martes, 13 de febrero de 2018

ROMANTICOS Y REBELDES

Aunque el Romanticismo como movimiento cultural se da por finalizado en la mitad del siglo XIX, su espíritu se ha mantenido hasta nuestros días y reaparece cada vez que se persigue una utopía, cada vez que se intenta incorporar un poco de fantasía en una realidad estática y estricta.
Eugène Delacroix - La liberté guidant le peuple
Poeta, aristócrata, viajero, extravagante, despilfarrador, licencioso y apasionado, Lord Byron es uno de los iconos del Romanticismo. Murió joven, consumido por unas fiebres extrañas y sangrado por los médicos, en un pueblo perdido de Grecia, mientras participaba en la guerra de independencia de este país contra el Imperio Otomano. Una muerte trágica, como la de Poe, alcoholizado, la de Larra, volándose la cabeza, o la de Keats, de tuberculosis con 27 años. Todos ellos con vidas intensas y atormentadas.
Individualistas, subjetivos, contrarios a las normas y las convenciones y celosos de su libertad, los románticos, ante todo, eran unos inadaptados. Y resulta paradójico que el Romanticismo, en sus orígenes, fuera un movimiento conservador; un movimiento de rechazo de todo lo francés, después de 15 años de Guerras Napoleónicas.
Con la Restauración y el retorno de las monarquías absolutas, también se pretendía recuperar las tradiciones y valores de un pasado idealizado, previo a la Ilustración y su ideología. Frente a la razón, la industrialización y el Clasicismo, se anteponía lo medieval, lo exótico, lo sobrenatural, los sentimientos y lo subjetivo.
El Romanticismo se podría interpretar como un movimiento de resistencia frente al sistema de valores, ideas y funcionamiento social que, desde el Renacimiento, iba imponiendo la burguesía. Para los románticos, antes que ciudadanos, los seres humanos eran individuos. Irónicamente, en su defensa apasionada de la libertad, los románticos contribuyeron, apasionadamente, a todas las revoluciones liberales; esto es, a los sucesivos intentos burgueses de terminar con el Antiguo Régimen.
Para los románticos, antes que ciudadanos, los seres humanos eran individuos
Y esta reivindicación de la libertad individual se transfería a las naciones, reclamando su independencia frente a los imperios. La exaltación del individualismo coexistía con la entrega incondicional al ideal de la patria; al fin y al cabo los nacionalismos tienen un fuerte componente emocional, el que proporcionan la lengua, el folklore, las costumbres y los vínculos afectivos de los que sienten que pertenecen a un lugar.
Desencantados de la razón y de la realidad prosaica y vulgar, tan alejada de sus aspiraciones, los románticos persiguen absolutos; en el amor, el sentido de la existencia o la política. Insatisfechos, permanentemente infelices, necesitan de la acción, tienen que poner su vitalismo al servicio de una causa. Sea esta el amor de Margarita, la lealtad a un rey normando, la independencia de Suiza o la caza de una ballena.
Las revoluciones de 1848, la llamada Primavera de los Pueblos, acabaron finalmente con la Europa de la Restauración y se consideran las últimas revoluciones liberales. Las siguientes ya serían revoluciones obreras, campesinas o proletarias. El final del Romanticismo se sitúa en esa época. Y no deja de ser poético que el Manifiesto comunista se publicara en Londres, el 21 de febrero de ese mismo año.
La literatura posterior es la de Dickens, Tolstoi, Dostoyevski o Galdós; en la que ya no se habla de aparecidos, bandoleros o criaturas creadas con electricidad y trozos de cadáveres, sino de miseria, huérfanos, marginados e injusticia social. Consolidada la burguesía como clase dominante, creciendo las ciudades y las fábricas, desde la subjetividad se regresa a la descripción objetiva y precisa de la realidad.
Y así se van alternando lo personal y lo social, lo individual y lo colectivo, a lo largo de la Historia. Se van sucediendo movimientos culturales en los que cada movimiento nuevo suele ser una reacción contra el que le precede: el Neoclasicismo contra los supuestos excesos del Barroco, el Romanticismo frente a las reglas y convenciones del Neoclasicismo, el Realismo ante la irracionalidad del Romanticismo, el Simbolismo ante lo sórdido del Realismo y así sucesivamente. En un lado lo pragmático, la ciencia y la lógica y en el otro el ideal, la espiritualidad, la imaginación y los sueños.
Y aunque el Romanticismo como movimiento cultural se da por finalizado en la mitad del siglo XIX, su espíritu se ha mantenido hasta nuestros días y reaparece cada vez que se persigue una utopía, cada vez que se intenta incorporar un poco de fantasía en una realidad estática y estricta, siempre que hay un malestar general y permanente con la normalidad. Se manifiesta cada vez que se precisa reencantar el mundo.
El espíritu del Romanticismo reaparece cada vez que se precisa reencantar el mundo
Podemos encontrar ingredientes románticos, aunque solo sea como ornamento o como recurso útil para manipular las emociones, en muchos de los movimientos sociales y políticos de los dos últimos siglos, desde el nazismo hasta las revueltas libertarias del 68. El Valhalla, Sigfrido, el Grial, el Sacro Imperio, por citar algunos, son componentes románticos; como también lo son la mística oriental, la marihuana y el LSD, la comuna y el amor libre o el redescubrimiento de las culturas mayas, salvando las enormes diferencias y situando tanto los primeros como los segundos en su contexto.
Entre todas las convulsiones del 68 (la lucha por los derechos civiles, el intento de implantar un comunismo democrático, la masacre de los estudiantes mexicanos, la rebeldía de los hippies contra el estilo de vida de sus mayores, los enfrentamientos entre los estudiantes y la policía de Berlín…) el mayo francés no fue el de mayor importancia relativa, pero sí el que ha pasado a la historia como el más representativo de una época. Y aunque no ganó la batalla política (un mes después de las revueltas, De Gaulle, con 78 años, ganó las elecciones por abrumadora mayoría) muchas de sus ideas terminaron instalándose en el paradigma social.
El pacifismo, la liberación sexual, el rock, la pedagogía antiautoritaria, el ecologismo… ya forman parte del ideario colectivo. Pero el modelo sigue siendo capitalista y ha sabido tolerar e integrar este ideario en su provecho. Después del 68, el sistema se ha reinventado y es más capitalista que antes.
La búsqueda de la realización personal, la provocación imaginativa y la reivindicación del sentido placentero y divertido de la vida, se han reciclado en la exaltación del emprendimiento y el éxito individual, en múltiples formas de evasión y en la trivialización de la cultura. Las inquietudes y aspiraciones juveniles, la necesidad de distinguirse y de romper con lo establecido, se han transformado en fetiches culturales y en objetos de consumo.
Entre las múltiples interpretaciones que se han hecho del 68, hay una que afirma que se trató de una revuelta contra el aburrimiento de los jóvenes más acomodados del planeta. En cualquier caso, sí que fue una rebelión contra el estilo de vida de sus mayores. Otros encuentran paralelismos entre el mayo francés y el 15 M, o ven su continuación en los actuales movimientos antisistema. Todos ellos comparten, para bien y para mal, un cierto espíritu romántico y tienen más de protesta que de alternativa. En muchos casos lo que consiguen, después de sacudirlo, es que lo establecido se reforme y se refuerce. Los modelos necesitan de los rebeldes para reafirmarse.
Los modelos necesitan de los rebeldes para reafirmarse
En lo que tienen de desafío, de provocación y de enfrentamiento, las rebeliones suelen obligar a que el poder reaccione, extremando su postura o cediendo en aquello que no le resulta esencial para mantenerse. La rebeldía, además, suele ser una válvula de escape, necesaria para liberar las tensiones del sistema.
Es más, lo que en otro tiempo pudieron ser propuestas revolucionarias ahora son causas estándar contra las que rebelarse. Erradicar el sexismo, el racismo, la homofobia, el deterioro del medio ambiente, etcétera son ajustes sociales que al sistema le convienen, para eliminar conflictos en un mundo globalizado en el que se necesita la cooperación, la integración y la tolerancia. Desviando el impulso de rebelarse hacia esas reivindicaciones, el sistema convierte la rebelión en algo de lo que sacar provecho; consigue que los activistas colaboren en la erradicación de valores que ya no le son útiles y en la implantación de otros nuevos que el sistema necesita. Y consigue que el rechazo social que pueda provocar esta transición se dirija contra los activistas que la promueven y no contra el sistema mismo. De esta manera, al enfadar a los miembros más reaccionarios y refractarios ante los cambios, los rebeldes piensan que están luchando contra el modelo y en realidad le están haciendo el trabajo.

4 comentarios:

Frodo dijo...

Menos mal que pusiste "viene de acá", ya te estaba felicitando por tamaña nota e ibas a tener que salir a aclarar autoría.
Es tan buena que te deja pensando, un excelente pantallazo, es como parar la pelota un segundo, leer de dónde se viene (inmediato o incluso mucho anterior) y seguir jugando.
Jodido pensarlo así, pero parece que el mundo está muy cómodo, está como un adolescente con paja. Tal vez necesita algo que lo sacuda verdaderamente, mientras tanto, seguimos comprando remeras del Che, viajando a lugares exóticos para probar sus licores, y mandándonos emoticones

Abrazo Moscón!

Frodo dijo...

Me quedé pensando... y recordé un episodio de Alf en el que éste encuentra una foto de Willy de joven, vestido a lo hippie y se pregunta (y le pregunta a él) ¿qué le pasó?
Willy trata de justificarse diciendo que creció y que al menos trabaja de asistente social, que ayuda a mucha gente... se dan unas buenas charlas filosóficas que se trasladan a los sueños (o pesadillas).

Abrazo!

Moscón dijo...

Un ejemplo contemporáneo del post, es el "ama de casa", lugar burgués por excelencia y creado idealmente a principios del siglo XX, antes laburaban todos, hasta los pibes.
Pero la revolución sesentista tiró a la mierda ese "logro" y puso la mirada reprobadora en aquellas que no escucharan la ÓRDEN.
Una movida al pedo para la masa.

nilda dijo...

nadie sale vivo ni no alienado de acá.