lunes, 4 de mayo de 2015

¿ESTÁ LA CIENCIA LIBRE DE CONTAMINACIONES IDEOLÓGICAS?



Todos suponemos que lo que caracteriza al científico es su afán por ampliar el conocimiento que se tiene de la realidad y para ello está dispuesto incluso a modificar lo que hasta entonces creía. Eso sí, siempre que los nuevos conocimientos estén debidamente demostrados; esto es, que puedan ser comprobados experimentalmente por quienes lo deseen. Visto así no hay cabida para prejuicios ideológicos de ninguna clase. Pero como en tantos otros ámbitos la realidad suele ser muy distinta de como creemos.
Para empezar, solo una parte de la ciencia puede ser demostrada experimentalmente; el resto se basa en hipótesis o teorías que cuentan con más o menos indicios a su favor, pero no con el grado de certidumbre que da la constatación experimental. Cuando a ello se une la necesidad psicológica de tener “algún tipo” de explicación científica sobre tal o cual tema, nos encontramos con versiones que se han construido en base a algunas evidencias, que incluso han llegado a ser aceptadas por casi todo el mundo, pero que sin embargo carecen de demostración. Voy a centrarme en un ejemplo paradigmático de esto que digo: el origen del hombre.
En su mayor parte, la comunidad científica suscribe la teoría que propuso Darwin en 1859, si bien con algunos cambios. Según él, y resumiéndolo mucho, la humanidad surgió a partir de la evolución de un tipo de primate; de un mono, por entendernos. Esta evolución se produjo de un modo lento y gradual, gracias a la “selección natural”; selección basada en las pequeñas variaciones que suelen experimentar los organismos de los seres vivos debidas al azar y que son preservadas cuando proporcionan alguna ventaja al individuo en su lucha por la supervivencia, transmitiéndoselas a sus descendientes.
Es sabido que con este planteamiento Darwin provocó un terremoto ideológico porque, hasta entonces, se creía que los seres vivos habían surgido por creación divina; y lo que él planteaba era una evolución “natural”, en la que no solo negaba la intervención de Dios sino que, además, sostenía que el hombre había evolucionado a partir de un mono gracias, fundamentalmente, a la combinación del azar y la lucha por la supervivencia.
Curiosamente, sin embargo, esta teoría no ha sido nunca demostrada experimentalmente. Ni se ha observado la aparición de una nueva especie a partir de otra distinta, ni se ha podido predecir cuándo y cómo lo va a hacer. El propio Darwin reconoció que su teoría presentaba varios puntos débiles. Uno de ellos era que los restos fósiles conocidos de los animales ya extinguidos no mostraban esa evolución gradual. Lo resolvió diciendo que en el futuro, cuando se encontrasen muchos más fósiles, se confirmaría su teoría. Han pasado más de 150 años, se han catalogado ya más de 1.400.000 especies distintas de animales, conocemos más de 250.000 especies fósiles, pero seguimos sin tener un solo ejemplo que muestre cómo una especie se ha ido transformando hasta producir a su sucesora. Otro de los puntos débiles que Darwin señaló en su teoría era la formación de órganos complejos, y puso como ejemplo el del ojo humano: una maquinaria enormemente compleja para la que resulta muy difícil imaginar un proceso de construcción gradual a base de pequeños cambios, porque en cuanto le faltase una sola “pieza” dejaría de funcionar. Tampoco se ha resuelto este problema.
Más importante que estas objeciones es que la teoría de Darwin no ha podido explicar determinados hitos claves en la evolución de los seres vivos. Uno fundamental: el origen de la vida; ¿cómo se pudo pasar de la materia inerte a un ser vivo? Desde luego ahí no cabe hablar de “lucha por la supervivencia” porque no había nada “vivo”. Otro: el paso de las células sin núcleo a las células con núcleo. Durante aproximadamente 2.000 millones de años los únicos seres vivos fueron bacterias, formadas por una célula sin núcleo. Hace unos 1.900 millones de años aparecieron los primeros organismos dotados de células con núcleo. ¿Cómo se produjo ese “salto”? El darwinismo no tiene una respuesta y la que se está abriendo paso en la comunidad científica, que es la que propuso Lynn Margulis, es contraria a él. Según ella, estas células se formaron mediante la fusión de tres bacterias preexistentes, una de las cuales dio lugar a las mitocondrias. Otro ejemplo más: la “explosión del Cámbrico” que se produjo hace unos 530 millones de años. Según el registro fósil, con anterioridad a ese período básicamente lo que había eran algas marinas, y después es cuando aparecen la mayoría de los grandes grupos de animales que hoy conocemos. Aunque ese período duró unos 10 millones de años se considera muy poco tiempo para la evolución lenta y gradual que postuló Darwin.
Soy consciente de que para cuestionar con rigor la solidez científica del darwinismo hace falta mucho más espacio que el que permite este blog, pero espero que con estos ejemplos sea suficiente al menos para entender que estamos ante una teoría que tiene puntos débiles muy importantes. La pregunta entonces es obvia: ¿por qué la comunidad científica la defiende públicamente como si fuera una verdad indiscutible?
Una primera respuesta, muy habitual entre científicos, es que, antes de desechar una teoría ampliamente aceptada hay que tener otra alternativa que sea más convincente, porque de lo contrario nos quedaríamos en el “vacío”. Es un argumento muy discutible porque sugiere que, solo por conveniencia, puedan estarse manteniendo como válidas teorías que, sin embargo, plantean serias dudas. Sería como una especie de traición al espíritu científico. Pero, en cualquier caso, esta respuesta no explica del todo la firmeza con la que se defiende la veracidad de la teoría de Darwin.
Hay otra explicación: el darwinismo se ha constituido como la gran alternativa frente al creacionismo, la creencia de que fue Dios el creador del hombre y de los restantes seres vivos. Así lo reconoce mucha gente. Por ejemplo, Ernst Mayr, uno de los científicos artífices de la versión moderna del darwinismo, refiriéndose a las fuertes discrepancias que mantuvieron entre sí los principales defensores de la teoría de Darwin en vida de este, reconoce que hubo una creencia “superior” que los mantuvo unidos: “su rechazo del creacionismo, su rechazo de la creación especial. Esta fue la bandera en torno a la cual se reunieron y bajo la cual marcharon. (…). Nada era más esencial para ellos que dilucidar si la evolución es un fenómeno natural o algo controlado por Dios”.
Cabe preguntarse si, en el supuesto de que no existiera la creencia en Dios ni el relato bíblico de la Creación, la teoría de Darwin habría tenido el apoyo que tiene entre los científicos, habida cuenta de sus debilidades. Mi opinión es que no, que de no haber sido por el papel que se le ha dado como gran baluarte de la visión materialista frente al creacionismo religioso, esta teoría no se habría sostenido. Sin embargo, es evidente que este papel excede el ámbito estricto de la ciencia para adentrarse en el terreno de la ideología, y concretamente de la del materialismo.
Es cierto que en la Historia reciente la ciencia se ha visto muchas veces frenada en su avance por el fanatismo de la Iglesia y, en general, de las religiones; y que incluso la tendencia a achacar “todo” a supuestas causas divinas ha supuesto un freno muy fuerte a la hora de buscar y explorar la existencia de posibles causas naturales. Por eso, Richard Dickerson, eminente biólogo y miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos propuso a sus colegas una regla muy razonable: “Veamos hasta dónde y en qué medida podemos explicar la conducta del universo físico y material en términos de causas puramente físicas y materiales, sin invocar lo sobrenatural”.
Pero una cosa es no aceptar el recurso a la intervención divina como argumento que impida investigar y buscar las posibles explicaciones naturales que pueda haber; y otra, muy diferente, es reforzar artificialmente la solvencia científica de una teoría para que sirva más eficazmente en el enfrentamiento ideológico entre el materialismo y la religión, como viene haciéndose con la teoría de Darwin. Esto segundo no tiene nada que ver con el auténtico objetivo de la ciencia.
Creo que, en este caso, la ciencia sí ha sido contaminada por determinadas actitudes ideológicas. Si, en lugar de preocuparse por las posturas más o menos lógicas o absurdas –desde el punto de vista de la ciencia- que puedan defender las religiones, la comunidad científica se hubiese centrado en investigar sin restricciones mentales y en explorar nuevas alternativas, cuando las existentes se revelasen como insuficientes para explicar convincentemente la realidad, la ciencia habría avanzado probablemente mucho más en este terreno. Pero, en todo caso, ¿la comunidad científica no debería, por principio, investigar cualquier hipótesis que a priori le parezca interesante, al margen de que fuese o no utilizada por el creacionismo o por el materialismo?
Llegados a este punto, la pregunta que cabe hacerse es si la contaminación de la ciencia en esta cuestión procede exclusivamente de la propia comunidad científica o si ha venido influenciada por los posicionamientos ideológicos y políticos de la sociedad. Supongamos por un momento que la ciencia llegase a la conclusión de que no hay indicios suficientes como para seguir afirmando que el hombre surgió por evolución natural del mono; que no tenemos ni idea de cómo apareció pero que no está nada claro que este fuera su origen, ¿qué pasaría? Ya sabemos que los creacionistas aprovecharían para contarnos que ellos tenían razón, que las cosas sucedieron como dice la Biblia o la religión que a cada uno más le guste. Vale. Pero dejemos eso a un lado. ¿Tendría la sociedad la madurez necesaria para aceptar que la ciencia no tiene ninguna explicación convincente y que simplemente estamos buscándola? ¿No sería lógico que los científicos nos contasen a los ciudadanos tanto lo que saben como lo que son conscientes de que ignoran? ¿Estaríamos los ciudadanos dispuestos a aceptarlo? Una sociedad que necesita explicaciones sobre todo como si fueran ciertas, aunque haya serias dudas de que lo sean, ¿no es una sociedad inmadura, infantil? Por tanto, ¿a qué queremos jugar?
Fuente:

14 comentarios:

Nos Disparan desde el Campanario dijo...

La historia es el mejor ejemplo de lo que afirmás. Sobre un débil indicio puede hacerse un documental de varios programas. History Chanel es el mejor ejemplo sobre manipulación ideológica.

Moscón dijo...

Si Gustavo, es cierto.
Te recomiendo que leas los sabrosos comentarios en el original, cada uno es un post en si mismo y no tiene desperdicio el abanico de abordajes de lo aparentemente acotado del autor.

Diego dijo...

Pésimo post.

- Mezclar la teoría de la evolución con la explicación de cómo surgió la vida es una aberración: la evolución explica desde que ya hay vida, no explica el origen.

- Lo que para Darwin era inexplicable, pudo completarse luego. Por ejemplo, lo de la evolución del ojo no lo plantea Darwin, sino como una pregunta que él mismo contesta. Además, no conocía todo lo que se sabe actualmente sobre genética y eso sí explica la mecánica de la evolución en mayor detalle de lo que podía suponer Darwin.

- Por metodología científica, se excluyen las hipótesis "extranaturales". Dios no tiene nada que hacer en la ciencia, porque no explica nada.

En fin, el post da asco. Nada que ver incluso con el tema de la Historia (aún concediendo que se considerara ciencia). Tiene los peores tópicos del creacionismo. Si va a criticar a la ciencia, hay que ir por otro lado (y preferentemente con las ciencias sociales, que las naturales evidentemente te quedan grandes).

Moscón dijo...

La próxima hacemos uno de excelencia con el cual te sientas identificado:
"De las diferentes reacciones sobre las bacterias en el ph fecal".
-¿Y donde está la mezcla?
Si la proposición es ir de lo simple a lo complejo ¿donde comienza lo simple?
- La genética confluye hacia Jean B. Lamarck alejándose del inglés.
-Por último, lo tuyo parece que pasa por lo empírico como verdad imperturbable (un buen dogma) mas que de hechos comprobables, cosa que omnubila tu comprensión del texto:
Aquí se habla del prejuicio del observador, de como las tesis y hasta las lecturas de hechos comprobados cargan ideología, tal como el mismo Darwin describe en su obra la forma en que llega a su famosa epifanía inspirado en el libro de Adam smith "La Riqueza de las Naciones", junto a los pensamientos de Malthus (dos grandes seguidores bíblicos).
Ahí, en "Del Origen..." está la prueba contundente y confesa del autor sobre la motivación ideológica de su obra.
Tolero las religiones y las ideas de dios pero no las respeto, de igual manera no tolero algo tan clerical como los consejos (los que tienen valor se venden, los que no, son gratis) y mas si vienen desde una arrogancia inquisitiva propia del que denosta desde la soberbia creencia mas que con sapiencia.
En fin, cuando se lee rápido se corre el riesgo de dar asco al interpretar erróneamente el texto.

Jorge de Ezeiza dijo...

Diego, no le hagas caso al Moscón, el articulo no es de él solamente lo enlaza. Habria que enojarse con el ingeniero aeronautico que hace articulos de biologia :-)

Diego dijo...

Es cierto, Jorge. Me disculpo: mea culpa.

Me disculpo también por el tono de mi anterior intervención, que además predispone mal para el debate.

De todas formas, ahora que leo el enlace y la forma de pensar del autor original (en cuestiones políticas, sobre el aborto y sobre los temas científicos y filosóficos) me doy cuenta que discutir es perder el tiempo (no lo digo con el ánimo de rebajar al contrincante, sino por el abismo entre las formas de pensar).

Saludos.

Moscón dijo...

En todo caso Jorgito, el fondo de la cuestión pasa por el tratamiento que le da un ingeniero aeronáutico sobre la cuestión política a una visión de los bíologistas y a la ciencia en general, a la cosmovisión previa previa.
No es tan difícil de entender lo tendencioso que somos.
Por eso me pareció interesante reproducir un post del cual no soy autor, como disparador, para el despliegue de sustratos anquilosados y que el ventile de academicismos anacrónicos tipo mantras no soslaye el objetivo de ver que buscamos cuando buscamos.
¿Que cosa buscamos cuando nos miramos en el espejo del conocimiento?
Y sobre todo, ¿nuestra opinión no condicionará a futuro?

Esther dijo...

Continuando con los comentarios anteriores: el autor del artículo no tiene idea de la Teoría de la Evolución. Eso no es nada especial: todos hablamos de Darwin pero casi nadie, salvo los biólogos, saben realmente sobre Teoría de la Evolución (que hoy no es exactamente lo que en su momento propuso Darwin), y los errores que se cometen suelen ser groseros. Por otro lado, es una teoría que está en permanente discusión desde siempre; continuamente se han dado (y se dan) disensos fuertes.
Un error común, repetido en este artículo, es la creencia de que el “gran problema que plantea Darwin” es considerar que descendemos de un antecesor común al de los monos. No. El verdadero problema es que “evolución” no significa “progreso”. Sólo significa “cambio”. Nada más, no hay juicio de valor sobre si ese cambio es para mejorar o para empeorar, por la simple razón de que ese juicio de valor no tiene sentido dentro de la teoría. El problema no es de dónde descendemos, sino que la Biología no tiene cómo suponer que somos más perfectos que las otras formas de vida: perdimos nuestra querida posición de estar en la cúspide de la creación para pasar a ser una especie más.

Con respecto a la ciencia, hay que tener en cuenta que la ciencia no se basa en experimentos sino en teorías. El núcleo de la ciencia es la teoría y una teoría es una teoría porque contiene elementos no observables. Si una teoría explica y predice en forma satisfactoria y puede enlazarse coherentemente con otras, es factible que sea aceptada. Si no lo hace, será desechada. Digo “es factible” porque efectivamente siempre existen marcos ideológicos, teóricos, de creencias previas, que condicionan. Condicionan desde el diseño de una observación o un experimento hasta las conclusiones que se extraen de él. Nada es realmente puro, objetivo, frío. Nada. Pero, ojo, aquí me estoy parando en una paradigma epistemológico alejado del viejo positivismo; para los positivistas un científico actúa inmune al mundo.

Si toda percepción de la realidad es subjetiva, es bueno tenerlo presente porque si así ocurre con la Física, ¿cómo no ocurrirá en otros ámbitos, más cotidianos, más sociales?

Oscar Cuervo está desarrollando estos temas en su blog “Un largo”:

http://unlargo.blogspot.com.ar/2015/04/el-cielo-gira-o-gira-el-mundo.html

Abrazo,
Esther


El Demiurgo de Hurlingham dijo...

El articulo que incluís tiene varios problemas.
Por ejemplo el concepto de teoría, se trata de algo que está sirviendo de explicación, con solidez. Y seguir confirmandose o ser refutada por nuevos descubrimientos. Incluso puede ser reformada. El planteo de Newton sobre la gravedad, fue cambiada por la relatividad de Einstein. Teoría que está vigente.
Es un error plantear que el hombre desciende del mono, aun como simplificación.
Y para colmo, para que se está explicando algo que el articulo plantea que no.

http://axxon.com.ar/noticias/2015/05/descubierto-un-eslabon-perdido-en-la-evolucion-de-las-celulas-complejas/

Moscón dijo...

En todo caso definamos concepto, o cosmovisión.
Hablamos de teorías cuando me parece pertinente mas oportuno hacerlo de tesis, aquello que comience con teo se refiere a dios.
Newton está mas que vigente y elementalmente comprobable que Einstein, siendo famosa la frase del segundo "dios no juega a los dados".
Casualmente los satélites del GPS fueron posibles gracias a los aportes medibles de los dos grandes cráneos.
Por un lado Newton otorga (mas Tycho Brahe, Kepler y Copérnico) la órbita y Eistein la relatividad, los relojes satelitales están levemente atrasados relativos a los de tierra.
Aquí hay complemento.
Pasamos lo empírico.
Es COMPROBABLE.
Lo vivimos.
Sobre si somos mas, o menos, no se a título de que:

http://carnespodridas.blogspot.com.ar/2011/03/ingenieria-del-huevo.html

¿Que hacemos?¿Revisamos entropía?

Diego dijo...

La palabra teoría proviene del griego θεωρία y se refiere a un pensamiento especulativo. Proviene de theoros (espectador) -no de théos (dios)- del griego theōreō formada con la partícula thea (vista) como sufijo, indicando "he aqui" y horō (ver). Al igual que la palabra especular, tiene relación con "ver", "mirar".

Con respecto a Einstein, pobrecito, dios no sólo juega a los dados sino que es un jugador compulsivo (por eso es tan lastimosa la última etapa de la vida de Einstein, encaprichado con que no podía haber azar... por suerte la física siguió adelante).

Pero bueno: ya se ve que se contesta cualquier cosa acá.

PD: como cualquiera sabe, primero fue el huevo.

Moscón dijo...

¿Diego ahora con la cuestión semántica?
No te voy a pedir que conjugues el verbo joder en infinitivo en griego.
¿Te parece bien esto?:
La teoría focaliza y la tesis explaya.
No podemos despojarnos de humanidad, circunstancia, y lenguaje.
¿Hay capacidad objetiva 100 x 100?
Peor que una respuesta errada es un problema mal planteado.


Esther dijo...

Jejeje… Llevamos unos 150 años intentando tirar abajo el segundo principio de la termodinámica y nien, la bendita entropía sigue ahí, riéndose de nuestros intentos de destronarla. La paradoja del demonio de Maxwell ocupó a las mentes más brillantes durante más de cien años, hubo explicaciones, sí, pero recién con el advenimiento de la teoría de la información los físicos pudieron “demostrar” en forma sólida dónde estaba el error de ese demonio que, aparentemente, actuaba en contra del segundo principio.

Moscón, fijate que cuando Einstein propuso su teoría de la relatividad no había cómo realizar observaciones o experimentos que permitieran confirmar o refutar sus principios, y sin embargo fue aceptada; las experiencias vinieron bastante después. De hecho, Einstein, como buen físico teórico que era, nunca se preocupó por hacer experimento alguno ni le prestó atención a los que hacían otros.

«Peor que una respuesta errada es un problema mal planteado.»
Acuerdo cien por cien, esa frase está muy buena. Lo importante es ser capaz de plantear la pregunta correcta. En contra de la tradición escolar, el conocimiento de verdad no está en acumular respuestas sino en ser capaz de formular en forma correcta buenos interrogantes, cosa que es realmente difícil.
Lederman, físico de partículas, publicó un muy interesante y divertido libro sobre su área de trabajo y sobre el mundillo de la física, cuyo título es demoledor: «La partícula de Dios. Si el Universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?».

Abrazo,
Esther

Moscón dijo...

Esther:
Einstein fue audaz, había mucha gente laburando en el tema de la pregunta del todo y ante tanta presión se le soltó un gasesito, una respuesta a una pregunta no formulada. Como el inventor del láser (en principio era máser), pasaron muchos años hasta encontrarle alguna función.
Resulta en claro que cambiamos Dios por infrinito:
Buscá la fórmula que quieras y multiplicala por infrinito y en algún momento se dará.
Hace unos años marqué un punto de vista de la entropía:

http://carnespodridas.blogspot.com.ar/2011/07/la-nadael-universola-entropiapase-y.html

Abrazo
moscon