Te concedo más: te concedo que a base de las hierbas de la autarquía haya podido dar gato por liebre, y farias y trompetas por vegetales de los huertos de los alrededores. ¡Pero con el otro tabaco, qué va!
* —¡Sois diabólicos! Ya sabes que yo soy fumador de negro, y, excepto en los días que se sirve el racionamiento, no se ve en las estanterías de los estancos más que el vacío. Tú te habrás también dado cuenta. Hay papel, hay cerillas, es decir, hay todo lo que se necesita para liar un cigarrillo y producir humo… pero el tabaco, los demás días, se puede encontrar a veces en las peluquerías, otras veces en una carpintería. En los estancos, yo al menos, no lo encuentro. Te concedo que este concesionario de la Subalterna haya podido ganar algún dinero con el tabaco rubio, o con el de Canarias, que es dulzón, o el de La Habana, que ahora se fuma a pesar de sus altos precios. Te concedo más: te concedo que a base de las hierbas de la autarquía haya podido dar gato por liebre, y farias y trompetas por vegetales de los huertos de los alrededores. ¡Pero con el otro tabaco, qué va!
* —He aquí una casa que será bonita… con arquitos.
—Se la está haciendo el carnicero… —me respondió seco.
——Ya comprendo. Desde que dejaron en libertad a la carne, habrá ganado unas pesetas.
—¡Ca, hombre! Fue antes, cuando la tasa, que las ganó. ¡No aciertas ni una! Desde entonces no hace más que quejarse y decir que el carro está por el pedregal!
—En aquella época, amigo, en las carnicerías, lo más visible eran los azulejos. Ya lo recordarás.
—Sí, en efecto, no se veían más que azulejos, pero es cuando no se ven más que azulejos que la matanza es de rendimiento.
—Se la está haciendo el carnicero… —me respondió seco.
——Ya comprendo. Desde que dejaron en libertad a la carne, habrá ganado unas pesetas.
—¡Ca, hombre! Fue antes, cuando la tasa, que las ganó. ¡No aciertas ni una! Desde entonces no hace más que quejarse y decir que el carro está por el pedregal!
—En aquella época, amigo, en las carnicerías, lo más visible eran los azulejos. Ya lo recordarás.
—Sí, en efecto, no se veían más que azulejos, pero es cuando no se ven más que azulejos que la matanza es de rendimiento.
* Consideraciones actualísimas *
A VER, al acostarme, dejé una pastilla de jabón que me vendieron como buena, de un confortable color de avellana tostada, en el cuenco del lavabo del cuarto de la fonda. Esta mañana, al disponerme a utilizarla he notado que el cuenco se ha llenado de un líquido espeso y grasiento, de un color verdinegro y que la consistencia de la pastilla se había convertido en una masa informe y flácida. Desde luego, uno no compra pastillas de jabón para tener el gusto de constatar la producción de reacciones químicas espontáneas. Pero… no he tenido más remedio que presenciar la disociación de la pastilla, su liquefacción. Ante el fenómeno, mis sentimientos han sido contradictorios.
Después, trato de afeitarme. Hace pocos días compré, a precio exorbitante, una flamante brocha de afeitar, cuyas virtudes me garantizaron copiosamente. Es una brocha aparatosa de cerdas muy fuertes.
—Estas cerdas son excelentes —me dijeron en la tienda—. Por más años que viva usted, no las verá ceder ni clarearse. Cosa buena, desde luego.
Mi candorosidad es grande. Además, en las tiendas me aburro. Compré la brocha de las cerdas eternas.
Ha llegado el momento de estrenar la brocha.
A VER, al acostarme, dejé una pastilla de jabón que me vendieron como buena, de un confortable color de avellana tostada, en el cuenco del lavabo del cuarto de la fonda. Esta mañana, al disponerme a utilizarla he notado que el cuenco se ha llenado de un líquido espeso y grasiento, de un color verdinegro y que la consistencia de la pastilla se había convertido en una masa informe y flácida. Desde luego, uno no compra pastillas de jabón para tener el gusto de constatar la producción de reacciones químicas espontáneas. Pero… no he tenido más remedio que presenciar la disociación de la pastilla, su liquefacción. Ante el fenómeno, mis sentimientos han sido contradictorios.
Después, trato de afeitarme. Hace pocos días compré, a precio exorbitante, una flamante brocha de afeitar, cuyas virtudes me garantizaron copiosamente. Es una brocha aparatosa de cerdas muy fuertes.
—Estas cerdas son excelentes —me dijeron en la tienda—. Por más años que viva usted, no las verá ceder ni clarearse. Cosa buena, desde luego.
Mi candorosidad es grande. Además, en las tiendas me aburro. Compré la brocha de las cerdas eternas.
Ha llegado el momento de estrenar la brocha.
* [Conversa Pla con un hotelero]
Ahora estamos en el camino de las andadas y cada día vemos resucitar algo —algo que había desaparecido de nuestra vida, gracias a Dios, desde hacía mucho tiempo. En este país, por ejemplo, había desaparecido la tos casi completamente. Usted es más joven que yo y no sabe lo que fue la tos en este país hace cuarenta o cincuenta años: quizá le habrán contado sin embargo, lo que tosían nuestros abuelos y nuestros bisabuelos. Recuerdo que una vez en este pueblo, el alcalde que era un señor de media edad muy respetable, tuvo que retirarse de la presidencia de la procesión de Corpus, a consecuencia de una quinta de tos. Y sabe usted lo que me ha sucedido, repetidamente, estos últimos meses? Pues que varios clientes me han preguntado por qué en la fonda no hay escupideras…
—Dios nos ha castigado.
—Sí, señor. Dios nos ha castigado, eso creo yo también. Habíamos mejorado mucho y quizá no lo merecíamos.
—Dios nos ha castigado.
—Sí, señor. Dios nos ha castigado, eso creo yo también. Habíamos mejorado mucho y quizá no lo merecíamos.
[ Pla conversa con el maestro Vives, un ridículo delirante maniático religioso ]
—Sería curioso saber las razones de su sólida posición religiosa…
El maestro levantó la cabeza como si le hubiera picado algo. Me miró intensamente con les labios cerrados y golosos, cerró sus ojillos de almendra y me dijo:
—Soy católico por muchas razones, pero principalmente por la promesa que nuestra santa religión nos hace de la resurrección de la carne.
—¿Interpreta usted este dogma —pregunté— de una manera literal?
—Lo interpreto —contesto rápido— no de una manera literal, sino literalísima. Creo que resucitará mi cuerpo, este cuerpo mío tullido que puede usted ver y no me cuesta nada imaginar que volveré a llevar americana, chaleco y pantalones y que si es de mi gusto me podré dejar la barba, el bigote o las patillas.
—¿Entonces, según usted —le digo riendo— podremos volver a tener dolor de muelas?
—Perfectamente.
—¿Y podremos volver a llevar sombrero de paja?
—Sí, sí, podremos volver a llevar sombrero de paja y no se ría usted porque aunque hablemos de estas cosas en términos vulgares, su seriedad es enorme. Vulgarmente le diré que podremos volver a cantar la “Marina”, a comer arroz a la catalana y bacalao a la vizcaína. Desde el punto de vista humano la cosa me llega tan adentro que llego a sospechar —hablando siempre al ras de tierra— que los que sean aficionados a las pasiones del amor…
El maestro levantó la cabeza como si le hubiera picado algo. Me miró intensamente con les labios cerrados y golosos, cerró sus ojillos de almendra y me dijo:
—Soy católico por muchas razones, pero principalmente por la promesa que nuestra santa religión nos hace de la resurrección de la carne.
—¿Interpreta usted este dogma —pregunté— de una manera literal?
—Lo interpreto —contesto rápido— no de una manera literal, sino literalísima. Creo que resucitará mi cuerpo, este cuerpo mío tullido que puede usted ver y no me cuesta nada imaginar que volveré a llevar americana, chaleco y pantalones y que si es de mi gusto me podré dejar la barba, el bigote o las patillas.
—¿Entonces, según usted —le digo riendo— podremos volver a tener dolor de muelas?
—Perfectamente.
—¿Y podremos volver a llevar sombrero de paja?
—Sí, sí, podremos volver a llevar sombrero de paja y no se ría usted porque aunque hablemos de estas cosas en términos vulgares, su seriedad es enorme. Vulgarmente le diré que podremos volver a cantar la “Marina”, a comer arroz a la catalana y bacalao a la vizcaína. Desde el punto de vista humano la cosa me llega tan adentro que llego a sospechar —hablando siempre al ras de tierra— que los que sean aficionados a las pasiones del amor…
[ Por supuesto en el franquismo si no escribías estas memeces no te publicaban ]
* [payeses ]
Esta señora, con un grupo de personas, ha llegada a esta población en un tren de Barcelona, a primeras horas de la tarde. Le habían dicho que aquí había boniatos que comprar y con un cesto grande se ha dirigido a una huerta. No ha habido inconveniente. El hortelano le ha vendido unos boniatos a un precio elevado: seis o siete kilos a seis reales el kilo. Llenada la cesta, ha vuelto a la estación para tomar el tren de regreso. Al llegar a la estación un hombre se ha acercado a ella y le ha indicado que el transporte de aquella mercancía estaba prohibido. La señora alarmada se ha dirigido otra vez a la huerta y ha propuesto al hortelano que, en vista de las dificultades de transporte, se quedara otra vez con la mercancía. El hortelano no ha puesto ningún inconveniente. El hortelano ha dicho:
—No tengo inconveniente en hacerme con los boniatos pero ha de ser con una condición: me los ha de vender usted a una peseta el quilo.
La señora ha quedado profundamente extrañada. Ha comprado hace menos de una hora unos kilos de boniatos a un individuo. Se ha producido una causa de fuerza mayor y ahora devuelve lo que ha comprado al mismo individuo. Es que la mercancía se ha deteriorado en este cortísimo espacio de tiempo? No es posible. La señora no dice nada. Entrega los boniatos y el otro le da el dinero. Regresa a la estación agitada y nerviosa. No comprende lo que le ha sucedido. En la sala de espera no puede más: rompe a llorar desconsoladamente. A su lado, hay una cesta vacía.
—Los payeses son unos malvados… —me dice la pobre señora—. Todo les es bueno para enriquecerse. No tienen conciencia.
Yo le digo que ha sido objeto de una estafa grosera y que los payeses, ávidos ciertamente, tienen unas maneras más finas y curvilíneas de sacar el dinero.
* —¿En qué cree usted que piensan los payeses cuando en invierno, acurrucados al lado de la lumbre se pasan horas y horas en actitud meditabunda, en actitud filosófica, el cuerpo colocado en la pose del “Penseur” de Rodin, la frente aparentemente llena de problemas grandiosos, mientras con gesto displicente van echando leña al fuego? ¿No lo sabe usted?
—No, señor.
—Pues a pesar de la gravedad de su actitud, a pesar de su frente nublada, arrugada y pensativa, a pesar de la profundidad insondable en que parecen estar sumidas sus facultades y sus ánimos, a pesar del gesto displicente con que echa leña al fuego, el payés no piensa más que en una cosa alegre y placentera: en engañar al amo.
—No tengo inconveniente en hacerme con los boniatos pero ha de ser con una condición: me los ha de vender usted a una peseta el quilo.
La señora ha quedado profundamente extrañada. Ha comprado hace menos de una hora unos kilos de boniatos a un individuo. Se ha producido una causa de fuerza mayor y ahora devuelve lo que ha comprado al mismo individuo. Es que la mercancía se ha deteriorado en este cortísimo espacio de tiempo? No es posible. La señora no dice nada. Entrega los boniatos y el otro le da el dinero. Regresa a la estación agitada y nerviosa. No comprende lo que le ha sucedido. En la sala de espera no puede más: rompe a llorar desconsoladamente. A su lado, hay una cesta vacía.
—Los payeses son unos malvados… —me dice la pobre señora—. Todo les es bueno para enriquecerse. No tienen conciencia.
Yo le digo que ha sido objeto de una estafa grosera y que los payeses, ávidos ciertamente, tienen unas maneras más finas y curvilíneas de sacar el dinero.
* —¿En qué cree usted que piensan los payeses cuando en invierno, acurrucados al lado de la lumbre se pasan horas y horas en actitud meditabunda, en actitud filosófica, el cuerpo colocado en la pose del “Penseur” de Rodin, la frente aparentemente llena de problemas grandiosos, mientras con gesto displicente van echando leña al fuego? ¿No lo sabe usted?
—No, señor.
—Pues a pesar de la gravedad de su actitud, a pesar de su frente nublada, arrugada y pensativa, a pesar de la profundidad insondable en que parecen estar sumidas sus facultades y sus ánimos, a pesar del gesto displicente con que echa leña al fuego, el payés no piensa más que en una cosa alegre y placentera: en engañar al amo.
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[ Y en ese plan ]
Les recomiendo que lo consigan y lo lean, no van a tener necesidad de imaginar cosas raras, todo esto y más peor ocurrió, y hace bien poco, y puede volver a ocurrir.
Y tengan en cuenta que Pla habla de Cataluña, que era la región mejor del país, y los chicos catalanes veían pasar un coche y reaccionaban con asombro, como si estuvieran en el Congo. Por aquel mismo tiempo Extremadura, La Mancha, Almería sitios así, eso era el Afganistán.
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