Solemos considerar al de opiniones semejantes como alguien inteligente.La mayoría de las veces es narcicismo puro o complemento vigorizador del que profesa(el que quiere que la cosa sea como el quiere).Esto último por lo general se asocia con fe irracional confundiendo predicción con profesía.El que ve mas allá del horizonte nos avisa a los que habitamos al ras del suelo la geografía social que viene y nos predice y no profetiza sobre la realidad a intervenir.
Aquí les presento la última hoja del libro LAS FUERZAS MORALES de José Ingenieros,recopilado en 1923,y ya en ese tiempo nos alertaba con filípicas sobre el imperio;sostengo y suscribo su visión.Con ustedes,el Pepe dijo:
(Atención a los dos últimos párrafos,parece que los hubiera escrito ayer)
La humanidad es la patria del ideal. Cuando se escucha la sola voz del corazón, patria es el terruño; cuando prevalece el interés político, patria es el Estado; cuando habla el ideal, patria es la humanidad. Y en el desarrollo histórico de este sentimiento podemos decir que el terruño expresa el patriotismo del pasado, la nación el patriotismo del presente, la humanidad el patriotismo del porvenir.
Mientras se extiende la solidaridad del terruño a la provincia, al Estado, a la humanidad, las fuerzas inmorales del pasado siguen sembrando odio entre los pueblos, para apuntalar con el patriotismo político el régimen social de cuya injusticia se benefician. Toda innoble agresividad que hiere el sentimiento nacional de otros pueblos, no es amor a la patria, sino a la industria malsana, eternamente fomentada por mercaderes de la palabra y de la pluma, al servicio de déspotas reales o potenciales. No tIemblan ante la responsabilidad de las guerras que encienden, preparados a comentarlas desde sus casas, mientras los pueblos se diezmen en las trincheras. Todos mienten lo mismo; pretenden que la propia nación es la mejor del mundo, engañando a los ingenuos con sofismas de que ellos se burlan. Corrompen la opinión pública y fomentan el culto supersticioso de mitos vanos, amparándose luego de ellos para encubrir sus venales conveniencias.
Maldiga la juventud a los envejecidos tartufos que conspiran contra la paz de sus pueblos, encendiendo regueros de intrigas internacionales en la diplomacia secreta. Maldiga cien veces a los que fabrican cañones, robando el metal que necesitan los arados. Mil veces maldiga a los que hacen correr en el mundo una sola gota de sangre, que no es la de sus propias venas.
La manera más baja de amar a la propia patria es odiar las patrIas de otros hombres, como si todas no merecieran engendrar en sus hijos iguales sentimientos. El nacionalismo debe ser emulación colectiva para que el propio pueblo ascienda a las virtudes de que dan ejemplo otros mejores; nunca envidia colectiva que haga sufrir de la ajena superioridad y mueva a desear el abajamiento de los demás, hasta el propio nivel. Cada pueblo es un elemento de la humanidad; el anhelo de la dignificación nacional puede ser un aspecto de la fe en la dignificación humana. Ascienda cada nación a su más alto nivel, y por el esfuerzo de todas se remontará el nivel de la humanidad.
El patriotismo humano abarca el horizonte cultural. La solidaridad entre los pueblos se extiende a medida que ellos amplían su experiencia y elevan sus ideales. La capacidad de simpatía va creciendo con la civilización; todos los hombres que en el mundo comparten las mismas creencias y se animan por los mismos intereses, se sienten amigos o hermanos. Las comuniones y los partidos, que antes pasaron del terruño a la nación, comienzan a pasar de la nación a la humanidad.
Dos gremios poderosos iniciaron el acercamiento de los pueblos, extendiéndose por sobre las fronteras de las naciones: los comerciantes y los sacerdotes. El capital no tiene patria, ni tiene patria la religión; salen del terruño y del Estado, para internacionalizarse y conquistar el mundo. Siguiendo sus huellas se expandieron las ideas y la civilidad. La circulación del pensamiento y de los hombres ha extendido la solidaridad humana. El camino, el vapor, el riel, el teléfono, el cable, la turbina, el inalámbrico, la aviación, han dilatado el horizonte de los pueblos modernos. Poco a poco, en firme enaltecimiento, las ciencias y las artes, las doctrinas y las costumbres, han comenzado a extenderse del horizonte civil al horizonte cultural.
Todas las fuerzas vitales de los pueblos empiezan a solidarizarse en la humanidad. La producción y el consumo están regulados en escala internacional; los medios de circulación se han centuplicado, en la tierra, en el mar, en el aire. Los pueblos ajenos a esa vida común no se consideran civilizados; y no lo son. Cada invento técnico, descubrimiento científico, creación artística, llega a todos los pueblos. En todos se definen análogas normas y análogos principios jurídicos.
Así como en la nación se ha expandido la primitiva solidaridad del terruño, empieza ya a expandirse en la humanidad la solidaridad de la nación. Esta forma superior del solidarismo anida, por ahora, en grandes espíritus que desbordan de la patria política, como ésta desbordó otrora de la primitiva patria lugareña. Sólo se sienten solidarios con la humanidad los que conciben y aman ideales humanos, anticipándose a sentimientos que llegarán a privar en el porvenir.
Apóstoles fueron, otrora, los hombres que en su tiempo supieron elaborar un sentimiento nacional, creando los Estados actuales. Apóstoles son, hoy, los que empiezan a elaborar un sentimiento humano, extendido a horizontes culturales cada vez más dilatados.
La armonía de los pueblos es la entelequia de la humanidad. Armonía no es semejanza ni fusión universal, sino solidaridad organizada de culturas heterogéneas. La desigualdad de los pueblos es conveniente para la humanidad, como la individual es útil para la nación. La justicia no consiste en borrar las desigualdades, sino en utilizarlas para armonizar el conjunto. A todos conviene que cada uno intensifique sus propios rasgos, de acuerdo con las características del medio en que se desenvuelve; si ellas se perdieran sería perjudicial. La solidaridad debe concebirse como un equilibrio de partes cada vez más diferenciadas, capaces de cumplir mejor sus funciones en beneficio propio y de los demás. Cuando un pueblo pierde la noción de la interdependencia, tiende a romper el equilibrio en su provecho, desencadenando la guerra en perjuicio de todos.
El progreso de la solidaridad se caracterizará en el porvenir por el desarrollo de organismos jurídicos, económicos y morales que regulen las relaciones de los pueblos. Un equilibrio instable y perfectible permitirá la coordinación de las partes, armonizando el bienestar de la familia, del terruño, de las regiones, de los Estados.
Algunos soñadores, olvidando que la humanidad no es un mito homogéneo sino una realidad heterogénea, alientan el anhelo ilusorio de una sola nacionalidad universal. Más justo es presumir que por sobre los actuales Estados políticos, carentes a veces de unidad moral, tiendan a constituirse grandes nacionalidades capaces de producir nuevos tipos de civilización, confederando pueblos similares. La solidaridad será natural, fundada en semejanzas de origen, de intereses, de idioma, de sentimientos, de costumbres, de aspiraciones.
El ideal presente de perfeccionamiento político es una coordinación federativa de grupos sociológicos afines, que respete sus características propias y las armonice en una poderosa nacionalidad común. Ninguna convergencia histórica parece más natural que una federación de los pueblos de la América latina. Disgregados hace un siglo por la incomunicación y el feudalismo, pueden ya plantear de nuevo el problema de su futura unidad nacional, extendida desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes. Esa posibilidad histórica merece convertirse en ideal común, pues son comunes a todos sus pueblos las esperanzas de progreso y los peligros de vasallaje. Hora es de repetir que, si no llegara a cumplirse tal destino, sería inevitable su colonización por el imperialismo que desde ha cien años los acecha: la oblicua doctrina de Monroe, firme voluntad de los Estados Unidos, expresa hoy su decisión de tutelar y explotar a nuestra América latina, cautivándola sin violencia, por la diplomacia del dólar. Son sus cómplices la tiranía política, el parasitismo económico y la superstición religiosa, que necesitan mantener divididos a nuestros pueblos, explotando sus odios recíprocos en favor de los intereses creados en cien años de feudalismo tradicional.
Frente a esas fuerzas inmorales del pasado, la esperanza de acercarnos a una firme solidaridad sólo puede ser puesta en la Nueva Generación, si logra ser tan nueva por su espíritu como por sus años. Sea ella capaz de resistir a las pequeñas tentaciones del presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental.
Aquí les presento la última hoja del libro LAS FUERZAS MORALES de José Ingenieros,recopilado en 1923,y ya en ese tiempo nos alertaba con filípicas sobre el imperio;sostengo y suscribo su visión.Con ustedes,el Pepe dijo:
(Atención a los dos últimos párrafos,parece que los hubiera escrito ayer)
La humanidad es la patria del ideal. Cuando se escucha la sola voz del corazón, patria es el terruño; cuando prevalece el interés político, patria es el Estado; cuando habla el ideal, patria es la humanidad. Y en el desarrollo histórico de este sentimiento podemos decir que el terruño expresa el patriotismo del pasado, la nación el patriotismo del presente, la humanidad el patriotismo del porvenir.
Mientras se extiende la solidaridad del terruño a la provincia, al Estado, a la humanidad, las fuerzas inmorales del pasado siguen sembrando odio entre los pueblos, para apuntalar con el patriotismo político el régimen social de cuya injusticia se benefician. Toda innoble agresividad que hiere el sentimiento nacional de otros pueblos, no es amor a la patria, sino a la industria malsana, eternamente fomentada por mercaderes de la palabra y de la pluma, al servicio de déspotas reales o potenciales. No tIemblan ante la responsabilidad de las guerras que encienden, preparados a comentarlas desde sus casas, mientras los pueblos se diezmen en las trincheras. Todos mienten lo mismo; pretenden que la propia nación es la mejor del mundo, engañando a los ingenuos con sofismas de que ellos se burlan. Corrompen la opinión pública y fomentan el culto supersticioso de mitos vanos, amparándose luego de ellos para encubrir sus venales conveniencias.
Maldiga la juventud a los envejecidos tartufos que conspiran contra la paz de sus pueblos, encendiendo regueros de intrigas internacionales en la diplomacia secreta. Maldiga cien veces a los que fabrican cañones, robando el metal que necesitan los arados. Mil veces maldiga a los que hacen correr en el mundo una sola gota de sangre, que no es la de sus propias venas.
La manera más baja de amar a la propia patria es odiar las patrIas de otros hombres, como si todas no merecieran engendrar en sus hijos iguales sentimientos. El nacionalismo debe ser emulación colectiva para que el propio pueblo ascienda a las virtudes de que dan ejemplo otros mejores; nunca envidia colectiva que haga sufrir de la ajena superioridad y mueva a desear el abajamiento de los demás, hasta el propio nivel. Cada pueblo es un elemento de la humanidad; el anhelo de la dignificación nacional puede ser un aspecto de la fe en la dignificación humana. Ascienda cada nación a su más alto nivel, y por el esfuerzo de todas se remontará el nivel de la humanidad.
El patriotismo humano abarca el horizonte cultural. La solidaridad entre los pueblos se extiende a medida que ellos amplían su experiencia y elevan sus ideales. La capacidad de simpatía va creciendo con la civilización; todos los hombres que en el mundo comparten las mismas creencias y se animan por los mismos intereses, se sienten amigos o hermanos. Las comuniones y los partidos, que antes pasaron del terruño a la nación, comienzan a pasar de la nación a la humanidad.
Dos gremios poderosos iniciaron el acercamiento de los pueblos, extendiéndose por sobre las fronteras de las naciones: los comerciantes y los sacerdotes. El capital no tiene patria, ni tiene patria la religión; salen del terruño y del Estado, para internacionalizarse y conquistar el mundo. Siguiendo sus huellas se expandieron las ideas y la civilidad. La circulación del pensamiento y de los hombres ha extendido la solidaridad humana. El camino, el vapor, el riel, el teléfono, el cable, la turbina, el inalámbrico, la aviación, han dilatado el horizonte de los pueblos modernos. Poco a poco, en firme enaltecimiento, las ciencias y las artes, las doctrinas y las costumbres, han comenzado a extenderse del horizonte civil al horizonte cultural.
Todas las fuerzas vitales de los pueblos empiezan a solidarizarse en la humanidad. La producción y el consumo están regulados en escala internacional; los medios de circulación se han centuplicado, en la tierra, en el mar, en el aire. Los pueblos ajenos a esa vida común no se consideran civilizados; y no lo son. Cada invento técnico, descubrimiento científico, creación artística, llega a todos los pueblos. En todos se definen análogas normas y análogos principios jurídicos.
Así como en la nación se ha expandido la primitiva solidaridad del terruño, empieza ya a expandirse en la humanidad la solidaridad de la nación. Esta forma superior del solidarismo anida, por ahora, en grandes espíritus que desbordan de la patria política, como ésta desbordó otrora de la primitiva patria lugareña. Sólo se sienten solidarios con la humanidad los que conciben y aman ideales humanos, anticipándose a sentimientos que llegarán a privar en el porvenir.
Apóstoles fueron, otrora, los hombres que en su tiempo supieron elaborar un sentimiento nacional, creando los Estados actuales. Apóstoles son, hoy, los que empiezan a elaborar un sentimiento humano, extendido a horizontes culturales cada vez más dilatados.
La armonía de los pueblos es la entelequia de la humanidad. Armonía no es semejanza ni fusión universal, sino solidaridad organizada de culturas heterogéneas. La desigualdad de los pueblos es conveniente para la humanidad, como la individual es útil para la nación. La justicia no consiste en borrar las desigualdades, sino en utilizarlas para armonizar el conjunto. A todos conviene que cada uno intensifique sus propios rasgos, de acuerdo con las características del medio en que se desenvuelve; si ellas se perdieran sería perjudicial. La solidaridad debe concebirse como un equilibrio de partes cada vez más diferenciadas, capaces de cumplir mejor sus funciones en beneficio propio y de los demás. Cuando un pueblo pierde la noción de la interdependencia, tiende a romper el equilibrio en su provecho, desencadenando la guerra en perjuicio de todos.
El progreso de la solidaridad se caracterizará en el porvenir por el desarrollo de organismos jurídicos, económicos y morales que regulen las relaciones de los pueblos. Un equilibrio instable y perfectible permitirá la coordinación de las partes, armonizando el bienestar de la familia, del terruño, de las regiones, de los Estados.
Algunos soñadores, olvidando que la humanidad no es un mito homogéneo sino una realidad heterogénea, alientan el anhelo ilusorio de una sola nacionalidad universal. Más justo es presumir que por sobre los actuales Estados políticos, carentes a veces de unidad moral, tiendan a constituirse grandes nacionalidades capaces de producir nuevos tipos de civilización, confederando pueblos similares. La solidaridad será natural, fundada en semejanzas de origen, de intereses, de idioma, de sentimientos, de costumbres, de aspiraciones.
El ideal presente de perfeccionamiento político es una coordinación federativa de grupos sociológicos afines, que respete sus características propias y las armonice en una poderosa nacionalidad común. Ninguna convergencia histórica parece más natural que una federación de los pueblos de la América latina. Disgregados hace un siglo por la incomunicación y el feudalismo, pueden ya plantear de nuevo el problema de su futura unidad nacional, extendida desde el río Bravo hasta el estrecho de Magallanes. Esa posibilidad histórica merece convertirse en ideal común, pues son comunes a todos sus pueblos las esperanzas de progreso y los peligros de vasallaje. Hora es de repetir que, si no llegara a cumplirse tal destino, sería inevitable su colonización por el imperialismo que desde ha cien años los acecha: la oblicua doctrina de Monroe, firme voluntad de los Estados Unidos, expresa hoy su decisión de tutelar y explotar a nuestra América latina, cautivándola sin violencia, por la diplomacia del dólar. Son sus cómplices la tiranía política, el parasitismo económico y la superstición religiosa, que necesitan mantener divididos a nuestros pueblos, explotando sus odios recíprocos en favor de los intereses creados en cien años de feudalismo tradicional.
Frente a esas fuerzas inmorales del pasado, la esperanza de acercarnos a una firme solidaridad sólo puede ser puesta en la Nueva Generación, si logra ser tan nueva por su espíritu como por sus años. Sea ella capaz de resistir a las pequeñas tentaciones del presente, mientras adquiera las fuerzas morales que la capaciten para emprender nuestra gran obra del porvenir: desenvolver la justicia social en la nacionalidad continental.
8 comentarios:
Hola Che Moscón
Excelente lo que posteaste, y si te descuidás, me gustó más tu introducción que el gran texto de José, y te voy a explicar por qué: El Pepe fue un visionario, en profundidad y en amplitud: percibió el problema y la solución, todavía pendiente. Pero me gustó mucho tu reflexión sobre el narcisismo de lo semejante, que merecería lo desarrollaras como tema, que siguieras con la idea.
Porque nos quejamos de los "repetidores" del otro lado y no medimos con la misma vara los del nuestro. No alcanza con ¡fuerza Cristina! en coro. En todo caso, útil y necesario, pero no suficiente, porque también es necesario señalar lo que debe corregirse, lo que debe profundizarse. Hay que buscar verdades nuevas, proponer en la humide medida de uno, que no es Pepe, pero que algo tiene para decir. Creo yo que es la función del bloguero, y reconozco que no escapo a la regla.
Te mando un abrazo
Que tal Moscón, cuando leí lo de
"las fuerzas inmorales del pasado
siguen sembrando odio entre los
pueblos", me hizo recordar a los
de la mesa de enlace que se quedaron
con toda la repartija de Roca a
oligarcas y no a quienes de verdad
quieren trabajar la tierra.
Es un pasado discriminador y lleno
de odios, tal cual hoy día.
Un abrazo
Hola Che Sujeto:
Gracias por la sobada de ego.
Y si,hace un tiempo que el cúmulo de desatinos que me suenan a contramano se me está transformando en una piedrita en el zapato.Por ejemplo el préstamo del Banco Mundial para sostener la AUH,¿que pasa,no tenemos reservas genuinas,no puede salir de ahí?
Las petroleras transnacionales pagan por lo extraído sobre declaración jurada,dos ejemplos molestos que tiran por la borda tanto esfuerzo popular.
Tenemos que poner énfasis en lo que anda mal,no dormirnos en los laureles,y dejar de masturbarnos con los logros.
Y cuando separe la paja del trigo y aclare ideas armo la entrada.
Lo postié a Pepe por la genialidad en describir el problema social,el plano completo para hacer un país digno donde den ganas de vivir y la vigencia atemporal que mantiene.
La radiografía que hace el chabón te vuela los pelos.
Y aquí estaremos,Sujeto,firmes al pie del ñonca.
Un abrazo y nos estamos leyendo.
Roberto:
Como le decía a Sujeto,la genialidad de Pepe es la calidad de la radiofrafía que hizo en 1924,bien podría aplicarse hoy día.
Los grupos hegemónicos nos siguen garcando a pesar de todos los esfuerzos realizados hasta ahora para voltearlos.
Los enemigos exteriores identificados y contra los que luchamos,son mucho menos peligrosos que los virulentos socios internos que tenemos camuflados.
Un Abrazo.
Che Moscón
Te doy un ejemplo: el sábado, en la reunión de Carta Abierta, a un miembro de la comisión de políticas de salud pública se le ocurrió la idea de plantear una crítica que decía que se pide la plata para sostener la AUH de las embarazadas, mientras que no se avanzó sobre la política, que se había inicado con Garré cuando estaba en Defensa, de fabricar medicamentos en los laboratorios de las FFAA, con una reducción del costo para la población del...65%.
Le molestó a muchos ¡fuerza Cristina!, y salieron los coordinadores a pararles el carrito, cuando este tordo (y la comisión) habían hecho una cantidad de mesas redondas, debates con ministros de salud provinciales, etc.
Seguramente hay lobby muy fuerte (acordate de Illia con este tema), y quizá por alguna razón no se pueda hacer; pero uno puede decirlo, proponerlo.
Un Gran Abrazo
Che Sujeto:
Aqui en Santa Fe,mas precisamente en Rosario los socialistas hicieron mucho por la salud del conjunto poblacional,entre otras cosas un laboratorio donde fabrican medicamentos a muy bajo costo e insumos para uso en hospitales públicos,junto al aporte de los científicos de la UNR.
Si a nivel municipal,y luego a nivel provincial se pudo hacer,¿porqué no a nivel nacional?
Seamos pragmáticos y copiemos las cosas buenas,sumemos para todos y restemos lacras que lucran con necesidades básicas.
Dos años atrás mi hijo se contagió en la pileta una especie de infección cutánea y el dermatólogo le recetó un antibiótico específico en jarabe que en ese tiempo,costaba 390 mangos.Fuí al dispensario a tres cuadras de mi casa y me vendieron el mismo pero hecho en los laboratorios de la provincia a 17 mangos.¿Que tul?
Es fantástico, no le quito proezas, pero si, sencillamente, alguna vez nos hubieramos sentado a replantearnos el sentido de la vida, seguramente hubieramos llegado a las mismas conclusiones, aunque empíricamente para muchos.
Cuesta a la amplia mayoría, entender que la existencia duele y que el camino más arduo y menos bello, es el que nos lleva al virtuosismo de ser cada uno y en el conjunto, mejores.
Pero no se si se quiere ser mejores, más morales, más éticos, más íntegros... lo dudo hace bastante.
Un beso Moscón
Cleo:
Ser buena persona cuesta,y mucho.
La mayoría de lo que nos hace humanos lo aprendemos por imitación,idioma,pensamientos,actitudes,si logramos revertir aquello que sociálmente nos desune,un sano sentimiento gregario se sumará hacia un gran cambio en donde nuestras individualidades no se contrapongan sino se complementen armoniosamente.
Vale la pena intentarlo.
Un Abrazo
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