lunes, 23 de febrero de 2015

DESNUDANDO LAS ACTUACIONES CRIMINALES DE LA FARMAINDUSTRIA: EL SOVALDI SE DESARROLLÓ GRACIAS A FONDOS PÚBLICOS



El discurso habitual de las multinacionales de farmacia es que dedican mucho dinero y muchos años a investigación + desarrollo, para poder producir un nuevo medicamento, por lo cual luego tienen que recuperar las cuantiosas inversiones imponiendo altos costes de venta.
 
Como recuerda Miguel Jara[1], “lo primero es comprobar que eso es así. Habría que hacer auditorías independientes de lo que ha costado el medicamento a la empresa y el tiempo que ha consumido en ello (y eso cargarlo en la cuenta del precio del fármaco pues la población no ha de pagar lo que es producto de la falta de transparencia de una industria y la permisividad de sus gobernantes). Ver si la molécula se creó en una institución pública, como suele ocurrir y que ello se contabilice también en el precio final. Comprobar la verdadera eficacia y seguridad del preparado farmacológico, para lo cual es fundamental que existan agencias reguladoras independientes (hoy no lo son) y que tengan TODOS los datos de los ensayos clínicos hechos por el laboratorio, cosa que no suele ocurrir”. 
 
En el caso de Sovaldi, el blog “la ciencia y sus demonios[2], publica una serie de datos que, suponen la confirmación de que el precio impuesto por la multinacional Gilead, es un atraco en toda regla como ya advertíamos[3] días atrás desde CAS:
 Pharmasset fue creada por Liotta y Schinazi entre otros investigadores, que llevaban desde finales de la década de 1980 colaborando muy estrechamente en el tema de la búsqueda de medicamentos antivirales, como se puede comprobar en una veintena de publicaciones[4].
Investigando las fuentes de financiación de los estudios recogidos en estos artículos, se encuentra que todos ellos (incluidos los que sirvieron de base para el desarrollo del Sovaldi y otros antivirales bajo patente de Pharmasset) han sido profusa y generosamente financiados durante más de 20 años por diversas agencias públicas de EEUU como los famosos “National Institutes of Health” (16 proyectos de investigación), el “Department of Veterans Affairs” (9 proyectos), el “United States Department of Energy” (2 proyectos), otros 2 proyectos del “Georgia Veterans Affairs Research Center for AIDS and HIV Infections” además de proyectos individuales financiados por el “Molecular Design Institute” del “Office of Naval Research”, el “United States Public Health Service” y el “National Cancer Institute”. Además, incluso en un artículo hubo financiación del también prestigioso “Institut National de la Sante et de la Recherche Medicale” francés porque formaba parte de una colaboración internacional. Es decir, 33 proyectos de investigación financiados con dinero público durante más de dos décadas.
A continuación se contactó con inversores y se creó una empresa con sede en el paraíso fiscal de Barbados, que varios años después se trasladó al estado de Delaware, que dispone de un estatus económico privilegiado, que le permite desde suelo yanqui, operar como en cualquier paraíso fiscal.
 En el 2007 Pharmasset, sin tener ningún medicamento a la venta en el mercado farmacéutico, sale a bolsa, se revaloriza espectacularmente y en 2011 es comprada por 11.000 millones de dólares por la multinacional Gilead.
En 2013 la FDA (agencia del medicamento estadounidense) aprueba el uso del sofosbuvir o Sovaldi para el tratamiento de la hepatitis C y empieza su comercialización mundial.
Para acabar, es necesario recordar que se esconde detrás de Gilead. En el magnífico trabajo de investigación de Pablo Martínez Romero, de CNT Córdoba, “GILEAD, SOVALDI y Hepatitis C: La Bolsa o la Vida”[5], el autor desentraña el accionariado, los directivos (entre ellos algunos  que han ejercido como Secretarios de Estado de tres administraciones norteamericanas, como Donald Rumsfeld y George Shultz). Como dato anecdótico, el presidente del Consejo de Administración, John C. Martin, obtuvo en el último año, una compensación total de cerca de 170 millones de $. Como bien apunta Pablo, “la política de precios y comercial de GILEAD, no se puede entender sin comprobar como su accionariado y el de las principales farmacéuticas, está en manos de los principales grupos financieros y de inversión, para los que esta industria se ha convertido en los últimos años en la base para una nueva burbuja especulativa, esta vez biotecnológica, dónde, como sucedió con la burbuja inmobiliaria, la salud y la vida de millones de personas es lo último que importa
[1] Los mercados de enfermos cautivos de medicamentos
 [2] El caso del medicamento Sovaldi contra la Hepatitis C como ejemplo de la ruinosa privatización de la investigación biomédica. http://lacienciaysusdemonios.com/2015/01/13/el-caso-del-medicamento-sovaldi-contra-la-hepatitis-c-como-ejemplo-de-la-ruinosa-privatizacion-de-la-investigacion-biomedica/
 [3] Hepatitis C: historia de un atraco anunciado.
 http://www.casmadrid.org/index.php?idsecc=noticias&id=5525&limit=&titulo=NOTICIAS




sábado, 21 de febrero de 2015

LOS NEANDERTALES REVIENTAN LA LEY DE MARGULIS


El hallazgo de que los neandertales dividían el trabajo por sexos se une a otros que amenazan con desplazarnos de la cúspide de la creación



La gran bióloga Lynn Margulis, que nos abandonó en 2011, sostenía con característica mala uva que la ciencia está lastrada por el mito de la gran cadena del ser. Los humanos ocupamos el penúltimo eslabón de esa cadena, a mitad de camino entre Dios y la piedra, y eso nos garantiza el lugar especial en el cosmos que la física y la biología se empeñan en hurtarnos con cada revolución copernicana de los lunes, miércoles y viernes. Si no somos dioses, seamos al menos lo más parecido a ellos que el universo es capaz de concebir.

¿No irá una nueva estirpe de humanos, una especie de Podemos de la biología, a ocupar nuestra posición estratégica en la gran cadena del ser?
Bien. Pero entonces ¿qué hacer con los neandertales, esos tipos tan parecidos a nosotros que da grima verlos comiendo carroña? ¿No pretenderán también ellos situarse en el centro exacto de la gran cadena del ser, a mitad de camino entre Dios y la piedra? Porque, de ser así, ¿qué vendrá después, cuando nosotros ya no estemos aquí? ¿No irá una nueva estirpe de humanos, una especie de Podemos de la biología, a ocupar nuestra posición estratégica en la gran cadena del ser? ¡Eso nunca! ¡Alambradas y concertinas contra el otro, contra la fiera corrupia, contra el extranjero del tiempo!
El proceso empezó en el mismo momento en que descubrimos al neandertal. La misma cuadrilla de obreros que, excavando una mina caliza el 9 de septiembre de 1856, encontró sus huesos en la cueva de Feldhof, junto a Dusseldorf, pensó que los restos eran de un oso. Por fortuna le entregaron los 16 huesos al maestro de un pueblo cercano, Johann Carl Fuhlrott, que tenía conocimientos de anatomía y se dio cuenta en seguida de que los restos eran muy antiguos y pertenecían a un ser humano, aunque muy diferente de nosotros.
Satisfechos de su hallazgo, los obreros siguieron con su trabajo y echaron abajo la cueva Feldhof y la montaña entera junto al valle de Neander, de las que hoy solo quedan unos cuantos lienzos pintados por los excursionistas holandeses de la época. En honor al maestro Fuhlrott, es preciso señalar que aún faltaban tres años para que Darwin publicara El origen de las especies. Cabe preguntarse quiénes serían los alumnos de aquel hombre extraordinario.

Rudolf Virchow, padre de una de las más esenciales unificaciones de la biología, echó encima todo el peso de su prestigio sobre los huesos fósiles dictaminando que aquello no era más que “un idiota con artrosis”
Pero los insultos para el hombre del valle de Neander no habían hecho más que empezar con el tema del oso. Uno de los grandes científicos de la época, Rudolf Virchow, padre de una de las más esenciales unificaciones de la biología –la teoría celular, Omnis cellula e cellula, toda célula proviene de otra—, echó encima todo el peso de su prestigio sobre los huesos fósiles dictaminando que aquello no era más que “un idiota con artrosis”. Hala.
La historia se ha repetido a otras escalas en años recientes. Las evidencias de que los neandertales se cruzaron con los Homo sapiensrecién salidos de África hace unos 50.000 años han sido numantinas. El descubridor de esos cruces, el genetista de la Universidad de Chicago Bruce Lahn, no pudo publicar el hallazgo en las revistas científicas de mayor impacto, Nature y Science, porque los paleontólogos que revisaron el trabajo decidieron que era absolutamente imposible que las dos especies hubieran producido descendencia fértiles. Hizo falta una proeza tecnológica –la lectura del genoma neandertal— para zanjar la cuestión, y ni siquiera así resultó fácil.
También los indicios genéticos de que los neandertales poseían la facultad del lenguaje (el gen FOXP2) fueron recibidos con escepticismo. Acabamos de saber ahora que los neandertales dividían el trabajo por sexos, unas evidencias que se unen a los indicios de que tenían culturamanejaban símbolos y plantas medicinales y se aparearon con nosotros.
Si queremos seguir siendo la cúspide de la creación, vamos a tener que emplear a fondo esos sesos de los que estamos tan orgullosos. No vaya a ser que otra especie venga a ocupar el centro exacto de la cadena del ser, a medio camino entre Dios y la piedra, y nos vaya a robar la ley de Margulis para su uso y disfrute.

Cueva de Origen