A raiz de este post me acordé de un editorial de Enrique Sims.Parece una ironía pero para mi está mas próxima a un oxímoron si trasladamos el terreno histórico.
Ahí va:
(Publicado en la revista Cerdos y Peces número 11, abril de 1987)
NO TENGO NADA PARA DECIR
Esto que usted está comenzando a leer es lo que en el lenguaje sórdido del periodismo se llama "copete". Su importancia consiste en demostrar que los copetes tienen que existir. La función es anticiparle de qué se trata el tema de la nota. Cumplo con la obligación de contarle que la próxima nota trata de cosas que es imposible contar en este copete. En cuanto al título, es falso: todas las palabras que están escritas en estas dos páginas las dije yo.
Quizá deba escribir otra excelente nota sobre los presos (incluyendo una discusión sobre si son políticos o sociales) para que igual sigan presos pero para que la conciencia de usted (tú, vos) lector se tranquilice y se diga, esquizofrénicamente, a sí mismo: "Ellos al escribir la nota y yo al leerla hemos hecho lo posible" y una vez acordada la complicidad no se le ocurra al lector ayudar al preso a escapar, matar al juez que lo condenó, destruir la sociedad que lo propició o asesinar el espíritu público que convalida, día a día, siglo a siglo, esa farsa social que admite el castigo ajeno como mecanismo que nos libere de la culpa propia.
¿O sería preferible una nota sobre el SIDA? Para que todos los infelices que nunca cojen o que cojen para la mierda y tienen ganas de dejar de cojer o que ni siquiera se hacen la paja pero tienen un vecino que es puto se preocupen, obsesionen y encuentren nuevos motivos para justificar su impotencia, ese hastío hereditario que los hizo nacer convalecientes. Una buena nota sobre el SIDA para que el lector se acurruque como un gato fláxido sobre la falda de su parejita-mamita-papito-hagamos un hijito y no salgamos a la calle querida, que viste como está el mundo.
Son temas muy pálidos, he escuchado que esta revista está muy trágica, muy dura, muy de onda muerte. Mejor entonces podría ser una nota, viste, sobre los rulos que le crecen a la nada, antes de ayer, te fijaste, jugando en la playa con el castillo de cocaína, mientras salías de Funk, con el walkman derritiendo pedazos de Dead Kennedys (o preferirías The Cure?) sobre el sordo insensible que vive en el fondo de la oreja de eso que antes fue tu alma, ibas caminando muy loco hacia el próximo teléfono para llamar a nadie y preguntarle nada sobre algo, pero no porque te cope, sino para saber si te podés colar en el recital del día y, porque está de moda, pelearte con la policía, ofrecerle un porro o hacer de cuenta que bailás.
No estoy convencido. Quizá lo mejor sea hablar mal del psicoanálisis para joderlos más a los pacientes que ya, sin darse cuenta, se sienten para el carajo por tener que pagarle al diller de la culpa para que los provea de de la droga más adictiva que se conoce.
El reto para un buen periodista es hacerle sentir a usted el viaje: una nota tan vívida que usted es el jefe de la barra brava, usted se siente la pija del violador del colectivo, usted es la bala del policía y es el chico de la calle que chupa pija por sanguches, para usted va a ser muy emocionante porque sabemos cuánto le interesan los problemas ajenos.
También es cierto que los temas sociales están un tanto gastados. Tenemos lectores más exigentes que necesitan reflexión. Hay que proponerles que Foucault sea el dentífrico de cada mañana, demostrarle que Baudrillard es mejor que Parliament y que Bukowski tiene más onda que tomar una gaseosa. Tenemos una encuesta para usted: ¿Cree que el uniforme de las madres de la plaza se pondrá de moda en las discotecas o cree que esta pregunta es un exceso y por tanto debe ser juzgada? ¿Y si le demostráramos que usted es incapaz de llorar sobre su propio cadáver? Créalo, tenemos datos y estadísticas de la OTAN que lo demuestran, y el Doctor Favaloro, en una entrevista exclusiva, lo ha confirmado. Todo indica que usted simularía no estar muerto, se preguntaría si vale la pena emocionarse y hasta se diría si, en definitiva, algo ha cambiado.
Eso es lo más difícil: escribir una nota que le haga sentir miedo. Hemos probado con chupaderos, terremotos, enfermedades, desastres nucleares, guerras y hasta con sectas satánicas sin que nada lo conmoviera.
No podemos conseguir que sienta miedo porque eso fue lo primero que perdió y si quiere saber el motivo nosotros se lo daremos: la fórmula del agua es H2O. Clarín lo ha escrito con grandes titulares, lo denuncia Aliverti, lo confirma el sexólogo: no te obsesiones, ya te hemos dicho que el agua es H2O.
Atiéndenos, ahora estamos pasando el replay de tu vida, sabemos que estabas muy ocupado cuando Maradona hizo el gol, cuando picaneaban a tu hija, cuando Reagan decidió que lo pasaras mal, cuando el coche se abalanzó sobre ti. Nuestra función es decirte lo que ya sabías. Estamos aquí para hacer una nota que consiga que hagas lo mismo que hubieras hecho de no haberla leído.
Eres un lector moderno. No quieres saber nada del mundo. Escribiremos sobre tu vida cotidiana para que te sientas identificado y que el héroe no sea el Papa, ni el cantante, ni el jefe de policía. Te gusta este titular: "A Roberto González ayer no le pasó nada". Podemos contar cómo te levantás a la mañana sin darte cuenta y, sin darte cuenta, sales a la calle y comienza ese maravilloso y sorprendente día en donde no te pasa nada con nadie, mientras una manifestación de explicaciones protesta frente a la Casa Rosada de tu mente inquiriendo sobre los motivos de tanta injusticia en el mundo, de tanta anestesia que sientes cuando coges.Lo siento, no podemos contarte aquello de lo que no tenemos pruebas. La lluvia de instantes incandescentes que refrescan tu alma de la continua presión de los fenómenos no son reporteables, esa emoción insensata, destartalada que se anuda en los sótanos no quiere declarar, esas ganas de ese día de levantarte de la butaca y dejar de asistir a la obra de teatro en donde asesinaban tu inocencia no tiene ganas de hablar. Fue imposible ubicar a ese miserable detective que habita entre sus sospechas.
Hace muchísimos años, estaba en una quinta de verduras y vi a un rabanito que intentantaba arrancarse de la tierra: me explicó rápidamente que estaba tratando de escapar de su destino de ensalada. En el momento que estaba por ayudarlo a escapar, la voz de una mujer sonó a mi espalda y dijo:"Nene!". Me dí vuelta y no reconocí a la mujer, tuvo que insistir varias veces hasta que comprendí que era mi madre.
Después el mundo no fue más mundo sino un diario. Me enseñaron a leer y escribir el mundo. Me enteré que los rabanitos no hablaban y que mucho menos podían escapar. Que las ensaladas no eran un depósito de cadáveres de rabanitos, lechugas y tomates. Que mi madre era esa mujer que decía que era mi madre. Nunca tuve verdaderas pruebas de nada de eso.
Acepté, sin convencerme, que el mundo era lo que todos los demás decían que era el mundo.
Hoy las cosas están mucho peor. No sólo los rabanitos no me piden ayuda, sino que no escucho la voz de nada que esté vivo. Sólo escucho el ronroneo metálico de las máquinas que fabrican las letras que se convierten en voces que me recuerdan constantemente la mecanicidad de mi existencia.
Por eso, realmente estas dos páginas las he usado para no decir nada que ya no supieras.
4 comentarios:
"la mecanicidad de mi existencia"
He ahí la cuestión.
Si la locomoción del pensamiento entra en la mecanicidad vamos derecho al ombligo.
Moscón, pasaron miles de año y no comprendemos que es la vida. A muchos hay que decirles que la llevan puesta. (la vida, claro).
Un abrazo.
Roberto:
Coincido,a muchos le pasa por al lado,pero lo peor esa vivir en las palabras.
Hay una sola verdad y muchas miradas,la defensa de tu cosmovisión es tóxica si se empacha de dialéctica.
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